No teman la libertad educativa, teman la fuerza

Neal McCluskey dice que lejos de temerle a la libertad para elegir la educación de los padres, deberíamos temer el conflicto divisivo forzado por la educación estatal que impone un modelo para todos.

Por Neal McCluskey

No debería sorprender que el interés en la libertad para elegir escuelas esté en bonanza, con catorce estados actualmente considerando expandir o empezar programas de elección de escuelas. El COVID-19 ha mostrado personas en incluso en los distritos escolares más ricos que una talla no le puede calzar a todos.

Algunas familias quieren instrucción virtual, algunos híbrida, otros totalmente presencial, y un distrito no puede complacer a todos. Las escuelas privadas, en cambio, tienen sus propios políticas diversas. Donde los fondos para la educación siguen a los estudiantes, los padres pudieron elegir lo que deseaban sin sacrificar sus dólares para educación pública.

La libertad para elegir, dicho de manera sencilla, tiene sentido lógico. Aún así algunos opositores se están preocupando. 

Hace un par de semanas Jack Schneider, un historiador y opositor destacado a la libertad para elegir escuelas, publicó un hilo en Twitter en el cual atacó los esfuerzos de los estados para expandir la libertad para elegir, caracterizándolos como lago “tenebroso” y diciendo que las escuelas públicas serán “perjudicadas”. Escribiendo acerca de la legislación para expandir el programa de bonos escolares de Arizona, Schneider advirtió que el esfuerzo estaba dándose “en un estado que tiene un masivo y aterrador neo-bono”. ¿Qué es este “aterrador neo-bono”? Créditos tributarios para las personas o empresas que donen fondos para becar a estudiantes para que asistan a escuelas privadas

Eso parece más Gasparín el fantasma amigable que Drácula. Ya tenemos todo tipo de créditos tributarios, incluyendo uno por atender cualquier tipo de universidad, pública o privada. Tenemos libertad para elegir todo desde las televisiones hasta con quién enviar paquetes. ¿Es eso algo muy tenebroso?

Dicha retórica “tenebrosa” no es nueva —vea una serie de títulos recientes de libros que abordan la cuestión de la libertad para elegir, incluyendo uno de Schneider— pero está agitada. Dicho esto, incluso si está expresada de manera hiperbólica, los motivos de muchos opositores pueden ser comprensibles. 

Muchas personas sin duda respaldan la educación pública —las escuelas administradas por el estado a las cuales los niños son asignados— porque realmente creen que un sistema común escolar nivela el campo de juego educativo y reúne a personas diversas. Por otro lado, muchos honestamente temen que la libertad para elegir permite a la gente elegir una educación que a ellos les parece repugnante, como las escuelas con políticas hostiles a los niños LGBTQ.

Estas no son preocupaciones disparatadas. Pero para realmente sentir miedo acerca de la libertad para elegir necesitaría ignorar mucha de la realidad en las escuelas públicas, incluyendo que estas no nos unen —de hecho, fuerzan un conflicto divisivo— y están llenas de sus propias cosas preocupantes. 

La historia de la educación pública está, por supuesto, ensuciada por la segregación racial que era determinada en la ley, así como también la algunas veces cruel marginación de los católicos, los inmigrantes, y muchos otros grupos. 

Hoy, incluso con la segregación obligatoria desaparecida, las escuelas públicas asignadas por lugar de residencia son altamente estratificadas según el distrito, la escuela y los niveles de aulas. La marginación continúa: en septiembre, el Equal Justice Institute reportó que más de 240 escuelas públicas en 17 estados son nombradas en honor a líderes de la Confederación, y cerca de la mitad de estas sirven a estudiantes que son mayoritariamente afro-estadounidenses o no blancos. 

Mientras tanto, los afro-estadounidenses y otros grupos minoritarios muchas veces tienen que luchar por conseguir lo que ellos ven como una representación justa en el currículum de las escuelas públicas. Finalmente, la Red Educativa de Homosexuales, Lesbianas y Heterosexuales reportó en 2017 que 72 por ciento de estudiantes LGBTQ en escuelas públicas habían experimentado una victimización por su orientación sexual, y 61 por ciento por su expresar su género. 

¿Qué hay del miedo de que la libertad para elegir le permitiría a la gente elegir las escuelas con políticas repugnantes? 

Algunos padres de hecho elegirán escuelas privadas con lo que muchos ven como políticas intolerantes. Pero la libertad de conciencia es un derecho básico, y si obligamos a todo el mundo a pagar por educación pública, las personas religiosas deberían tener el derecho de usar ese financiamiento en escuelas que sostienen sus valores en lugar de ignorarlos o violarlos, como muchas veces lo hacen las escuelas públicas. 

Más importante para todos los grupos es que no proveer la libertad para elegir garantiza un conflicto social continuo y divisivo y la desigualdad ante la ley para los perdedores. Sin la libertad para elegir, para que usted obtenga lo que desea, debe derrotar a aquellos que desean algo distinto. De hecho, uno de los factores determinantes de la violencia tanto en la derecha como en la izquierda durante los últimos años es casi sin duda la sensación de tener que luchar —literalmente— para mantener “al otro lado” de hacerle cosas a usted, tales como imponer un currículum “woke” (políticamente correcto), o políticas racistas de disciplina escolar. 

No deberíamos temer la libertad. Deberíamos temer la fuerza: el estado requiriéndole a todo el mundo pagar por escuelas que solo aquellos con el mayor poder político controlan. 

Si deseamos paz —y paz mental— necesitamos la libertad para elegir para todos.

Este artículo fue publicado originalmente en Daily Breeze (EE.UU.) el 2 de febrero de 2021.