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El petróleo genera rentas extraordinarias. Una vez descubiertas las reservas (esa es la esencia del negocio petrolero) el resto consiste en extraer, transportar, refinar y distribuir. Si bien no es sencilla la tarea de industrializar el líquido primario, la esencia consiste en hallar reservas de petróleo a un precio cuya explotación resulte económicamente viable.

En muchos casos esas rentas son apropiadas por los gobiernos. En muchos de esos ”muchos casos” los gobiernos utilizan esas rentas extraordinarias para financiar desatinos como corrupción, burocracias inútiles, armamentos, acallar a los disidentes, etc.

Las empresas petroleras están acostumbradas a negociar y firmar contratos con gobiernos corruptos  e inescrupulosos.

Países como Irán, Venezuela, Sudan, Nigeria, Irak, Argelia, Kazakhtan están en los últimos lugares en el ranking de corrupción que anualmente elabora Transparency International (Iran 168, Venezuela 162, Sudan 176, Nigeria 130, Irak 176, Argelia 111, Kazakhstan 120 según la edición 2009) y en las primeras posiciones como exportadores de petróleo. Todos esos países cuentan con empresas trasnacionales operando.

La correlación entre renta estatal petrolera y gobiernos autoritarios es también llamativa. En nuestra región el caso más paradigmático es Venezuela y la vigencia del partido único PRI en México hasta el advenimiento del NAFTA. La razón es sencilla. Financiamiento fácil y Estado de Derecho débil es el caldo de cultivo para gobiernos autoritarios.

Las empresas negociarán con el estado argentino aún con instituciones averiadas y con la YPF expropiada de manera casi delincuencial. Ajustarán en la mesa de negociaciones el mayor riesgo con la tasa de retorno del proyecto. No habría riesgos para la provisión de petróleo ni para el abastecimiento local. Los riesgos serán sistémicos para el resto de los emprendimientos que no gozan del líquido oscuro salvador ni de la predilección del dedo oficial. La demagogia se encargará de maquillar estas cuestiones.

La estatización de YPF no ajustará por tasa de abastecimiento sino por tasa de pobreza. Como lo viene haciendo el intervencionismo estatal en los últimos 60 años.

Veronique de Rugy del Mercatus Center en George Mason University explica aquí (en inglés) por qué la "austeridad fiscal" no significa grandes recortes de gasto en Europa. En este gráfico podemos ver que (1) Francia y Reino Unido simplemente no han reducido el gasto; y, (2) España, Grecia e Italia si lo redujeron pero muy levemente en relación al tamaño de sus presupuestos. Como ven en este gráfico, la realidad es muy distinta a la historia que relatan los titulares de gran parte de la prensa y los políticos.

Austeridad Fiscal

Para incorporar algo de tierra fértil en el mar de ignorancia en que nos debatimos, se hace necesario recabar el máximo provecho del conocimiento existente, por su naturaleza disperso y fraccionado entre millones de personas. Con razón ha sentenciado Einstein que “todos somos ignorantes, solo que en temas distintos”. Al efecto de sacar partida de esta valiosa descentralización, es indispensable abrir de par en par puertas y ventanas para permitir la incorporación de la mayor dosis de sapiencia posible. Esto naturalmente requiere libertad de pensamiento y la consiguiente libertad de expresarlo, lo cual se inserta en el azaroso proceso evolutivo de refutaciones y corroboraciones siempre provisorias.

Esta libertad es respetada y cuidada como política de elemental higiene cívica en el contexto de una sociedad abierta, no solo por lo anteriormente expresado sino porque demanda información de todo cuanto ocurre en el seno de los gobiernos para así velar por el cumplimiento de sus funciones específicas y minimizar los riesgos de extralimitación y abuso de poder.

Este es el sentido por el que los Padres Fundadores en EE.UU. otorgaron tanta importancia a la libertad de prensa y es el motivo por el que se insertó con prioridad en la mención de los derechos de las personas en su carta constitucional, la cual, dicho sea al pasar, fue tomada como punto de referencia en la sanción de la argentina. Jefferson escribió en 1787 que “si tuviera que decidir entre un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, no dudaría en elegir lo último”.

Resulta especialmente necesaria la indagación por parte del periodismo cuando los aparatos de la fuerza que denominamos gobierno pretenden ocultar información bajo los mantos de la “seguridad nacional” y los “secretos de Estado” alegando “traición a la patria” y esperpentos como el “desacato” o las intenciones “destituyentes” por parte de los representantes de la prensa. Debido a su trascendencia y repercusión pública internacional, constituyen ejemplos de acalorados debates sobre estos asuntos los referidos a los llamados “Papeles del Pentágono” (tema tan bien tratado por Hannah Arendt) y el célebre “Caso Watergate” que terminó derribando un gobierno.

Por supuesto que nos estamos refiriendo a la plena libertad sin censura previa, lo cual no es óbice para que se asuman con todo el rigor necesario las correspondientes responsabilidades  ante la Justicia por lo expresado en caso de haber lesionado derechos de terceros. Esta plena libertad incluye el debate de ideas con quienes implícita o explícitamente proponen modificar el sistema, de lo contrario se provocaría un peligroso efecto boomerang (la noción opuesta llevaría a la siguiente pregunta, por cierto inquietante ¿en que momento se debiera prohibir la difusión de las ideas comunistas de Platón, en el aula, en la plaza pública o cuando se incluye parcial o totalmente en una plataforma partidaria?). Las únicas defensas de la sociedad abierta radican en la educación y las normas que surgen del consiguiente aprendizaje y discusión de valores y principios.

Hasta aquí lo básico del tema, pero es pertinente explorar otros andariveles que ayudan a disponer de elementos de juicio más acabados y permiten exhibir un cuadro de situación algo más completo. En primer lugar, la existencia de ese adefesio que se conoce como “agencia oficial de noticias”. No resulta infrecuente que periodistas bien intencionados y mejor inspirados se quejen amargamente porque sus medios no reciben el mismo trato que los que adhieren al gobierno de turno o a los que la juegan de periodistas y son directamente megáfonos del poder del momento. Pero en verdad, el problema es aceptar esa repartición estatal en lugar de optar por su disolución, y cuando los gobiernos deban anunciar algo simplemente tercericen la respectiva publicidad. La constitución de una agencia estatal de noticias es una manifestación autoritaria a la que lamentablemente no pocos se han acostumbrado.

Es también conveniente para proteger la muy preciada libertad a la que nos venimos refiriendo, que en este campo se de por concluida la figura atrabiliaria de la concesión del espectro electromagnético y asignarlo en propiedad para abrir las posibilidades de subsiguientes ventas, puesto que son susceptibles de identificarse del mismo modo que ocurre con un terreno. De más está decir que la concesión implica que el que la otorga es el dueño y, por tanto, tiene el derecho de no renovarla a su vencimiento y otras complicaciones y amenazas a la libre expresión de las ideas que aparecen cuando se acepta que las estructuras gubernamentales se arroguen la titularidad, por lo que en mayor o menor medida siempre pende la espada de Damocles.

De la libertad de expresión se sigue la de asociación y de petición que deben minimizar las tensiones que eventualmente generen batifondos extremos y altos decibeles que afectan los derechos del vecino, lo cual en un sistema abierto se resuelve a través de fallos en competencia como mecanismo de descubrimiento del derecho y no como ingeniería legislativa y diseño arrogante.

Fenómeno parecido sucede con la pornografía y equivalentes en la vía pública que, en esta instancia del proceso de evolución cultural, hacen que no haya otro modo de resolver las disputas como no sea a través de mayorías circunstanciales. Lo que ocurre en dominios privados no es de incumbencia de los gobiernos, lo cual incluye la televisión que con los menores es responsabilidad de los padres y eventualmente de las tecnologías empleadas para bloquear programas. En la era moderna, carece de sentido tal cosa como “el horario de protección al menor” impuesto por la autoridad, ya que para hacerlo efectivo habría que bombardear satélites desde donde se trasmiten imágenes en horarios muy dispares a través del globo. Las familias no pueden ni deben delegar sus funciones en aparatos estatales como si fueran padres putativos, cosa que no excluye que las emisioras privadas de cualquier parte del mundo anuncien las limitaciones y codificadoras que estimen oportunas para seleccionar audiencias.

Otra cuestión también controversial se refiere a la financiación de las campañas políticas. En esta materia, se ha dicho y repetido que deben limitarse las entregas de fondos a candidatos y partidos puesto que esos recursos pueden apuntar a que se les “devuelva favores” por parte de los vencedores en la contienda electoral. Esto así está mal planteado, las limitaciones a esas cópulas hediondas entre ladrones de guante blanco mal llamados empresarios y el poder, deben eliminarse vía marcos institucionales civilizados que no faculten a los gobiernos a encarar actividades más allá de la protección a los derechos y el establecimiento de justicia. La referida limitación es una restricción solapada a la libertad de prensa, del mismo modo que lo sería si se restringiera la publicidad de bienes y servicios en diversos medios orales y escritos. 

Afortunadamente han pasado los tiempos del Index Expurgatoris en el que papas pretendían restringir lecturas de libros, pero irrumpen en la escena comisarios que limitan o prohíben la importación de libros, dan manotazos a la producción y distribución de papel, interrumpen programas televisivos o, al decir del decimonónico Richard Cobden, establecen exorbitantes “impuestos al conocimiento”. La formidable invención de la imprenta por Pi Sheng en China y más adelante la contribución extraordinaria de Gutemberg, no han sido del todo aprovechadas, sino que a través de los tiempos se han interpuesto cortapisas de diverso tenor y magnitud pero en estos momentos han florecido (si esa fuera la palabra adecuada) megalómanos que arremeten con fuerza contra el periodismo independiente (un pleonasmo pero en vista de lo que sucede, vale el adjetivo).

Esto ocurre debido a la presunción del conocimiento de gobernantes que sin vestigio alguno de modestia y a diferencia de lo sugerido por Einstein, se autoproclaman sabedores de todo cuanto ocurre en el planeta, y se explayan en vehementes consejos a obligados y obsecuentes escuchas en imparables verborragias.

Dados los temas controvertidos aquí brevemente expuestos —y que no pretenden agotar los vinculados a la libertad de prensa— considero que viene muy al caso reproducir una cita de la obra clásica de John Bury titulada Historia de la libertad de pensamiento: “El mundo mental del hombre corriente se compone de creencias aceptadas sin crítica y a las cuales se aferra firmemente […] Una nueva idea contradictoria respecto a las creencias que sustenta, significa la necesidad de ajustar su mente […] Las opiniones nuevas son consideradas tan peligrosas como molestas, y cualquiera que hace preguntas inconvenientes sobre el por qué y el para qué de principios aceptados, es considerado un elemento pernicioso”.

Este artículo fue publicado originalmente en La Nación (Argentina) el 10 de abril de 2012.

En un mensaje de apoyo a la última huelga general, transmitido desde mi Buenos Aires querido, dijo Joaquín Sabina: "Esta huelga me parece no sólo legítima sino también absolutamente necesaria porque no sé qué carajo está pasando en Europa, pero conquistas que han costado un siglo de sangre, de lágrimas, de sudor y de trabajo están a punto de desaparecer en manos de estos malditos del libre mercado y de los ajustes". Su compañero de gira, Joan Manuel Serrat, también se adhirió, y sostuvo que lo hacía para defender "derechos" y "libertades" que han "costado a esta sociedad muchos años de lucha, muchos años de sangre, muchos años de combate".

Sin embargo, el aumento del gasto público, que es lo que ahora está en cuestión, no fue producto de ninguna "lucha" de nadie: fue impuesto por el poder político en razón de su propia lógica y conveniencia. Si no fuera así, Sabina y Serrat tendrían muchos problemas a la hora de explicar por qué el Estado del Bienestar fue creado por el canciller Bismark, y la Seguridad Social (y, por cierto, el zapateril y progresista Ministerio de la Vivienda) por Francisco Franco. ¿Qué clase de luchadores por la libertad fueron semejantes mandatarios? El llamado mercado de trabajo español con sus onerosos costes de despido es producto de la dictadura franquista, y no de ningún combate de ningún progresista.

Dirá usted: la democracia es otra cosa. Y yo pregunto: ¿de verdad? ¿De verdad el llamado Estado del Bienestar con todos sus "derechos" y "libertades" fue producto de "muchos años de sangre"? Oiga, si primero lo impuso Franco y después nos lo impusieron aún más unos señores en un parlamento, que jamás hicieron caso a lo que la mayoría de los ciudadanos sistemáticamente prefirieron siempre y siguen prefiriendo hoy, a saber, no pagarlo.

En suma, ni benditas luchas, ni combates, ni nada de nada. Puras decisiones políticas contrarias siempre, con democracia y sin ella, a los deseos de los ciudadanos, supuestos luchadores o beneficiarios de luchadores.

Vayamos ahora a eso de que padecemos por culpa de los "malditos del libre mercado", que dice Sabina. El mercado libre no tuvo nada que ver con la enorme subida del gasto público, ni tiene nada que ver con su (siempre comparativamente pequeña, por cierto) contención. Como es obvio, el mercado libre descansa sobre las decisiones voluntarias de los ciudadanos, mientras que el aumento del gasto público es una imposición de las autoridades y los grupos de presión que a su socaire medran. Si los políticos frenan el aumento del gasto público, eso no tiene nada que ver con el mercado libre. Simplemente responde al hecho de que el poder puede violar la libertad del pueblo pero no puede hacer cualquier cosa, por ejemplo, no puede tener un déficit de dos dígitos o una deuda explosiva y después pretender que la gente le siga prestando voluntariamente el dinero sin titubear y sin reclamarle un tipo de interés mayor. En lugar de maldecir a los mercados, los artistas podrían maldecir al poder. Nunca se sabe. Igual algún día lo hacen.

Este post fue publicado originalmente en Libremercado.com el 22 de abril de 2012.

En este artículo Xavier Sala-i-Martín comenta la re-estatización de YPF en Argentina. Lo más interesante de este artículo es el relato de cómo los Eskenazi, gracias a su estrecha relación con los Kirchner, llegaron a ser dueños de 25% de Repsol. Aquí un extracto del artículo:

"En 2007, y ya con Antoni Brufau al frente de la petrolera, el presidente Néstor Kirchner pidió a REPSOL que un grupo argentino entrara a formar parte de la compañía. Se trataba del grupo Petersen de la familia de Enrique Eskenazi. La familia Eskenazi era una familia de la alta burguesía de Santa Cruz, región que había sido presidida (oh! casualidad!) por Néstor Kirchner, antes de ser presidente de Argentina. De hecho, Enrique Eskenazi era amigo íntimo de don Néstor. Es decir, el presidente Kirchner obligó en 2007 a REPSOL a aceptar un socio argentino que, casualmente, era un amigo íntimo de toda la vida. Antoni Brufau aceptó porque sabía que siempre es bueno tener inversores locales con conexiones políticas. Es bueno que los insiders te señales la existencia de luces ámbar antes de que se vuelvan rojas. Por esto aceptó que la familia Eskenazi tenga primero el 15% y luego el 25% de la compañía.

Pero había un pequeño problema: los Eskenazi eran los ricos del pueblo en Santa Cruz, pero una cosa es que tus niños se paseen por el pueblo en lujosos horteras Ferraris rojos o que chuleen por las discotecas de moda de la zona y otra cosa muy distinta es comprar el 25% de una compañía que vale decenas de miles de millones de dólares. Los Eskenazi no eran tan ricos!

¿Cómo consigue la familia amiga de Kirchner comprar el 25% de REPSOL-YPF? Pues obligando a YPF a PRESTARLE EL DINERO! Repito, Néstor Kirchner obliga a REPSOL a prestar el dinero a una familia amiga para que ésta compre el 25% de REPSOL. ¿Y cómo va a pagar esa familia semejante millonaria cantidad? Pues con los dividendos de la propia REPSOL. Es decir, REPSOL, el gobierno de Kirchner y el grupo Petersen de la familia Eskenazi firman un contrato (depositado en la Security Exchange Comission de New York) que obliga a REPSOL a dar el 25% de su capital a la familia Eskenazi y ésta se compromete a pagar de vuelta con los dividendos de REPSOL. Para garantizar que REPSOL pueda cobrar ese "crédito" (o quizá deberíamos calificarlo de extorsión), se obliga a REPSOL distribuir en forma de dividendos el 90% de sus beneficios.

Es decir, cuando la señora de Kirchner acusa a REPSOL de no destinar una mayor parte de sus beneficios a inversiones y prospecciones petrolífera, no explica que su marido (repito, SU MARIDO) había obligado a REPSOL a utilizar el 90% de los beneficios a pagar dividendos para que sus amigos (repito, SUS AMIGOS) se apropiaran del 25% de REPSOL cuando no tenían ni un dólar para comprar semejante cantidad de acciones(*).

Pero la cosa no acaba aquí. El señor Enrique Eskenazi coloca a sus hijos en la compañía (en particular, coloca a su hijo Sebastián como vicepresidente) y en lugar de actuar como el socio local que juega el importante papel de alertar de las luces ámbar antes de que aparezcan las luces rojas, se comporta como un auténtico mafioso incompetente que hace poco para defender los intereses de la compañía que dirige.

Poco a poco, REPSOL ve que se ha metido en un buen lío y que los socios locales juegan más a favor de los políticos que les han colocado en el cargo que a favor de la compañía a la que representan y pronto aparecen rumores de nacionalización. Son los últimos días de 2011 y REPSOL ha descubierto los potencialmente millonarios yacimientos de Vaca Muerta. El resto de la historia ya es conocida. Cristina Fernández de Kirchner, teledirigida por el economista Axel Kicillof(**), académico marxista, mentor de la época de Cámpora (asociación creada por Néstor Kirchner) y amigo íntimo del hijo de la presidenta, Máximo Kirchner Fernández, anuncia la expropiación del 51% de REPSOL-YPF. “Curiosamente” el 51% de las acciones expropiadas provienen del 57% que es propiedad de los socios españoles. Exactamente el 0% proviene del 25% que tienen los socios argentinos, amigos del papá Kirchner, la familia Eskenazi (y también se expropia el 0% del fondo de inversión norteamericano propietario del 17%... y recordad que eso pasa tres días después de que la señora Cristina se reuniera con Obama para "negociar" el tema)".

Nada más y nada menos que el típico ejemplo del mercantilismo que todavía impera en varios países de América Latina, sistema en el cual se hacen fortunas gracias a favores concedidos por amigos que llegaron al poder.

Cristina anuncia nacionalización YPFEl acontecimiento más importante de esta semana en América Latina es la decisión del gobierno argentino de tomar control de YPF, la petrolera más grande del país. El lunes, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner anunció la expropiación de la participación mayoritaria de YPF, que es propiedad de la compañía española Repsol. El gobierno español, con el apoyo de la Unión Europea, ha anunciado que tomará medidas de represalia contra Argentina, señalando que "todas las opciones están sobre la mesa". La Economist Intelligence Unit tiene un muy buen análisis (en inglés) sobre el caso y las implicaciones para Argentina.

La gran pregunta tras la abrumadora reelección de Fernández en octubre pasado giraba en torno a si profundizaría el modelo económico que ella y su difunto esposo (y predecesor) implementaron desde su llegada al poder en 2003 —caracterizado por un alto gasto público, controles estrictos sobre las industrias y nacionalizaciones selectivas de empresas— o si cambiaría el rumbo, dadas las crecientes señales de agotamiento del modelo: una inflación alta, un déficit fiscal cada vez mayor, una creciente fuga de capitales, la caída de la inversión extranjera directa, el debilitamiento del peso, etc.

Cualquier duda ha sido despejada. Con la nacionalización de YPF, Argentina se une decididamente a Venezuela, Ecuador y Bolivia en el club de naciones latinoamericanas que defienden el más puro de los populismos económicos. Durante los próximos meses, podemos esperar más medidas proteccionistas, más controles sobre la economía, más nacionalizaciones y, una vez que al gobierno se le acabe el dinero tomado en los últimos tres años de los fondos de pensiones privados y de las reservas del Banco Central, no debería sorprendernos si toma control de los bancos.

Las cosas solo van a empeorar para Argentina.

Cuando se trata de comentar sobre América Latina, Paul Krugman tiene una relación escabrosa con los hechos. Echemos un vistazo a un post [en inglés] que escribió la semana pasada sobre la caída de la desigualdad en la región en la última década, fenómeno que, según él, se debe a que América Latina “está dándole parcialmente la espalda al Consenso de Washington” (un término que erróneamente se identifica con políticas de libre mercado). ¿Será ese el caso?

En primer lugar, nótese cómo el gráfico que Krugman comparte en su post de hecho muestra a la desigualdad aumentando sostenidamente en América Latina durante la década de los ochenta, antes de la implementación de las políticas relacionadas con el Consenso de Washington (que para la mayoría de países comienza a principios de los noventa), y luego muestra una caída brusca de la desigualdad antes del arribo de lo que él llama el “nuevo enfoque político” de los gobiernos de centro-izquierda. El aumento de la desigualdad en América Latina en la década de los ochenta coincide con los períodos de hiperinflación que afectaron a las economías de Argentina, Brasil, Nicaragua, Perú y Bolivia. Los bancos centrales en América Latina estaban muy ocupados en esos años financiando los agudos desequilibrios fiscales de sus gobiernos a través de la emisión monetaria. Y los países latinoamericanos estaban en números rojos precisamente porque sus abotagados sectores públicos se volvieron insostenibles, lo que desembocó en la grave crisis de la deuda de 1982. Por lo tanto, fue una inflación fuera de control, causada por la crisis de las políticas estatistas de décadas anteriores, la que exacerbó la desigualdad en la región. Krugman convenienrtemente omite mencionar esto.

¿Se le puede achacar la reciente disminución de la desigualdad en América Latina a alguna ideología en particular? Un estudio reciente de Kenneth Roberts de la Universidad de Cornell sobre la política de la desigualdad en América Latina, examinó las tendencias del 2000 al 2010 y descubrió que, “los países que experimentaron un descenso neto en la desigualdad estaban gobernados por administraciones tanto de izquierda, centro y derecha, incluyendo gobiernos no izquierdistas en Colombia, México, Perú, Paraguay, El Salvador, Guatemala y Panamá”. Según Roberts, “no existe una relación estricta entre la disminución de la desigualdad o el perfil ideológico de los gobiernos nacionales o ningún conjunto específico de políticas redistributivas”.

En segundo lugar, es una exageración afirmar que América Latina, como región, se apartó del Consenso de Washington. No voy a entrar aquí a discutir las virtudes de las recomendaciones políticas que identificara John Williamson en 1989, o a comentar el alcance en que éstas fueron implementadas por los diferentes gobiernos latinoamericanos. Sin embargo, a pesar de que en los últimos años algunos países como Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina, le han dado la espalda a políticas macroeconómicas responsables, la mayoría de los gobiernos de la región, incluso los llamados “de centro-izquierda”, continúan poniendo en práctica políticas macroeconómicas relacionadas con el Consenso de Washington, tales como una mayor apertura comercial, disciplina monetaria y fiscal, y la atracción de inversión extranjera directa.

Es revelador que, a pesar de los graves retrocesos de países como Venezuela, Ecuador y Argentina, la libertad económica ha aumentado — ligeramente— en la última década en América Latina como región. De acuerdo al índice de Libertad Económica en el Mundo, América Latina pasó de tener una calificación promedio regional de 6,56 (sobre 10) en el 2000 a 6,62 en el 2009. Insinuar que América Latina le ha dado la espalda de alguna manera a las políticas de mercado resulta tendencioso.

En tercer lugar, Krugman analiza el desempeño económico de los gobiernos latinoamericanos basándose en su filiación ideológica, y sugiere que los regímenes socialdemócratas tienen un mejor desempeño que los gobiernos no izquierdistas. Sin embargo, el estudio en el que fundamenta su post comete el error de analizar a los gobiernos únicamente por su identificación ideológica, sin prestar atención a sus verdaderas políticas económicas. Esto puede prestarse para serias confusiones. Por ejemplo, durante el período comprendido por el estudio (la década de los 2000), Chile es catalogado como “de centro-izquierda”, a pesar que durante esa década el país aumentó su nivel de libertad económica, pasando en el índice de Libertad Económica en el Mundo del puesto 28 en el 2000 al 5to lugar en el 2009.

Finalmente, Krugman cierra su comentario cuestionando el modelo de libre mercado y el sistema privado de pensiones de Chile (a pesar de que el estudio al que se refirió cataloga a Chile como “de centro-izquierda” y por lo tanto acredita a esa tendencia ideológica por los saludables indicadores económicos chilenos). Krugman no brinda evidencia para fundamentar su crítica más que hacer una referencia velada a las recientes protestas estudiantiles de Chile. Si hubiese analizado los hechos, habría visto un panorama distinto. Vería que Chile es el país con el récord más impresionante de reducción de la pobreza en América Latina (la tasa de pobreza cayó del 45% a mediados de los ochenta a únicamente el 15% en el 2011), que ha triplicado su ingreso per cápita desde 1990 a $16.000 (el más alto en América Latina), y que está camino a convertirse en la primer nación desarrollada de América Latina en menos de una década. ¿Qué será lo que disgusta tanto a Paul Krugman de este exitoso récord chileno?

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