Preguntas difíciles acerca de las cuarentenas severas

Steve Hanke y John Strezewski indican que estudios recientes y rigurosos muestran que las cuarentenas habrían logrado poco destruyendo mucho.

Por Steve H. Hanke y John Strezewski

Ahora que todos se han adherido a la “ciencia”, veamos lo que la ciencia nos está diciendo acerca de la eficacia de las cuarentenas para combatir el COVID-19. Suecia, el reino escandinavo de tan solo 10 millones de habitantes, se encuentra en el centro del debate mundial acerca de la eficacia de las cuarentenas. Prácticamente todo el reportaje en la prensa y opiniones de la corriente dominante han criticado firmemente la estrategia singular del país para combatir la pandemia. De hecho, la estrategia de Suecia ha sido denominada como “desastrosa”, “una herida auto-infligida”, y un “fracaso”, para nombrar tan solo unos ejemplos. Entonces, ¿qué exactamente ha hecho Suecia para provocar una reacción tan amarga por parte de la prensa de la corriente dominante?

A diferencia de gran parte del resto del mundo, Suecia se negó a instaurar una cuarentena a nivel nacional o cualquier cosa remotamente parecida a ella. En cambio, ha seguido una estrategia relativamente laissez-faire para abordar el virus, la cual ha mantenido a los negocios abiertos, dejado los viajes domésticos sin límites, y permitido a los ciudadanos saludables continuar viviendo sus vidas a diario como lo consideren conveniente. Recientemente, algunos mandatos gubernamentales han sido impuestos para moderar los aforos en los gimnasios, centros deportivos, centros comerciales, reuniones privadas y piscinas públicas. Adicionalmente, las escuelas secundarias para estudiantes mayores de 16 años (los gymnasier) han vuelto a cerrar, como lo estuvieron durante unos meses en 2020, mientras que la decisión en torno a cerrar los högstadiet (escuelas tradicionalmente para estudiantes de entre 13 y 15 años de edad) está siendo tomada por primera vez a nivel local. Con excepciones limitadas, las universidades nuevamente se han desplazado hacia la educación remota. Pero estas medidas se quedan cortas frente a las cuarentenas estrictas. Incluso ahora, la estrategia de Suecia puede ser caracterizada como una de “medidas suaves”.

¿A qué se deben las medidas suaves? Bueno, buscará en vano para encontrar la respuesta a esto en la prensa de la corriente dominante. De hecho, en miles de páginas de la prensa en las que frecuentemente se habla mal de Suecia, rara vez se encuentra una palabra que atañe al corazón de la estrategia singular de Suecia. Resulta que sus medidas suaves están enraizadas en su constitución. En palabras sencillas, mientras que hay excepciones que permiten ciertas medidas limitadas que pueden ser adoptadas a nivel local, la imposición de una cuarentena estricta a nivel nacional sería inconstitucional en Suecia. Todo está deletreado en el Capítulo 2, Artículo 8 de la Regeringsform (una sección crítica de la constitución sueca), la cual establece: “Todos serán protegidos en sus relaciones con las instituciones públicas en contra de privaciones de la libertad personal. A todos los ciudadanos suecos también en otros aspectos se les garantizará la libertad de movimiento dentro del reino y la libertad para salir del reino”.

Es predecible que esta limitación constitucional sea ignorada por la prensa de la corriente dominante, la cual repetidas veces cita la “ciencia sólida” detrás de las cuarentenas para denostar la estrategia sueca. Lo que la prensa no reporta, sin embargo, es que no hay un amplio consenso científico respecto de la eficacia de las cuarentenas —esto es algo que todavía se está discutiendo.

No obstante, los estudios más recientes y rigurosos acerca de la eficacia de las cuarentenas provocan preguntas acerca de cuán efectivas son. Considere, por ejemplo, un estudio recientemente publicado por los profesores de Stanford University Eran Bendavid, John Ioannidis, Christopher Oh y Jay Bhattacharya. Los autores estiman os impactos de las políticas de cuarentenas estrictas sobre el crecimiento de los casos de COVID-19 en ocho países de ingresos altos durante los primeros meses de la pandemia (Inglaterra, Francia, Alemania, Irán, Italia, Países Bajos, España y EE.UU.). Adicionalmente, estiman los efectos de la estrategia de medidas suaves de Suecia. 

Luego de comparar las trayectorias de la infección en las naciones con cuarentenas severas con aquella de Suecia, Bendavid y sus co-autores encuentran que establecer políticas de cuarentena estricta redujo el crecimiento de casos de COVID-19 en alrededor de un 20 por ciento en promedio. Sin embargo, los autores también encuentran que las restricciones más ligeras de Suecia redujeron el crecimiento de los casos en un grado similar (alrededor de 25 por ciento). Sus resultados indican que Suecia —una nación cuyo gobierno impuso muy pocas políticas intervencionistas obligatorias en la primavera de 2020— mostró un crecimiento más lento que cinco de los ochos países que implementaron cuarentenas estrictas. Armados con esta evidencia, los autores sugieren que las cuarentenas son una respuesta innecesariamente severa y que “reducciones similares en el crecimiento de los casos se pueden lograr con intervenciones menos restrictivas. 

Un artículo en la revista Nature elaborado por Serina Chang y otros autores confirma la conjetura de Bendavid y sus co-autores. Utilizando datos de GPS de los celulares recolectados en los primeros meses de la pandemia para desarrollar un modelo de movimientos por hora en las diez ciudades más grandes de EE.UU., los investigadores descubrieron que reducir la capacidad en los gimnasios, los supermercados, restaurantes y hoteles a 20 por ciento podría prevenir un 80 por ciento de las nuevas infecciones de COVID-19. Los negocios podrían por lo tanto permanecer en operación hasta cierto grado mientras que de todas maneras se prevendría la gran mayoría de las infecciones. Esta estrategia es claramente preferible a una cuarentena total, la cual puede destruir los negocios por, en el mejor de los casos, solo unos beneficios de salud marginales, y las consecuencias malignas no acaban ahí. 

No debería sorprender que la estrategia propuesta por Chang y sus co-autores se asemeja a la estrategia de medidas suaves actualmente adoptada por Suecia. De hecho, contrario a lo dicho en las numerosas críticas que han sido dirigidas en contra de los suecos en la prensa de la corriente dominante, la estrategia de medidas suaves de Suecia parece ser aquella que es más consistente con la ciencia. Sus beneficios le han permitido a Suecia evitar muchos de los costos asociados con las cuarentenas severas. Al hacer lo mejor posible para mantener a las escuelas abiertas, Suecia ha por lo menos preservado parcialmente la integridad educativa de su juventud. Al evitar las ordenes de quedarse en casa obligatoriamente, ha protegido la salud mental de sus ciudadanos. Al mantener los negocios abiertos, Suecia ha sufrido menos pérdidas económicas que muchos de sus contrapartes europeos.

Gracias a su constitución, Suecia ha experimentado una cantidad de casos de COVID-19 comparable a aquella que se hubiera dado bajo cuarentenas severas pero han evitado gran parte del daño económico y colateral asociado con estas.

De cierta manera, las cuarentenas severas han sido una manera de evitar tomar la decisión mucho más dura acerca de cómo “vivir con” el virus. El costo de esa evasión en términos económicos y humanos ha sido enorme. Y parece que todo fue en nombre de una ventaja médica relativamente pequeña, si es que la hay. Lo que siempre se necesitó fue encontrar un equilibrio, algo que los suecos puede que todavía, a final de cuentas, han logrado (o todavía están tratando) de lograr.

Nada de esto es para minimizar las perdidas que incurrió Suecia, pero tampoco debería exagerarse la tasa de mortalidad sueca cuando se la compara con aquella de otros países. Al momento de escribir estas líneas, Suecia se ubica en posición No. 27 en el mundo en cuanto a casos de COVID-19 per cápita. Es notable que Suecia se encuentra detrás de varios estados pro-cuarentenas como EE.UU., Bélgica, Suiza, España, el Reino Unido, y los Países Bajos. Respecto de las muertes per cápita, Suecia se ubica en la posición No. 23 en el mundo —nuevamente, muy detrás de varios países pro-cuarentenas, algo difícil de cuadrar con la crítica a las medias suaves de Suecia. Es cierto que a Suecia le ha ido peor que a sus vecinos nórdicos, hablando en términos relativos, pero hay explicaciones numerosas para esto, que van desde el mal manejo en un principio del virus en los asilos (ampliamente reconocido) hasta la densidad poblacional específica de Estocolmo, una ciudad que constituye casi el 10 por ciento de la población del país —una cifra que aumenta a 17 por ciento una vez que los suburbios cercanos son considerados. 

Debería resaltarse que calcular el equilibrio correcto para diseñar políticas que aborden la pandemia es un proceso continuo. Por un lado, tales cálculos deben reflejar el hecho de que la ayuda, en la forma de vacunas, está en camino, pero por otro lado, debemos tener en cuenta la realidad de que las variantes nuevas y más infecciosas (posiblemente más letales) del virus se encuentran entre nosotros. Ninguno de estos desarrollos, no obstante, parecería justificar un retorno a las cuarentenas severas que han logrado tan poco y destruido tanto.

Este artículo fue publicado originalmente en The National Review Online (EE.UU.) el 29 de enero de 2021.