La recesión irrelevante: el congreso necesita cambiar de dirección para mejorar la economía
Norbert Michel indica que más importante que determinar si EE.UU. se encuentra o no en una recesión, cuya definición objetiva no existe, el Congreso debería introducir importantes reformas de políticas públicas.
Por Norbert Michel
Mucho se ha hablado en las noticias últimamente acerca de una recesión con una oferta sin fin de comentaristas discutiendo si EE.UU. está en una recesión. Es bueno tener ese debate, pero prácticamente todos parecen haberse olvidado de las circunstancias increíblemente anormales que instigran esa disputa.
Esto no es para decir que cualquiera debería ignorar las malas políticas —hay muchas de estas— contribuyendo a la turbulencia económica, pero los formuladores de políticas públicas solo empeorarán las cosas si pierden de vista lo que sucedió. El punto de partido obvio es el principio de 2020.
Cuando el COVID-19 empezó a esparcirse alrededor del país, los gobiernos de los estados y locales emitieron ordenes de quedarse en casa y efectivamente cerraron la economía. La caída resultante en las compras fue diferente al que cualquier nación haya experimentado alguna vez.
Entre el cuarto trimestres de 2019 y el segundo trimestre de 2020, el producto interno bruto nominal cayó de $21,7 billones (“trillions” en inglés) a $19,5 billones. Este declive de 10,22% supera cualquier cosa en el récord histórico (y aunque todos parecen olvidarse, este fue seguido de un declive en el nivel general de los precios).
Luego, casi sin advertencia, la economía rugió de vuelta a la vida.
Entre el segundo trimestre de 2020 y el cuarto trimestre de 2020, el PIB nominal aumentó en un 10,27%. Aunque la tasa de crecimiento del PIB nominal llegó muy cerca de esta cifra en 1950, el incremento de 2020 es el aumento más importante en dos trimestres registrado en la historia. Este fue seguido de otro incremento de 8% hasta el tercer trimestre de 2021.
Naturalmente, la caída masiva en la demanda provocó todo tipo de problemas de oferta, y con tantas personas incapaces de trabajar, esta fomentó un disparo en el gasto federal. Para cuando todo había pasado, el Congreso había inyectado casi $7,5 billones en fondos de estímulo, fortaleciendo el ingreso disponible de los estadounidenses muy por encima del crecimiento promedio.
No sorprende que el auge masivo en la demanda de los consumidores empeoró muchos problemas por el lado de la oferta que fueron provocados por la pandemia y los cierres impuestos por los gobiernos, y la inflación se disparó a niveles no vistos en 40 años.
De manera que sin importar cómo uno categorice la economía actual, esto no es ni remotamente cercano a un ciclo económico normal.
Los analistas deberían abandonar cualquier pretensión de que saben cuándo las cosas volverán a la normalidad porque todas esas proyecciones dependen de datos salvajemente anormales. En otras palabras, realizar proyecciones acerca de los resultados económicos —algo que ya era, en el mejor de los casos, algo aleatorio— es virtualmente imposible ahora porque los datos son tan anormales.
Estos asuntos son lo suficientemente malos para cualquier que insiste en identificar si EE.UU. está en una recesión, pero un problema todavía mayor es que no hay una definición objetiva de una recesión. Ninguna.
Como resultado de esto, los argumentos acerca de si la economía está formalmente en una recesión equivalen a una opinión sin fundamento. Es todavía peligroso comparar las recesiones oficiales a través del tiempo porque el Buró Nacional de Investigaciones Económicas (NBER) no tienen una definición objetiva y consistente. La declaración oficial dice lo siguiente:
“La definición del NBER enfatiza que una recesión involucra un declive significativo en la actividad económica que está esparcido a través de la economía y dura más de unos cuantos meses. En nuestra interpretación de esta definición, tratamos a los tres criterios —profundidad, difusión y duración— como algo intercambiable. Esto es, mientras que el criterio necesita ser satisfecho de manera individual hasta cierto grado, las condiciones extremas reveladas por un criterio podrían parcialmente compensar los indicadores más débiles en otro criterio.
…
Porque una recesión debe influir la economía de manera general y no estar restringida a un sector, el comité enfatiza las medidas que miden a lo largo de la economía la actividad económica. La determinación de los meses de picos y puntos bajos está basada en un rango de medidas mensuales de la actividad económica real agregada que son publicados por las agencias federales de estadística. Estas incluyen el ingreso personal real menos las transferencias, el empleo en rol de pagos que no sea agrícola, el empleo medido a través de encuestas realizadas a los hogares, los gastos reales de consumo personal, las ventas al por mayor y al menudeo ajustadas para los cambios en los precios, y la producción industrial. No hay una regla fija acerca de qué medidas contribuyen información al proceso o cómo estas pesan sobre nuestras decisiones”. [énfasis agregado]
¿Un declive significativo? ¿Más de unos cuantos meses? ¿Tres criterios intercambiables? (Además, ¿se pueden intercambiar entre sí?) ¿No hay una regla fija? ¿Un grupo de economistas tienen que ponerse de acuerdo antes de fijar las fechas de la recesión?
Es impresionante que hay solo una serie de fechas de ciclos económicos provista por el NBER.
En lugar de argumentar acerca de si la economía estadounidense está en una recesión, tiene más sentido señalar que el PIB ha caído en dos trimestres consecutivos solo 5 veces desde 1947, así que la situación actual ciertamente es mala.
Mientras que eso no es una gran revelación para cualquier que haya estado prestando atención, incluso ahora mismo, en este tiempo que se encuentra entre los más anormales, hay tanto señales buenas como malas.
Por ejemplo, el PIB ha caído en trimestres consecutivos, la inflación es alta, y tanto los roles de pago no agrícolas como la participación en la fuerza laboral permanecen por debajo de los niveles anteriores a la pandemia. La construcción de viviendas ha caído al punto más bajo de los últimos nueve meses.
Por otro lado, el declive del segundo trimestre del PIB fue menor que aquel del primer trimestre, el gasto de los consumidores ha seguido fuerte, la producción industrial está aumentando, y el ingreso personal aumentó tanto en el primero como en el segundo trimestre. Además, los estados de cuenta de los hogares lucen fuertes. Por ejemplo, los pagos al servicio de deuda como un porcentaje del ingreso personal disponible se encuentran en un nivel históricamente bajo (la serie empieza en 1980).
Ninguna de estas señales positivas se suponen que deban “demostrar” que las cosas están bien, o justificar los errores de políticas públicas que han dejado a la economía en peor forma de la que estaría de otra manera. Hay, de hecho, muchísimas políticas malas que legítimamente han causado que millones de personas discutan en torno a qué tan mal se encuentran las cosas.
Sobre los asuntos más importantes, no obstante, podría ser el caso que no hay una solución sencilla de política pública.
Por ejemplo, el mercado laboral de EE.UU. puede que esté en medio de grandes cambios debido a años de malas políticas, cuyas consecuencias la pandemia y los cierres decretados por los gobiernos simplemente aceleraron. La brecha de empleo continúa en un 2 por ciento, implicando que el empleo está casi un 2 por ciento por debajo de lo que la tendencia previa a la pandemia sugeriría para este momento. Sin embargo, una mirada cercana sugiere que gran parte de esta brecha se explica con trabajadores de 65 años o más que decidieron jubilarse y, en un menor grado, a las personas de entre 20 y 24 años que se salieron de la fuerza laboral.
Durante años, las empresas se han venido quejando acerca de cuán difícil es encontrar trabajadores y advirtiendo acerca de una inminente jubilación de los “baby boomers”. Los demógrafos desde hace mucho han señalado la tendencia hacia tener menos hijos, pero los críticos consistentemente se burlaban de la idea de que de hecho había una escasez de trabajadores en EE.UU.
En contra de este contexto, el Congreso se negó firmemente a hacer cualquier reforma importante al manirroto sistema de inmigración, prácticamente la única manera de obtener más trabajadores. Por cualquiera que sea la razón, los dueños de las empresas ahora se encuentran teniendo que pagar a los trabajadores más, un costo más alto que suele ejercer presión al alza sobre los precios al consumidor, empeorando así la inflación (De manera perturbadora, la productividad se encuentra en el nivel más bajo de los últimos 75 años, pero esa es materia de otro artículo).
Considerando los problemas por el lado de la oferta que están contribuyendo a la inflación alta, la Fed se encuentra a sí misma en un gran problema. Debe luchar contra la inflación para satisfacer su mandato legislativo y mantener la credibilidad, pero sabe que la política monetaria es ineficaz contra los incrementos en el nivel de precios causados por los shocks de oferta.
Así que esto deja a los estadounidenses en manos del Congreso para obtener respuestas positivas de políticas públicas y esa es la posición más desafortunada.
En términos prácticos, la única cosa que el Congreso hace bien es gastar el dinero de otros, exactamente la prescripción equivocada para luchar contra la inflación. El reciente estímulo y alivio pandémico de $7,5 billones ha empeorado los problemas por el lado de la oferta, presionando los precios hacia niveles todavía más altos. Más gasto estatal solo hará lo mismo, así que por el amor a todo lo que existe en el universo, el Congreso debería desacelerar su tren de gasto (el Congreso también debería ignorar a los críticos que desean impuestos más altos para controlar la inflación, pero estoy casi seguro que los congresistas no necesitan ser convencidos de que ahora es un mal momento para elevar los impuestos).
Los estadounidenses estarían mucho mejor si el gobierno federal diera un paso atrás ahora, pero el Congreso haciendo menos es algo todavía más raro que los declives consecutivos y trimestrales del PIB.
Si los estadounidenses tienen suerte, la obstrucción entrara en acción y no habrán grandes aumentos de gasto antes de la próxima elección. Si son extremadamente afortunados, el Congreso introducirá importantes reformas de políticas públicas que liberen a los trabajadores del sector privado —incluso aquellos que producen productos energéticos de combustibles fósiles— para aumentar la oferta de bienes y servicios. Esto ayudaría a eliminar limitaciones en la oferta y a reducir los precios, proveyendo más oportunidades económicas para millones de estadounidenses.
Esas serían circunstancias increíblemente anormales en el Capitolio, pero así es como el Congreso puede ayudar a arreglar la economía en mal estado.
Este artículo fue publicado originalmente en Forbes (EE.UU.) el 1 de agosto de 2022.