Centros de Progreso, Parte 36: Sevilla (navegación)

Chelsea Follett indica que las expediciones que partieron del puerto en Sevilla expandieron los horizontes de la humanidad.

Por Chelsea Follett

Hoy presentamos la parte No. 36 de una serie de artículos publicados por HumanProgress.org denominada Centros de Progreso. ¿Dónde ocurre el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Esta columna proveerá una introducción breve a los centros urbanos que fueron el sitio de importantes avances culturales, económicos, políticos, tecnológicos, etc.

El Centro de Progreso No. 36 es Sevilla durante la Era de los descubrimientos en Europa, entre mediados del siglo 15 hasta mediados del siglo 16, cuando la ciudad era un importante puerto a la vanguardia del progreso en la navegación marítima. En 1519, una expedición con cinco barcos salió de Sevilla con la intención de darle la vuelta al mundo. En 1522, solo un barco de esa expedición regresó, el galeón Victoria. Y victorioso fue, habiendo navegado 42.000 millas para circundar exitosamente el globo —un hito en la historia de la navegación

Hoy, Sevilla es la capital, así como también la ciudad más poblada y rica en Andalucía, y su puerto continúa ocupado dado que es el único puerto de río en España. El puerto maneja exportaciones como vino, fruta (incluyendo naranjas, que es conocido que crecen por todo su alrededor y perfuman la ciudad de Sevilla), aceitunas y minerales. El puerto también maneja importaciones, incluyendo aceite y carbón. La construcción de buques es una parte importante de la economía de la ciudad, junto con la industria de servicios y turismo. La ciudad es conocida como la capital mundial del baile flamenco, y a lo largo de la ciudad hay frecuentes presentaciones de esa forma de baile, que es probablemente una fusión de formas de danza asiáticas y europeas, derivada de una ola de inmigración del noroeste de India hacia Andalucía entre los siglos 9 y 14. La ciudad también es conocida entre los turistas por sus shows de toros y su religiosidad, con muchos creyentes volcándose a la ciudad durante sus festejos de Semana Santa (La Semana Santa de Pascua). La ciudad también es el lugar de varias óperas famosas, incluyendo el Barbero de Sevilla o La Traviata

Las maravillas arquitectónicas de Sevilla han sido destacadas como el fondo de películas y series de televisión famosas, incluyendo la Guerra de las Galaxias y Juego de Tronos. Mientras que la ciudad contiene destacados edificios modernos, como la estructura encofrada más grande de madera, las distintivas Setas, Sevilla sigue siendo mejor conocida por su arquitectura histórica. El casco antiguo de la ciudad contiene no menos que tres Sitios Patrimonio de la UNESCO. Uno de estos es el palacio real Alcázar de estilo mudéjar, que fue en gran medida construido por los castellanos en el siglo 14 en el lugar de una fortaleza de la anterior era de la dinastía abadí (1023-1091), incorporando algunas de las estructuras originales, para convertir este sitio en el hogar del Rey Pedro el Cruel (1334-1369). Hasta hoy, la familia real continúa ocupando el Alcázar cuando visita Sevilla, haciendo que este sea el palacio más antiguo en Europa que todavía está en uso. 

Otro Sitio Patrimonio del Mundo es la Catedral de Sevilla, que tardó más de un siglo en ser construida. Completada en 1507, esta presentaba una imagen extravagante durante la era de oro de Sevilla de comercio, justo como lo hace hoy. Sigue siendo la Iglesia gótica más grande del mundo, así como también la Iglesia más grande de cualquier tipo. Se dice que al comité de la construcción original se le encargó crear algo “tan bello y tan magnífico que aquellos la vean pensarán que estamos locos”. Los árboles de naranja que la rodean encantan a los visitantes con el olor característico de Sevilla. 

El último Sitio Patrimonio del Mundo es el Archivo General de las Indias. Este fue comisionado en 1572 por el Rey Felipe el Prudente (1527-1598), quien supervisó el clímax del Imperio Español, para servir como la Casa de Cambio de los Mercaderes (Casa Lonja de Mercaderes) donde los comerciantes de Sevilla podían hacer negocios relacionados con sus viajes al Mundo Nuevo. A lo largo de su historia, diferentes porciones de esta enorme construcción del Renacimiento han servido tales propósitos diversos como una academia de pintura, una bodega para almacenar granos, y un refugio para huérfanos y viudas. Como su actual nombre lo sugiere, el Archivo General de las Indias ahora sirve como un repositorio de documentos de archivo que ilustran la historia del Imperio Español y su comercio transatlántico

Según la mitología, el fundador de Sevilla fue nadie más y nadie menos que el famoso héroe semi-dios de la literatura clásica, Hércules. Una plaza con un jardín llamada la Alameda de Hércules, construida en 1574, saluda a los visitantes hasta el día de hoy con una imponente estatua del héroe. Más precisamente, el fundador mítico de la ciudad fue el dios fenicio Melgar, quien luego fue identificado con Hércules. La parte más antigua de Sevilla probablemente fue construida alrededor del siglo 8 a.C., en una isla en el Río Guadalquivir (derivado del árabe al-wādī l-kabīr, que significa “el gran río”). Sevilla fue multicultural desde su fundación, definida por la mezcla de los Tartessos, un pueblo ibérico indígena, y los fenicios, quienes fueron atraídos por el potencial de la ciudad para convertirse en un puerto comercial. 

La geografía de Sevilla tal vez la destinó a convertirse en un puerto importante. La ciudad marca el punto en el río Guadalquivir de 408 millas de largo después del cual los barcos ya no pueden continuar viajando tierra adentro. Como el único río importante y navegable de España, el Guadalquivir ha sido utilizado para transportar productos desde al menos el siglo 8 a.C. cuando los antiguos fenicios trasladaron metales preciosos que fueron minados en España con botes, cargándolos hacia el mar y entregando la carga al primer puerto importante del mundo en Byblos, en lo que hoy es el Líbano, así como también a los asirios. El río no solo era la principal arteria del tráfico de entrada y salida de Andalucía, sino que además proveía acceso al Atlántico, que luego se volvió crítico para la exploración del Mundo Nuevo y, últimamente, el logro de darle la vuelta al globo.

A lo largo de los años, Sevilla fue gobernada por la cartagineses, los romanos (cuyos muros de la ciudad permanecen parcialmente intactos), los visigodos, los moros, y los castellanos. La ciudad siempre fue una importante puerta de entrada para el comercio y fue progresivamente diversificándose mediante el constante flujo entrante de productos y personas de culturas diferentes. Pero fue durante la Era de Oro de España, en el punto máximo del comercio transatlántico del Imperio Español en el siglo 16, que Sevilla llegó a ser una de las ciudades más grandes de Europa Occidental

Si podría visitar Sevilla durante sus días de gloria, entraría en una metrópolis intoxicarte con una arquitectura ecléctica representando siglos de mezcla de culturas. Como una rima española dice, “Quien no ha visto Sevilla, no ha visto maravilla”. Caminando alrededor de las multitudes a lo largo de los caminos cuidadosamente azulejados y de sus plazas con mosaicos, hubiese visto un pujante centro comercial y cosmopolita que era el lugar de comerciantes de alrededor del continente, y hubiese escuchado no solo español, sino inglés, flamenco, e italiano, entre otros idiomas. Mientras que el Islam fue prohibido en 1502, allí permaneció una minoría significativa de moros, anteriormente musulmana, conocidos como moriscos, algunos de los cuales continuaron practicando el Islam en secreto. Los africanos esclavizados estarían enardecidos con las habladurías de las últimas expediciones marítimas pioneras, conforme las grandes potencias europeas competían por el dominio de las avenidas del comercio oceánico y participaban en una carrera para ser los primeros en descubrir rutas marítimas prometedoras hacia tierras inexploradas. 

En 1503, España le concedió a Sevilla derechos exclusivos de comercio con el Mundo Nuevo, y la ciudad prosperó. Pero, como el historiador británico Richard Cavendish ha notado, “La idea de que dicha red de actividad humana podía ser controlada por una burocracia demostró ser irremediablemente irrealista y a pesar de toda la cascada de plata, España siguió siendo un país pobre”. El que el peso del monopolio de Sevilla y otras políticas que limitaban la libertad económica pusieron sobre la economía española contribuyeron a los problemas financieros del gobierno, incluyendo nuevo eventuales bancarrotas de la Monarquía Española (1577, 1575, 1596, 1607, 1627, 1647, 1652, 1662, y 1666). Los privilegios respaldados por el gobierno y gozados por las élites en áreas que van desde el comercio hasta el manejo de la tierra, la inflación monetaria derivada de la llegada de la plata del Mundo Nuevo, y el alto gasto del gobierno en la guerra eran algunos de los factores que socavaron el desarrollo económico. La era de oro de Sevilla fue corta, acabando cuando la corona transfirió el control del comercio con el Mundo Nuevo a Cádiz en 1717. 

Entre las multitudes de la Sevilla del siglo 16, hubiese podido ver al conocido novelista Miguel de Cervantes (1547-1616), quien estudió en el colegio jesuita de Sevilla en la década de 1560 y volvió a la ciudad en 1588 durante unos cuantos años. Sevilla aparece en varios de sus trabajos, por ejemplo, al proveer el lugar para su novela acerca del crimen organizado en la ciudad, Rinconete y Cortadillo. En un poema, Cervantes caracterizó a la ciudad de esta manera: “¡oh gran Sevilla, Roma triunfante en ánimo y riqueza!” En la obra maestra de Cervantes, Don Quixote, el epónimo carácter principal de esa novela pionera (primero publicada en 1605), recibe una invitación para visitar Sevilla porque “era justo el lugar para encontrar aventura, porque en cada calle y cada esquina de la calle habían más aventuras que en cualquier otro lugar”. 

Una sensación de aventura ciertamente debe haber llenado el aire en el fatídico día en el que una expedición zarpó desde el puerto de Sevilla con la intención de darle la vuelta al mundo. Ese logro tuvo un costo: la expedición partió con alrededor de 260 personas, pero solo 18 de regresaron a Sevilla luego de completar la vuelta. Siendo un reflejo de la reputación multicultural de Sevilla, los sobrevivientes que completaron el viaje representaban a varias nacionalidades. Había tres Galicias, tres castellanos, dos griegos, un supernumerario veneciano, un sobrecargo jefe de Génova, un marino portugués, un artillero alemán, y seis personas vascas, incluyendo el capitán final de la expedición, Juan Sebastián Elcano (c. 1486-1526). El veneciano Antonio Pigafetta (c. 1491-c. 1531), mantuvo diarios precisos que sirven como crónica de un viaje que muchos académicos consideran el relato más confiable de la expedición. Ausente en el retorno estaba el explorador portugués Fernando Magallanes (1480-1521), quien había planificado la expedición española, pero murió en ruta hacia las Filipinas.  

La era del descubrimiento de Europa presenció la competencia entre muchos países, pero Portugal y España lideraron el camino. Primero, Portugal dominó, descubriendo y proclamando el dominio de los archipiélagos atlánticos de Madeira y Azores en 1419 y 1427, respectivamente, y encontrando una ruta marítima hacia la India que cambiaría el juego en 1498, alrededor del Cabo de Buena Esperanza de África. El enfoque portugués en la navegación incluso resultó en el inusual apodo real del Príncipe Enrique el Navegante (1394-1460). En 1501, el florentino Americo Vespucci (1451-1512), mientras que estaba en una expedición portuguesa buscando otra ruta marítima hacia Asia, descubrió lo que el denominó el Mundo Nuevo —y de este nombre obtenemos el término “América”. Los avances en la construcción hacia principios del siglo 16 de embarcaciones, incluían el desarrollo de un tipo de embarcación más estable, rápido y más manipulable llamado el galeón. Estos aceleraron el progreso de la navegación. 

Mientras que los gobiernos patrocinando las expediciones puede que hayan sido rivales, los grandes viajes solían ser la empresa de la cooperación multicultural, con miembros de la tripulación proviniendo de muchos países —los españoles sirviendo en expediciones portuguesas y vice versa, conforme las coronas española y portuguesa competían por contratar al mejor talento. España empezó a rivalizar la supremacía de Portugal en el mar en parte gracias a su apertura a la pericia de extranjeros. Fue España la que financió al explorador genovés Cristóbal Colón (1451-1506) en su famoso viaje de 1492 hacia América, que él confundió con las Indias del Este (las Indias Occidentales le deben su nombre a ese error, y “Colombia”, derivada del nombre de Colón, continúa siendo un término poético para América). El nativo de Florencia, Vespucci, murió como un ciudadano español en Sevilla, con el título de navegante y primer piloto mayor de España, en 1512. El explorador español Vasco Núñez de Balboa (1475-1519) se convirtió en el primer europeo que cruzó América hasta llegar al Océano Pacífico en 1513, y en 1516 Juan Díaz de Solís (1470-1516), que puede haber nacido en Sevilla o en Lisboa, se convirtió en el prime europeo en llegar a Uruguay, mientras estaba en una expedición española. 

Magallanes soñaba con encontrar una ruta comercial directa hacia las Islas de las Especias, en lo que hoy es Indonesia, que evitara tener que pasar alrededor de África con sus muchas protuberancias rocosas. La traicionera ruta del Cabo de Buena Esperanza había llegado a ser conocida como el cementerio de barcos. Luego de repetidos intentos fallidos de solicitar financiamiento para su viaje ante el monarca portugués, Magallanes fue a Sevilla en 1517 para probar su suerte con la corona española. Respaldando la visión de Magallanes, pero muy endeudado, el rey adolescente de España (el futuro Emperador Romano Carlos V) fue incapaz de financiar totalmente el viaje. El sector privado intervino para hacer posible la expedición de Magallanes. Cristóbal de Haro (s.m. 1541), un financista nacido en Burgos y un comerciante conectado a los Fuggers, una destacada familia banquera alemana, aportó los fondos restantes y críticos que se requerían para el viaje, así como también los productos con los que la tripulación luego podría hacer trueque. 

En 1519, Magallanes partió de Sevilla con una flota de cinco embarcaciones consistiendo de la principal Trinidad, el San Antonio, la carraca Concepción, el Santiago y la Victoria. La Victoria nació como la Santa María en los astilleros de Ondarroa en el norte de España, y fue utilizada para el comercio entre Castilla e Inglaterra antes de que la corona compara la embarcación en 1518. Magallanes la re-bautizó en honor a su capilla favorita en Sevilla, la Santa María de la Victoria

Luego de un largo viaje a través del Atlántico y de viajes a lo largo de la costa sudamericana en busca de una ruta hacia el Pacífico, el Santiago naufragó en un río argentino en 1520 durante una tormenta. Después, ese mismo año, la expedición descubrió una ruta marítima navegable para cruzar América hacia el Pacífico a través de Chile, que luego recibió el nombre del Estrecho de Magallanes. Hasta que se completó el Canal de Panamá en 1914, el estrecho era el único camino marítimo relativamente seguro entre los océanos Atlántico y Pacífico. En el estrecho, el San Antonio desertó la expedición y volvió a España. Para justificar su deserción, la tripulación describió a Magallanes como un psicópata. Su reputación en Sevilla sufrió y su esposa e hijo fueron sentenciados a un arresto domiciliario. Solo después de que Pigafetta diseminó su relato del viaje fue que la reputación de Magallanes se recuperó. Hasta el día de hoy, las opiniones de Magallanes varían salvajemente. 

Luego de cruzar el estrecho, Magallanes nombró el cuerpo de agua más allá de este como Océano Pacífico debido a que sus aguas eran pacíficas cuando ingresó en ellas. Sin estar consciente de la amplitud del océano, los exploradores esperaban cruzarlo en unos pocos días, la tripulación se había acabado toda su provisión de alimentos y se vieron reducidos a devorar las ratas y el aserrín de la embarcación. La mayoría desarrollaron escorbuto, una enfermedad causada por una deficiencia de vitamina C, y muchos murieron de desnutrición. 

Pero sus problemas no acabaron cuando finalmente llegaron a Guam y las Filipinas. Un miembro esclavizado de la tripulación cuya lengua nativa era malaya, Enrique de Malacca (1495-después de 1522), conversó exitosamente con los locales, demostrando que ellos habían de hecho llegado a Asia. Puede que él haya sido la primera persona en darle la vuelta al mundo. La expedición pronto se vio involucrada en conflicto —la Batalla de Mactan. Magallanes lideró a un grupo de su tripulación para combatir por un gobernante local, Humabon de Cebu, en contra los guerreros de Lapulapu, quien era el jefe tribal de Mactan, una isla ubicada aproximadamente a una milla al este de Cebu. Mientras que la tripulación de Magallanes estaba mejor armada, los hombres de Lapulapu los superaban en número, y mataron a Magallanes con una flecha envenenada. Hoy, los indonesios celebran una fiesta honrando a Lapulapu por derrotar a una fuerza extranjera, y un destacado santuario en Mactan muestra una estatua de Lapulapu, y un mural de Magallanes y Lapulapu en combate. Según Pigafetta, luego de que la tripulación se negó a liberar a Enrique después de la muerte de Magallanes, como estaba especificado en el testamento de este último, Enrique exitosamente conspiró con Humabon para lograr su exterminación y conseguir su libertad. Humabon invitó a una parte de la expedición, incluyendo al astrólogo marítimo, San Martín de Sevilla, a una comida y allí los hizo matar. Los sobrevivientes de la expedición escabulleron (hundieron su embarcación deliberadamente) la Concepción en 1521 porque ya no tenían suficientes hombres para tripular tres barcos, y el Trinidad después naufragó en las Islas de Especias. 

Cuando la Victoria finalmente atracó en el puerto de Sevilla tres años luego de su partida, cargada con especias, esta disparó un saludo con la pólvora que quedaba en la expedición. Pálidos y esqueléticos, los miembros de la tripulación desembarcaron lentamente, para siempre marcados por la memoria de motines, enfermedades, hambre, guerra y tormentas en el mar. Su líder Elcano los llamó “los hombres más flacos que alguna vez existieron”. Las multitudes entusiastas de sevillanos que los saludaron les entregaron velas y los aplaudían conforme los miembros de la expedición caminaban temblando y sin palabras hacia la capilla que le dio nombre a la embarcación, el santuario de Santa María de la Victoria, para darle gracias por haber sobrevivido. Hoy, una losa en la capilla los honra a ellos. A lo largo de su calvario, los primeros navegadores que le dieron la vuelta al mundo contribuyeron profundamente al entendimiento humano de la navegación: encontraron el Estrecho de Magallanes, aprendieron acerca de la inmensidad del Océano Pacífico, y confirmaron que el mundo era redondo. Las especias que ellos transportaron a Sevilla eran valiosas, pero el mayor tesoro que trajeron a casa fue su arduamente ganado conocimiento de navegación. 

Explotando con actividad mercantil y buscadores de aventuras de alrededor de Europa, la Sevilla del siglo 16 le dio a la humanidad la primera expedición que le dio la vuelta al mundo, que fue probablemente “el viaje marítimo más importante en la era de los descubrimientos”. Esa era trajo consigo una nueva etapa de globalización basada en el mar que expandió los horizontes de la humanidad, permitiendo el trazo de mapas del mundo. Conforme civilizaciones distantes entraron en contacto, el conflicto brutal se dio muchas veces, incluyendo el comercio transatlántico de esclavos y las luchas de poderes coloniales. Pero la interconexión global permitió la nueva pericia en navegación de la humanidad, que eventualmente ayudó a crear la sociedad moderna, con un intercambio de largo alcance de conocimiento científico y la prosperidad generada por el comercio mundial. Financiadas tanto por reyes como por comerciantes, las expediciones que partieron del puerto de Sevilla sin duda cambiaron al mundo. Es por estas razones que Sevilla ha encontrado su lugar como nuestro Centro de Progreso No. 36.

Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (EE.UU.) el 3 de mayo de 2022.