Libertad: entre la llamada de la tribu y la bandada

Ángel Soto reseña el último libro del Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, La llamada de la tribu.

Por Ángel Soto

En su último libro, La llamada de la tribu, el premio nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, nos ofrece “una autobiografía intelectual”. Una síntesis de los autores y las lecturas “que moldearon su forma de pensar y de ver el mundo” durante el último medio siglo:  Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y Jean-François Revel, pasan magistralmente descritos por las 311 páginas que contiene el libro. Una lectura fácil, amena, en la que cada capítulo es independiente del otro y se puede leer como usted quiera, espontáneamente.

De cada uno de ellos, se ofrece una exquisita descripción de sus ideas, con sutiles toques biográficos de sus vidas privadas, que permiten una comprensión global de cada uno de estos campeones de la libertad. Un libro ideal para quienes quieran iniciarse adentrándose en los clásicos de la sociedad libre, pero también una buena síntesis para los entendidos.

Mucho de lo que aquí se relata ya era sabido. No recuerdo si algo leí en alguna columna, libro —tal vez en Desafíos a la libertad (1994)— o escuchado en alguna conferencia o foro. Tal vez, por esa razón me sorprendió la ausencia en el listado de Octavio Paz y Vaclav Havel.

Sin embargo, me cuesta aceptar que sean sólo los autores aquí resumidos los que moldearan la visión del mundo del nobel de literatura. Ésta es mucho más rica, y como en todas las cosas, no esta determinada solo por la lectura de filósofos, economistas, historiadores o ensayistas, sino que sin duda es fruto de un conjunto de experiencias, que combinadas con esta lectura, más la de otros, permitieron una mirada más cultural que economicista: Esa “enfermedad infantil”, “el sectarismo, encarnada en ciertos economistas hechizados por el mercado libre como una panacea capaz de resolver todos los problemas sociales” (La llamada de la tribu, p. 25). Al final, como le escuché a alguien, no hay que olvidar que un buen economista no solo sabe economía.

No hay duda, que la selección de autores que entrega el listado del libro estuvo bien hecha. No son autores “economicistas”, que —cuidado— no solo son encarnados por ciertos economistas, sino que los hay de todas las profesiones y oficios. Pero, a diferencia de estos, el escritor peruano es de lo pocos que conoce a fondo como piensa su adversario, los ha leído, y sobre todo los ha combatido desde la plaza pública. 

No como ocurre con muchos de quienes dicen defender la sociedad libre, pero lo hacen desde un café o un salón de hotel, hablándole a su audiencia cautiva, a sus seguidores, a su corte.

Estos son liberales de salón, tigres de papel, que igual que sus oponentes responden al llamado de la tribu. Ese espíritu que contiene el irracionalismo del ser humano primitivo que esta subordinado bajo el caudillo, el cacique, el brujo. En la mirada de Karl Popper: “el ser humano en la pandilla o la hinchada, adormecido entre quienes hablaban la misma lengua, adoraban los mismos dioses y practicaban las mismas costumbres, y odiando al otro, al ser diferente, a quien podía responsabilizar de todas las calamidades que sobrevenían a la tribu” (La llamada de la tribu, p. 22). Una especie de actuar en manada donde el individuo desaparece y no es más que una masa que repite consignas.

Pero, ¿acaso esto no sólo es propio de los enemigos de la sociedad libre, sino que también se observa en ciertos grupos de liberales? Algunos de ellos vociferantes, fundamentalistas, que en ocasiones ni siquiera han leído completo a los autores que dicen defender, y cual bandada de loros, que pasa y hace ruido, no tienen mayor impacto. Se pelean entre ellos, equivocan al adversario y de paso permiten la caricaturización por parte de sus contrarios, afectando a las ideas que defienden.

Si gusta no los llame “tribus”, aunque la española María Blanco ya lo hizo en su libro Las tribus liberales. Una deconstrucción de la mitología liberal (2014), en el que, preguntándose ¿quien es quien en el mundo liberal? aludió a los libertarios, anarcocapitalistas, austriacos, minarquistas, socioliberales. No será tiempo de reenfocar donde esta el adversario y de paso preguntarse, ¿por qué sus ideas nunca han llegado a gobernar? ¿No será tiempo de dejar el café, el hotel y salir a la calle?

Vargas Llosa —como varios de los autores que describe— no entra en la discusión de qué es ser liberal, tampoco intenta mostrar cartas de “purismo doctrinario” como lo hacen las bandadas que revuelan por ahí. Muestra tolerancia, respeto al otro, sentido del humor, capacidad de autocrítica, de reconocer el error y aceptar que el adversario puede tener razón, pero por sobre todo mira al ser humano en su conjunto, en su totalidad, donde la cultura es la reina que domina el relato.

Más que una suma de Excel y Word, es la inclusión de la música, poesía, literatura, danza y las artes plásticas. La igualdad de oportunidades, la solidaridad, el amor. Un respeto al otro, una renuncia al uso de la fuerza, y ¿por qué no, la búsqueda de la felicidad?.

Entre la tribu y la bandada, más que buscar una etiqueta de verdadero liberal, una carta de pureza, encasillamientos, es mejor decir, siguiendo a Tom Palmer de Cato Institute, “si ya te comportas como un liberal, ¡quizás deberías ser uno!” (Why Liberty. Your life, your choice, your future —2013).

Citando a Ortega y Gasset: “contrariamente a lo que parecen suponer quienes se empeñan en reducir el liberalismo a una receta económica de mercados libres… primero que nada es una actitud ante la vida y ante la sociedad, fundada en la tolerancia y el respeto, en el amor por la cultura, en una voluntad de coexistencia con el otro, con los otros, y en una defensa firme de la libertad como valor supremo” (La llamada de la tribu, p. 97).