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Archivo por Octubre 2010

La noticia de que el novelista peruano Mario Vargas Llosa ganó el premio Nóbel de Literatura me ha llenado de alegría. Este premio representa una gran contribución a la libertad en América Latina. Mediante su genio literario, sus prolíficos ensayos y su incansable activismo, Vargas Llosa se ha constituido en quizás el intelectual más conocido de América Latina, y seguramente su liberal clásico más reconocido. Durante décadas ha utilizado su habilidad de llegar a una audiencia masiva para promover los principios de una sociedad libre, convirtiéndose en el principal defensor del capitalismo democrático en la región.

No siempre fue así. En la década de los sesenta cuando sus primeras novelas recibieron un amplio reconocimiento, Vargas Llosa fue representativo del establishment intelectual en América Latina,  mostrando admiración por la revolución cubana y defendiendo las políticas de la izquierda radical. Incluso en ese entonces, sin embargo, el anti-autoritarismo y la preocupación por el individuo eran temas destacados en sus novelas. En un ejemplo de pensamiento independiente que caracteriza el compromiso con la verdad de Vargas Llosa, él se distanció del establishment intelectual a principios de la década de los setenta, firmemente denunciando la revolución de Fidel Castro y apartándose del estatismo en general. Su cada vez más sólida defensa de la libertad individual se vio fortalecida cuando descubrió, ya para la década de los setenta, el trabajo del premio Nóbel Friedrich Hayek, a quien Vargas Llosa cita como una de las tres influencias intelectuales más importantes sobre su pensamiento (las otras dos son Karl Popper e Isaiah Berlin).   

Un comunicador extremadamente versátil, Vargas Llosa ha explorado los problemas sociales más profundos de América Latina y ha deshecho los mitos de la visión utópica de los líderes demagógicos tan comunes en la historia la región. Un tema importante en su novela de 1981, La guerra del fin del mundo, por ejemplo, era que las promesas colectivistas de una mejor vida o felicidad solo pueden terminar en fanatismo —especialmente si varios tipos de colectivismo se ven enfrentados entre sí— precisamente porque la civilización depende de la primacía del individuo y de una consideración respetuosa de la realidad, en lugar de una dependencia dogmática de las ideas abstractas pero erróneas acerca de cómo podría funcionar el mundo.

En lugares como Rusia o América Latina donde la tradición de la libertad individual es poca o nula y donde las personas confían poco en las principales instituciones de la sociedad, el novelista muchas veces se ubica en una posición especial, casi de deidad. Sea justo o no, es visto como alguien confiable porque sus ideas son propias y porque de alguna manera ha logrado permanecer independiente de las influencias corruptoras de la sociedad. Esto le ha dado a Vargas Llosa una posición desde la cual ha ofrecido regularmente aseveraciones que instantáneamente han provocado debates y que muchas veces han pasado a ser parte del léxico nacional. En 1990, por ejemplo, durante una visita a México, se refirió al longevo gobierno del PRI como “la dictadura perfecta”. Aquello escandalizó a la clase política y a la elite intelectual en gran parte de América Latina, pero cualquier taxista de México DF diría que eso era absolutamente cierto.

El año pasado en una conferencia organizada en Caracas por el centro de investigaciones liberal, CEDICE, y en un momento en que Hugo Chávez estaba radicalizando su revolución socialista, Vargas Llosa declaró “No queremos que Venezuela se convierta en una sociedad totalitaria comunista”. Esa declaración provocó que Chávez lo retara a él y a los “neoliberales” a realizar un debate transmitido por televisión nacional, lo cual resultó ser una treta de la cual Chávez desistió después de que Vargas Llosa aceptó el reto. Vargas Llosa, por lo tanto, ganó el debate sin que este se haya dado. Todo el episodio fue destacado en la región como un golpe a Chávez, enfatizando la naturaleza cerrada y cobarde de su régimen.

Cuando Vargas Llosa escribe y habla de economía, el efecto es similar, como cuando explica que históricamente en América Latina nunca existió el capitalismo. Para aquellos que desean entender cómo funcionan realmente las economías latinoamericanas y cómo el libre mercado es el sistema económico más compatible con la manera en que viven los latinoamericanos, todavía recomiendo el prólogo de Vargas Llosa a las primeras ediciones del clásico de Hernando de Soto, El otro sendero, como uno de las más lúcidas explicaciones de la política económica de la región.

Tal vez el mejor ejemplo de la influencia de Vargas Llosa sobre la agenda reformista se encuentra en su país natal, Perú. A fines de la década de los ochenta, luego de que el presidente Alan García había llevado al país a la ruina, Vargas Llosa decidió candidatizarse a la presidencia, luego de haber liderado protestas masivas en contra de los planes de García de estatizar aún más al país. Vargas Llosa articuló una campaña con un plan de gobierno explícitamente liberal, proponiendo reformas radicales de mercado. Perdió la elección de 1990 frente a Alberto Fujimori, quien hizo campaña con una plataforma moderada y utilizó tácticas temerarias y trucos sucios para ganarse al electorado.

Pero las ideas de Vargas Llosa ganaron. Después de Chile, Perú se convirtió en el país latinoamericano que implementó el conjunto de reformas más radicales y profundas en un corto periodo de tiempo. Las reformas resultaron en un alto crecimiento y fueron muy populares. Cuando Fujimori anuló la constitución y cerró el Congreso, Vargas Llosa acertadamente criticó la medida y los abusos que se dieron después. Pero las reformas económicas que los siguientes gobiernos democráticos han dejado intactas o han profundizado transformaron al país y hasta ahora lo han convertido en una historia de éxito latinoamericana. Perú está demostrándoles a los latinoamericanos la superioridad de la democracia de mercado frente al populismo autoritario. No debería sorprendernos que Alan García, quien es actualmente presidente por segunda vez, sea uno de los más acérrimos rivales de Hugo Chávez. Alan García es ahora uno más de aquellos que fueron convertidos por Vargas Llosa.

Como peruano, tengo una deuda personal de agradecimiento con Vargas Llosa. He sido influenciado por él desde joven, y cuando estudiaba en Northwestern University durante su campaña presidencial, su plan de gobierno liberal influyó mis estudios y representó un claro contraste con las lecturas que me asignaba mi profesora izquierdista de política latinoamericana. Me siento honrado de que Vargas Llosa desde ese entonces se haya convertido en un amigo que generosamente ha respaldado el trabajo de Cato y que, como siempre, nos ha ayudado a todos los que promovemos los principios liberales a lo largo de la región. A través de su conducta y sus ideas, él sigue siendo un maestro.

Gracias Mario.

Hablamos del muy conocido personaje egresado de las universidades de Oxford y Cambridge cuyos intereses básicos son la relatividad, la termodinámica, la mecánica cuántica y la cosmología. Cuando tenía treinta y dos años fue diagnosticado con una atrofia neuromuscular irreversible y progresiva. Su padre era un reconocido biólogo y su madre, que influyó mucho en la vida de su hijo, militaba en el Partido Comunista en Gran Bretaña. Enseñó en Cambridge de 1979 a 2009 y fue el integrante más joven de la Royal Society de Londres. Se casó en Jane Wilder que a su vez se doctoró en literatura medieval y quien declaró que “si no hubiera sido por Dios no hubiera podido sobrellevar la enfermedad de mi marido” quien siempre subraya que ella le cambió la vida “ya que me hizo pasar de la concentración en mi enfermedad a concentrarme en mi trabajo”.

Su libro más conocido es A Brief History of Time del cual se vendieron diez millones de copias y se tradujo a una treintena de lenguas (seguramente mucho más vendido que leído). En el último párrafo de esa obra se consigna que cuando se explique por qué existimos nosotros y el universo “estaremos en condiciones de conocer la mente de Dios” tal como lo habían subrayado autores como Michel Faraday, Hugh Ross, Henry Schaefer y Frederick Burnham quien escribe que “hoy es más creíble la idea de Dios que hace un siglo”. Incluso ateos que tanto han escrito y enseñado sobre la inexistencia de Dios como el profesor Anthony Flew reconsideraron su postura y en base a los adelantos de la ciencia (según este autor, principalmente debido al desarrollo del ADN) se declaran deístas en el mismo sentido que lo eran Thomas Paine, Voltaire, Thomas Jefferson y Benjamin Franklin.

Ahora el profesor Hawking manifiesta a raíz de su nuevo libro The Grand Design, escrito en coautoría con Leonard Mlondinow, que “Dios puede existir pero la ciencia puede explicar el universo sin la necesidad de un creador […] Dada la existencia de la gravedad, el universo puede crearse a si mismo”. Y, demás está decir, nada hay objetable en cambiar de opinión, la historia de la ciencia es la historia de cambios de opinión puesto que el conocimiento está asentado en la provisionalidad y abierto a posibles refutaciones, de allí la sabiduría del lema de la mencionada Royal Society: nullius in verba (no hay palabras finales).

Pero veamos el aspecto medular respecto a la existencia de Dios más de cerca. Ahora estamos leyendo estas líneas quienes provenimos de nuestros padres, abuelos, bisabuelos, etc. pero naturalmente no podemos llevar esta sucesión regresiva ad infinitum, puesto que si esto fuera así equivale a afirmar que las causas que nos dieron origen nunca comenzaron, ergo no podríamos estar leyendo ahora estas líneas puesto que sencillamente no existiríamos. Por ende, una primera causa se torna inexorable. Esta primera causa se suele denominar Dios, Alá, Yahvé o sus equivalentes, lo cual para nada es incompatible con la fundada conjetura del Big-Bang que es un fenómeno contingente y no necesario como lo es la primera causa o causa incausada. Altas temperaturas generadas por una explosión inicial produjeron y continúan produciendo mayor energía y mayor velocidad que, a su vez, conducen a coaliciones entre partículas que así se multiplican, todo lo cual genera la expansión del universo. A su turno, esta expansión se traduce en menores temperaturas que a su vez producirían una contracción del universo o Big-Crunch final. Por su parte, los agujeros gravitacionales primero tienden a frenar la expansión y luego acelerarían la referida contracción. Si el Big-Bang, a través de un proceso evolutivo, se traduce en los componentes físico-químicos de la creación que no son autosuficientes sino contingentes, no pueden constituir la causa incausada o ser necesario y autosuficiente que ontológicamente debe estar separado de la creación y no ser la creación misma.

Por otra parte, la psique, el alma o la mente es inexorable en el ser humano puesto que, de lo contrario, si fuéramos kilos de protoplasma, no habría tal cosa como proposiciones verdaderas o falsas, ideas autogeneradas o la posibilidad de argumentar y revisar nuestros propios juicios. Si hacemos las del loro o somos máquinas como sostiene el materialismo filosófico (o el determinismo físico para recurrir a la terminología popperiana en cuyo contexto refuta a quienes niegan los estados de conciencia), no podríamos ni siquiera intentar una defensa del propio materialismo sin negarlo al abdicar de la condición humana.

Por todo esto es que científicos como el premio Nobel en Física Max Plank en su conferencia “Religion and Naturwissenschaft” ha dicho que “Donde miremos, tan lejos como miremos, no encontraremos en ningún sitio la menor contradicción entre religión y ciencia natural: antes al contrario, encontraremos perfecto acuerdo en los puntos decisivos. Religión y ciencia natural no se excluyen, como algunos temen hoy en día, sino que se complementan y se condicionan una a la otra […] precisamente, los máximos investigadores de todos los tiempos, Kepler, Newton, Leibnitz eran hombres penetrados de profunda religiosidad”.

El premio Nobel en Neurofisiología John Eccles ha escrito en La psique humana que “Abrigo la esperanza que la filosofía expresada [en este libro] contribuya a restituir a la especie humana la creencia en el carácter espiritual de una naturaleza que toda persona posee que está superimpuesta a su cuerpo y cerebros materiales. Esta restitución traerá de la mano una iluminación religiosa que dará esperanza y significado a la inefable existencia como yo conciente a la persona humana […M]e he esforzado en mostrar que la filosofía dualista-interaccionista conduce a la creencia en la primacía de la naturaleza espiritual del hombre, lo que a su vez conduce a Dios”.

Y Albert Einstein —en cita de R. B. Downs en su monumental Albert Einstein: Relativity the Special and General Theories— ha proclamado que “Mi religión consiste en una humilde admiración del ilimitado espíritu superior que se revela en los más mínimos detalles que podemos percibir con nuestra mentes frágiles y endebles. Mi idea de Dios se forma de la profunda emoción que proviene de la convicción respecto de la presencia del poder de una razón superior que se revela en el universo incomprensible”.

Por supuesto que todo lo dicho tiende a arruinarse, desfigurarse y degradarse a través de mentes calenturientas, desviadas y arrogantes que pretenden hablar en nombre de Dios y que dicen saber su “pensamiento” lo cual ha desencadenado y desencadena masacres inquisitoriales y guerras “santas” que han liquidado y que liquidan buena parte de la civilización en nombre de la “bondad” y la “misericordia divina”. Tamaños energúmenos desde el púlpito y otras tribunas han hecho mucho y hacen mucho para la desaparición de todo vestigio religioso con sus prédicas colectivistas y otras variantes disolventes y supersticiosas que a veces calan hondo en feligresías desprevenidas e inocentes. Estos discursos inauditos y absurdos de charlatanes inescrupulosos constituyen una fábrica macabra de producir ateos en serie y muchas veces anulan esfuerzos serios por demostrar la naturaleza y el significado de la religatio.

Este artículo fue publicado originalmente en Diario de América (EE.UU.) el 7 de octubre de 2010.

Felicitaciones, Mario Vargas Llosa

Publicado por Edward Crane

De parte de todos mis colegas del Cato Institute, felicito al escritor peruano Mario Vargas Llosa por haber ganado el Premio Nóbel de Literatura de este año. Mario se ha destacado no solo como uno de los novelistas más importantes del mundo, sino también como el liberal más conocido de América Latina --un campeón del capitalismo democrático que nunca ha tenido miedo de enfrentar al poder con la verdad. Sus ensayos y su activismo incansable han educado a millones de personas en América Latina y ha inspirado a nuevas generaciones a que aprecien y cultiven la cultura de la libertad. Su visión de una América Latina moderna también ha influenciado el trabajo de Cato dentro y fuera de la región. Nos sentimos honrados y agradecidos de que Mario desde hace mucho ha sido un amigo de Cato y esperamos continuar esta amistad en busca de difundir los principios liberales que compartimos.

El caos político e institucional es algo común en la historia reciente de Ecuador. Una persona cínica podría incluso interpretar la violenta sublevación policial de ayer, que puso en jaque la continuidad del gobierno de Rafael Correa, como "el regreso a la normalidad" de una nación que ha tenido 10 presidentes en los últimos 15 años. Aún así, a pesar de la naturaleza caótica de su política, Ecuador ha gozado de una relativa estabilidad económica desde que adoptó el dólar estadounidense como su moneda oficial el 9 de enero del 2000.

En un país donde los presidentes son regularmente derrocados por turbas o sublevaciones populares, se puede esperar que la economía --y particularmente el valor de su moneda-- colapse con cada crisis. Esto era precisamente lo que sucedía en Ecuador en la década anterior al 2000, cuando la inflación promedio fue del 37,5% al año. Sin embargo, en los 10 años posteriores a la dolarización, la tasa promedio de inflación ha sido del 6,8% anual. E incluso esta cifra se encuentra un poco abultada por el hecho de que la inflación llegó a un pico del 91% durante el primer año de la dolarización y permaneció alta el año siguiente (Esa alza inicial se debe a que en el momento de adoptar el dólar, el gobierno fijó un tipo de cambio particularmente alto para el sucre, la antigua moneda ecuatoriana, lo que produjo una enorme devaluación que generó una alta inercia inflacionaria ese año). No obstante, la tasa de inflación de Ecuador rápidamente disminuyó y en gran medida ha convergido con la de EE.UU. en los últimos años:

Inflacion en Ecuador y en EE.UU.

Por supuesto, no hay panaceas en el desarrollo económico. La sólida política monetaria de Ecuador no ha sido complementada con reformas igualmente coherentes en los ámbitos tributario y fiscal, o en las áreas de políticas comercial, laboral y de regulación de negocios, por ejemplo. Ecuador se ubica en la posición 109 (de 141 economías) en cuanto a libertad económica de acuerdo al último reporte de Libertad Económica en el Mundo: Informe Anual 2010. Aún así, incluso cuando colapsan las instituciones políticas y democráticas del país, gracias a la dolarización los ecuatorianos pueden estar seguros de que el valor de su moneda no se verá amenazado.

Guayaquil, Ecuador— Ayer se sublevó la policía contra el presidente ecuatoriano y el ejército terminó enfrentándose con la fuerza pública. Pero la crisis política no empezó ayer.

Los ecuatorianos hemos vivido con inestabilidad política desde antes del 2000. Esta inestabilidad, contrario a lo que se ha reportado en la prensa internacional, se agravó (aunque no empezó) con la llegada a la presidencia de Rafael Correa, quien como primer acto de rebeldía frente al Estado de Derecho no juró respetar la Constitución vigente en ese entonces. Desde ese día, una cadena de importantes atropellos al orden constitucional vigente y a la separación de poderes construyeron el camino hacia la lamentable violencia de ayer.

Apenas dos meses después de haber llegado al poder en enero de 2007, un Tribunal Supremo Electoral (TSE), probablemente capturado por el ejecutivo, destituyó a toda la oposición en el congreso. Hacerlo le correspondía solamente a la Corte Suprema de Justicia (CSJ).

En abril del mismo año un Tribunal Constitucional (TC) independiente de los demás poderes y con sólidos argumentos, restituyó a los diputados. La policía nacional, bajo órdenes del presidente, permitió que ingrese al TC una turba violenta de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE) y del Movimiento Popular Democrático (MPD). El país escuchó a través de los medios de comunicación como el presidente se rebelaba ante la decisión del máximo órgano del Estado ecuatoriano, el poder que interpreta la Constitución.

En diciembre de 2007, la mayoría gobiernista en la nueva Asamblea Constituyente emite su primer mandato declarándose de “plenos poderes” y disolviendo el congreso democráticamente elegido.

Hoy, a más de un año de la nueva Asamblea Nacional, es evidente que esta no goza de independencia y que el principal legislador del país es el ejecutivo. La Asamblea tampoco ha podido fiscalizar.

La ley de servicio público que desató la sublevación de la policía nacional se da luego de que el presidente se ha valido de una serie de artimañas para evitar que la Asamblea actúe de manera independiente. Demorar el debate hasta comprar los votos necesarios, secuestrar a los asambleístas oficialistas para evitar que haya quórum para sesionar y votar, prometer cambios en proyecto de ley para conseguir votos y luego eliminar esos cambios mediante un veto presidencial, esconder un proyecto de ley hasta que expire el tiempo de debate y esta entre por el Ministerio de la Ley tal como la envió el ejecutivo, etc. Los policías, así como los estudiantes, los profesores, los mineros —todos habiéndose manifestado recientemente— están conscientes de que todo el poder lo concentra el presidente y de que es con él que tienen que negociar si quieren cambios.

Ayer cuando me enteré por televisión de la sublevación de los policías, rebelión que no era por libertad sino por conservar prebendas del Estado, honestamente pensé que el presidente intentaría negociar con los policías. Lo sorprendente fue que al llegar al Regimiento 1 de la policía nacional en Quito, el presidente subió el tono de la confrontación gritando a todo pulmón: “¡Si quieren matar al presidente…Aquí está! ¡Mátenlo pues!” Aseveró que no daría “ni un paso atrás”. Esto constituyó una provocación a los policías, quienes luego no permitieron que aterrice un helicóptero que pretendía sacar al presidente del regimiento. El resto del día la crispación y la violencia continuó aumentando.

No debería sorprender que en un país donde ninguna de las autoridades parece respetar la ley, la policía amanezca pensando que tampoco tiene que respetarla y se tome las calles. El gobierno ha dado el ejemplo, sistemáticamente a lo largo de los últimos casi 4 años, de que es legítimo hacer cambios por la fuerza. El gobierno ha recurrido a medidas de hecho constantemente. No contaba con que otros tomen medidas de fuerza en su contra.

Hubo asaltos a bancos, atracos a mano armada en las carreteras, cierres de bancos y centros comerciales por seguridad, etc. A las 11:30 de la mañana el gobierno ordenó a todos los medios de comunicación del país transmitir solamente la señal de uno de los 20 medios estatales, Ecuador TV. A esa hora empezó una larga cadena nacional de arengas de las principales autoridades del gobierno y activistas políticos pidiendo por la libertad del presidente. Tuvimos que recurrir a Twitter y a canales en el extranjero (Telesur con un reportaje altamente sesgado y NTN24 de Colombia) para informarnos. Incluso CNN se vio limitado a transmitir la señal estatal.

Manifestantes de la oposición junto con algunos policías irrumpieron en la estación de Ecuador TV para obligar al canal público a transmitir versiones no oficiales de lo que estaba sucediendo. Cuando iba a hablar el segundo manifestante el gobierno cortó la señal. A las nueve de la noche Ecuavisa y Teleamazonas desobedecieron al gobierno y volvieron a transmitir su señal y los ecuatorianos vimos una balacera de casi 40 minutos en vivo. Ecuavisa reportó que el presidente había autorizado una operación militar para que lo rescaten con 500 soldados.

No hay nada que celebrar por lo que ocurrió ayer. Vivimos con la ley de la selva. No hemos vuelto al Estado de Derecho. El mundo vio la balacera entre nuestros militares y policías. Esa balacera continuó mientras que el presidente salía sonriente y fresco a dar un discurso combativo frente a una multitud de gente que lo vitoreaba. La balacera no la pudimos seguir porque los medios tuvieron que volver a transmitir la señal estatal. Solo podíamos ver al presidente en el balcón de Carondelet culpando a la oposición de todo lo sucedido.

El daño es grave. Los ciudadanos le hemos perdido el respeto a los policías y a las autoridades. Los ecuatorianos de mi generación nunca habíamos visto violencia de ese calibre. Tampoco habíamos experimentado un control de información como el que hubo ayer.

Los demócratas del hemisferio deben estar sumamente preocupados de lo que está por venir en Ecuador. Todo parece indicar que la revolución se va a radicalizar, aprovechando el baño de popularidad que ha recibido el presidente luego de que se presentó como héroe nacional. Seguramente apuntarán a la prensa independiente que queda y a la fragmentada oposición.

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