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“Democracia: dos zorros y una gallina decidiendo qué desayunar a la mañana siguiente”.

H. L. Mencken

Desde hace años mucho se ha escrito y debatido acerca de la democracia y su relación con la República y las minorías. ¿Qué es la democracia? ¿Es el mejor sistema de elección de quien administra o administrará el Estado? ¿Pueden las democracias devenir en autoritarismo y acumulación ilimitada de poder en mano de una sola persona?

Visto y considerando que la palabra democracia se ha ido degenerando a lo largo de los años, resulta imperioso antes de abordar las cuestiones planteadas en el párrafo anterior, ahondar en el estudio del término en cuestión. En El Espectador, Ortega y Gasset sostiene que “La democracia responde a esta pregunta: ¿Quién debe ejercer el control público? La respuesta es: el ejercicio del poder público corresponde a la colectividad de los ciudadanos”. Es decir, la utilización de la expresión “democracia” debería limitarse a la forma en que es elegido quien ejercerá la administración del Estado. Sin embargo, el estudio de este término no puede realizarse bajo ningún concepto de forma aislada sino que debería ir de la mano de la implicancia que la democracia tiene sobre la República.

El problema entorno a la democracia radica en que ha mutado a lo largo de los años a un sistema funcional a dirigentes cleptómanos de libertades, propiedad y sueños de vida. Pedro Schwartz lo expresa correctamente al sostener que “Las democracias, al dejar el poder en manos de minorías irresponsables, pues en ellas se toman las decisiones colectivas por mayoría de votos, a menudo no prestan suficiente atención a los derechos individuales”. Es de vital importancia en este caso mencionar a dos autores que Alberto Benegas Lynch (h) ha reflotado en su artículo sobre el tema publicado en El Diario de América(EE.UU.) en 2012. Por un lado, Giovanni Sartori en Teoría de la democracia no se cansa de hacer hincapié en que la democracia es el respeto por las minorías y que bajo ningún concepto debería aceptarse el aplastamiento de las libertades de las minorías por decisiones tomadas por la mayoría. Por otro lado, menciona Benegas Lynch (h) a Juan A. González Calderón, quien en Curso de derecho constitucional “sostiene que los demócratas de los números ni de números entienden ya que se basan en dos ecuaciones falsas: 50% más 1% = 100% y 50% menos 1% = 0%”. Ejemplo de esto mismo son casos como los de Venezuela y Argentina en donde a una mayoría legitimada por la democracia, es decir, por haber obtenido la mayor cantidad de votos, no hace más que otorgarse privilegios a costa de las voluntades de las minorías.

Sostiene Hayek en Derecho, Legislación y Libertad que los individuos nos hemos acostumbrado a considerar como democrático todo aquel proceso en el que una mayoría en el parlamento da sanciones a leyes y dirige el gobierno. Uno de los mitos más importantes acerca de la democracia radica en que se la ha concebido como la fiel salvaguarda de las libertades individuales. Esto no puede considerarse así bajo ningún punto de vista siendo que, al momento en que se acepta que la voluntad que le fue otorgada a una mayoría legitimada por la votación se imponga sobre una minoría, es muy probable que corran peligro las libertades personales cuando las mayorías puedan decidir sobre cualquier cuestión.

Otro de los mitos que trae consigo la democracia es pensar que habiendo adoptado procedimientos democráticos, se podría en alguna instancia limitar el poder de los gobernantes de turno. Hayek agrega incluso que “(…) se promovió también la creencia de que el control del gobierno por parte del cuerpo legislativo elegido democráticamente sustituiría a las limitaciones tradicionales [al poder] (…)”. Ante esta situación, las mayorías requieren cada vez de más apoyo de otros grupos políticos a fin de no perder cuotas de poder. Es por esto mismo que es imposible que un gobierno que carece de controles y es ilimitado haga prevalecer los principios con los que originalmente la mayoría estuvo de acuerdo, ya que a fin de seguir manteniendo el poder y constituirse como un gobierno sin límites, deberá renunciar a sus convicciones iniciales y entregar beneficios a demás grupos de interés a fin de contar con su apoyo.

Entonces, si la democracia ha legitimado en muchos casos que la voluntad de unos pocos se imponga sobre el resto, ¿no será que es injusta en sí misma? Semejante sistema no sólo se ha constituido a lo largo de los años como el origen de gobiernos tiranos, sino que además ha sido funcional y servido como instrumento estratégico a muchos gobiernos populistas y neodictatoriales como los que hoy en día prevalecen en América Latina. Siguiendo con esta lógica, Hayek agrega: “Parece que cuando las instituciones no estás limitadas por la tradición de la primacía del derecho –la rule of law–, conducen no sólo a la «democracia totalitaria», sino con el tiempo a la «dictadura plebiscitaria»”. Es imperioso que el análisis del sistema democrático se haga en conjunto con el Estado de Derecho y la República. Si por los puntos antes expuestos se concluye que la democracia es injusta en sí misma, entonces el papel fundamental a jugar quedará en manos no sólo de la división de poderes sino también en el respeto del Estado de Derecho para que la discrecionalidad de una mayoría no lesione las libertades de las minorías.

Cuando todos seamos iguales

Publicado por Diego Quijano

Es el año 2081 y, finalmente, todos somos iguales. Todo fue posible gracias a las enmiendas 212, 213 y 214 a la constitución americana. Nadie es más inteligente que nadie, nadie es más rápido o más fuerte que nadie y nadie es más guapo que nadie.

Así comienza uno de los grandes cuentos cortos del escritor estadounidense Kurt Vonnegut (1922-2007), titulado Harrison Bergeron.

¿Cómo se logró? Creando un gran sistema de handicaps a los que tuviesen ventajas inmerecidas. Pero no deje que yo se lo cuente, hay un maravilloso corto de 24 minutos basado en el cuento de Vonnegut.

Y mejor que el corto es el trailer del corto, que deja mucho a la imaginación y, siendo tan cortito, es extraordinariamente elocuente sobre las consecuencias de establecer la igualdad como objetivo político y principal valor éticode la sociedad.

Hay mucho que analizar de la reciente VII Cumbre de las Américas, pero en estas líneas, llama particularmente mi atención el vergonzoso papel que han cumplido las delegaciones oficialistas de las dictaduras de Cuba y Venezuela, intentando boicotear los foros oficiales de la sociedad civil en el que participábamos activistas de todas las Américas.

Las mesas de Gobernabilidad y de Participación Ciudadana del Foro de la Sociedad Civil que debían ser espacios diálogo para que actores sociales brinden aportes a los Estados participantes, fueron constantemente interrumpidos por turbas de personas que provenían principalmente de los gobiernos de Venezuela y Cuba. Exacerbados y como si estuvieran en trance, vociferaban consignas y se negaban a dialogar con opositores de la sociedad civil que también estaban presentes.

Estos agitadores olvidaban muchas cosas, pero principalmente que estaban de invitados, que la convocatoria era para dialogar, que estábamos muchos ciudadanos de países democráticos con ese deseo, que los cubanos opositores son tan cubanos como ellos y que la sociedad civil no es gobierno. Por lo que hasta ahora los que estuvimos allí no entendemos ¿qué hacían en un foro civil, asesores, diputados, y funcionarios del gobierno cubano incitando a la violencia contra los demás asistentes?

Pienso que acostumbrados a amedrentar a su población con actos de repudio en la isla, creyeron que podían hacer lo mismo en un país libre como Panamá y que organizaciones democráticas caerían en su farsa. Pues no fue así, las mesas de los foros tenían reglas y ellos las rompieron, gritando, quitando a la fuerza los micrófonos, insultando a los moderadores, provocando a los asistentes y amenazando con llegar a violencia física si continuábamos dialogando sin aceptar sus intransigentes condiciones. Se sintió, sin duda, que llevan más de cincuenta años de falta de práctica democrática y que tienen la creencia que las Américas deben subordinarse a ese tipo de actitudes belicosas. Ellos solos se desacreditaron y un espacio democrático de diálogo les quedó muy grande. Por ello, con los moderadores autorizados para conducir la mesa tuvimos que pasar a otra sala con todos aquellos que sí queríamos dialogar, y pudimos avanzar en pocas horas y con un debate de altura lo que no se pudo avanzar en toda una mañana de interrupciones, afrentas y amenazas.

Cuando tuvimos listo nuestro documento de recomendaciones pedimos pacíficamente con papeles blancos “democracia y respeto” y fuimos nuevamente agredidos por la turba enardecida que con arengas violentas y empujones habían tomado un espacio de expresión acreditado para que las organizaciones civiles podamos dirigirnos a los medios.

Mientras en el mismo marco de la Cumbre, el dictador Raúl Castro pretendía mostrar gestos de cambio reuniéndose con Barack Obama, miembros de la sociedad civil de las Américas estábamos abandonados a nuestra suerte en el Hotel Panamá, con poquísima seguridad intentábamos ponernos a salvo, huyendo por la cocina, pasadizos, puertas traseras y llegamos incluso a un balcón sin salida porque nadie podía retirar a los agitadores castristas –ansiosos de violencia– de las salas autorizadas para nuestras reuniones.

Mirándolo en conjunto, Cuba llevó dos mensajes a la Cumbre, por un lado el de la normalización de sus relaciones con Estados Unidos, y por el otro lado el ataque a los opositores y a ciudadanos de otros países que exigimos  democracia y la libertad en la región, y que no nos prestamos a la histeria de la delegación oficialista cubana. Ello nos alerta que el régimen no va a cambiar un ápice su aparato represivo contra opositores, no lo hizo en Panamá, y menos lo hará en Cuba.

Pese a estos disturbios, las organizaciones democráticas de más de veinte países logramos dialogar en la mesa de gobernabilidad y llegamos al acuerdo de exigir que la OEA cumpla su rol original, esto es el de garantizar la democracia y los derechos humanos en el hemisferio, que además se instaure una relatoría con mecanismos eficaces para el cumplimiento de la Carta Democrática Interamericana, y que se garantice la labor de los defensores de derechos humanos.

Con todos los sinsabores y con el riesgo de que estas reuniones terminen cayendo en la trampa de legitimar dictaduras, estos días serán memorables para las Américas, días en que se logró que numerosas organizaciones representativas de las sociedad civil expresen su solidaridad a cubanos y venezolanos víctimas de sus gobiernos. El miedo, la principal arma de las dictaduras se debilita afuera y adentro. Todos aquellos cubanos, venezolanos, nicaraguenses y demás latinoamericanos que defendimos el principio de que la democracia es respeto, quedamos unidos para siempre en la defensa de la libertad en la región. Los opositores regresan a sus países fortalecidos y más unidos a seguir luchando, y con el respaldo de que no estuvieron, ni están solos. Atrás y en marco infame, quedó el miedo, la sospecha y el repudio que las dictaduras del continente pretendieron implantar en la Cumbre de Panamá.

La semana pasada se publicó en El Universo de Ecuador un artículo mío que causó algo de controversia ("Un baño de verdad", 10 de abril de 2015). El artículo trataba acerca de la triste realidad de que los trabajadores ecuatorianos realmente no son dueños de sus ahorros para su jubilación y que más bien son clientes cautivos de un poderoso monopolio estatal.

Una de las reacciones a dicho artículo fue la del economista Juan Pablo Jaramillo en su blog.

Parece que el señor Jaramillo quiere decir que una buena manera de mentir es a través de verdades a medias. Convengo en que empleando información selectiva es posible presentar una visión distorsionada de la realidad, no obstante, al mismo tiempo no existe conocimiento absoluto. En la elaboración de teorías y modelos siempre hay que basarse en lo que Karl Popper denominaba conjeturas o verdades provisionales, llegando así a explicaciones simplificadas de la realidad. Los seres humanos continuamente tomamos decisiones en base a conocimientos incompletos o verdades a medias.

El artículo que escribí cuestiona al sistema de administración de fondos de jubilación estatal, que es de reparto y siempre en manos de los políticos de turno y propone devolver a los individuos la libertad de elegir a través de la existencia de un sistema de capitalización individual y la participación de administradoras privadas. ¿Debe interpretarse entonces que el señor Jaramillo esta de acuerdo con el monopolio estatal y el sistema de reparto y en desacuerdo con la libertad de elegir de cada individuo? Mi propuesta, que parte de la experiencia chilena, no esta en función de verdades absolutas. Siempre esta puede ser observada y mejorada.

Para finalizar, es cierto que el Canciller Bismarck, un nacionalista monarquista, implementó en la antigua Prusia el primer sistema de administración de fondos de jubilación y que Franklin D. Roosevelt lo hizo en EE.UU., pero seguramente ellos no fueron los inventores del sistema. Dicho esto, el Canciller Bismarck lo utilizó como una estratagema política para combatir el atractivo político de las propuestas de corte marxista y esperando nunca tener que pagar las pensiones --fijó la edad de jubilación en 70 años cuando la expectativa de vida promedio de los alemanes era de 39 años.

Tras doce años de gobierno, la administración Kirchnerista en Argentina tiene pocos logros que mostrar. Estos doce años de gobierno también se han caracterizado por altos precios internacionales de bienes que Argentina exporta. Desde que asume Néstor Kirchner en Mayo del 2004 hasta fines del 2014, se liquidaron divisas por exportación de oleaginosas y cereales por el equivalente al valor actual de dos Plan Marshall. ¿A dónde fueron a parar tantos recursos?

En esta nota comparo el Plan Marshall con la administración Kirchnerista:

"Ese es el resultado de comparar el total de divisas liquidadas por exportación de oleaginosas y cereales durante el kirchnerismo contra el monto en dólares del Plan Marshall en valores actuales. Los resultados que el kirchnerismo tiene para mostrar, sin embargo, dejan mucho que desear cuando se compara su gestión con el de los países que participaron del Plan Marshall.

Cuando termina la Segunda Guerra Mundial los países beligerantes se encontraban en una situación crítica: infraestructura diezmada, economías deprimidas, y sin reservas para comerciar con el resto del mundo. El Secretario de Estado americano George Marshall ideó un plan de asistencia financiera para la reconstrucción económica de los países beligerantes. En términos sencillos, el plan se valía de dos herramientas. Por un lado EE.UU. daría dólares a países beligerantes, principalmente europeos, para que los mismos puedan reconstruir su infraestructura y economías y al mismo tiempo importar bienes de Estados Unidos. Por otro lado, los países participantes del plan debían desregular sus economías y abrirse al comercio internacional. La motivación no era sólo económica ni para beneficiar a los exportadores americanos; parte del plan consistía en contener el avance de la URSS, que explícitamente rechazó participar de él por considerarlo una política de imperialismo norteamericano. El plan duró cuatro años, de 1948 a 1951".

Seguir leyendo en Infobae.

Eduardo Hughes Galeano, quizás el escritor más influyente de América Latina en la segunda parte del siglo XX, fue enterrado hoy en Montevideo con honores de Estado. La etiqueta por lo general dicta que tras la muerte de una persona solo cosas buenas se pueden decir de ella. En este caso, la contribución de Galeano al debate político latinoamericano es de tal magnitud que es imposible no comentarla, aún cuando sea para criticarla. Sin embargo, es importante aclarar que la crítica es a las ideas de Galeano, y no a su persona.

Si bien su obra se extendió a otros campos como la poesía, el dibujo, el periodismo y el fútbol, Eduardo Galeano debe su reputación a su magnus opus, Las venas abiertas de América Latina, traducido a 18 idiomas y que cuenta con docenas de ediciones. Este libro, escrito cuando Sudamérica empezaba a cubrirse por el manto de cruentas dictaduras militares, sirvió de parteaguas ideológico a la izquierda latinoamericana. Incluso hoy, cuarenta años después, sigue siendo el texto de cabecera en las escuelas de Estudios Generales de toda la región, así como de los departamentos de Estudios Latinoamericanos en universidades de EE.UU. y Europa.

La tesis de Galeano fue una versión conspiratoria de la teoría de la dependencia desarrollada en los años cincuenta. Esta última sostenía que el estancamiento económico de América Latina se debía a una arquitectura económica mundial donde nuestros países (la periferia) exportaban materias primas de poco valor agregado, mientras que las naciones desarrolladas (el centro) nos vendían a cambio productos industriales elaborados. La manera de romper este ciclo era mediante políticas industriales y de sustitución de importaciones dirigidas por el Estado.

Galeano fue más allá: la pobreza latinoamericana se explica por el saqueo sistemático de las potencias europeas (y posteriormente EE.UU.). Somos pobres porque ellos son ricos. Ellos son ricos porque nos han esquilmado: "Es América Latina la región de las venas abiertas". La solución consiste entonces en la violencia revolucionaria y la expropiación de los medios de producción. Cuba ya había iniciado el camino.

La izquierda latinoamericana había encontrado su biblia. Desde entonces, Las venas abiertas de América Latina ha influenciado a varias generaciones de académicos, políticos y revolucionarios. Para miles de universitarios en toda la región, ha sido un catequismo que inspiró su animadversión por la economía de mercado, la globalización, las transnacionales y todo lo que huela a EE.UU. La izquierda carnívora sigue tomando al pie de la letra la tesis de Galeano. En el 2009 Hugo Chávez le regaló una copia del libro a Barack Obama. Pero incluso la izquierda vegetariana, aquella que no abraza la revolución ni la expropiación de los medios de producción, aún suspira con dichas líneas.

Sin embargo, el uruguayo sorprendió a propios y extraños cuando, el año pasado, renegó de su obra. "No sería capaz de leer el libro de nuevo (...) esa prosa de izquierda tradicional es pesadísima". E incluso admitió que fue escrito "sin conocer debidamente de economía y política". La columna Bello de The Economist lo puso de mejor manera cuando señaló que "fue casi como si los discípulos de Jesús hubieran admitido que el Nuevo Testamento fue un gran malentendido". El acto de Galeano, añadió Michael Reid, autor de Bello, resaltaba "el fracaso intelectual de la izquierda latinoamericana".

Galeano mostró gran valor al revocar su principal trabajo. Lamentablemente esa honestidad intelectual no le alcanzó para quitarle el apoyo a la dictadura cubana, la cual defendió a lo largo de las décadas, a pesar de los calabozos, fusilamientos y campos de concentración. Lamentablemente, su admiración al régimen estalinista de los Castro le duró hasta sus últimos días. Para la izquierda, abrazar a la dictadura cubana es un pecadillo perdonable, y quienes lo condenamos somos reaccionarios que vivimos atrapados en la Guerra Fría. Pero para quienes han sufrido sus horrores, no es peccata minuta.

Por eso recojo lo escrito por una amiga cubana que vive en Costa Rica a raíz del fallecimiento de Galeano: "que descansen los muertos y que sean libres los vivos".

Publicado originalmente en El Financiero (Costa Rica) el 15 de abril de 2015.

Presidentas en problemasLas comparaciones, en general, resultan odiosas; y, con frecuencia, el pasto del vecino es más verde. Estas simples afirmaciones, válidas para la vida diaria, las podemos aplicar a la coyuntura política regional que esta viviendo Argentina, Brasil y Chile. ¿Qué tienen en común y qué diferencia las crisis que están sufriendo las tres presidentas en ejercicio de estos países?

Descartado de antemano que es un tema de género, y mucho menos un “femicidio político” como sugirió una destacada periodista chilena, lo concreto es que Cristina Fernández, Dilma Rousseff y Michelle Bachelet están unidas por una fuerte caída en su popularidad. La presidenta brasileña se acerca al 70% de rechazo, en tanto que las mandatarias chilena y argentina bordean el 60% producto de una crisis de credibilidad y confianza originada en  los escándalos de corrupción, nepotismo, uso de información privilegiada y financiamientos reñidos con las “buenas costumbres”, que han dado origen a los denominados casos Boudou en Argentina, Petrobras en Brasil y Caval, SQM y Penta en Chile.

¿Son lo mismo en todos ellos? Claramente, no. En Chile, la solidez de la respuesta la han dado las instituciones en el sentido de hacer cumplir la ley con transparencia, como así también la reacción de la opinión pública que ha marcado una clara diferencia. Afortunadamente, dirá más de alguien, pues al contrario de Argentina con una presidenta casi ausente y encerrada en su casa; en Brasil, Dilma sigue ejerciendo su liderazgo y mantiene la conducción política; mientras que en Chile, la presidenta Bachelet ha dado señales equívocas que incluso han llegado a difundir el rumor que “debe o ha pensado en renunciar”, si es que pasa por ahí la solución, lo que evidentemente es un error pues provocaría una grave crisis institucional.

El “caiga quien caiga” es mayoritario en el sentir chileno, como así también el rechazo a aceptar acuerdos de cúpulas, y mucho menos consignas que --lamentablemente-- son una realidad tanto en Argentina y Brasil como en otros países. Me refiero a cerrar los ojos, mirar para el lado y afirmar: “roban… pero hacen”.

La cuestión no tiene que ver con los montos involucrados como erróneamente se consigna en parte de la opinión pública extranjera. Nos dicen: “lo de ustedes es ridículo”, son “montos mínimos”, como si con eso aminorara la falta. Por ningún motivo. Ahí esta, quizás, la fortaleza, la oportunidad y la diferencia que aún podemos marcar en Chile: la no complicidad con la corrupción.

Somos tan latinoamericanos como nuestros vecinos y amigos a quienes apreciamos, pero no por ello hemos de adoptar sus malas prácticas. Ya nos hemos acercado lo suficiente al populismo y al “macondo" regional, en tanto que las tres comparten la ambición de reelegirse, el gusto por el poder y no saber retirarse a tiempo.

Por ahora, nuestro pasto sigue siendo más verde que el de los vecinos y amigos. Es tiempo de abono y mejorar el riego, no vaya a ser que también termine por secarse.

Publicado originalmente en t13 (Chile) el 10 de abril de 2015.

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