La inmigración altamente cualificada es clave para el éxito de Estados Unidos
Richard Hanania recuerda que el capital humano de alto nivel es difícil de encontrar.
Por Richard Hanania
Resumen: El progreso tecnológico no solo depende de la innovación, sino también de las personas que innovan, y muchas de ellas son inmigrantes. A pesar de que la derecha tecnológica ha adoptado una visión favorable al crecimiento para el futuro, las políticas migratorias restrictivas están socavando la capacidad de Estados Unidos para atraer y retener a los mejores talentos del mundo. Sin un compromiso renovado con la inmigración altamente cualificada, Estados Unidos corre el riesgo de perder su ventaja como centro mundial líder en innovación y dinamismo empresarial.
Entre los partidarios más intelectuales de la campaña de Trump para 2024, se difundió un mensaje que hacía hincapié en el progreso tecnológico y en una visión positiva del futuro. El "Manifiesto tecnooptimista" del inversor de capital riesgo estadounidense Marc Andreessen se convirtió en una referencia para este grupo, que celebraba las virtudes de la innovación, la abundancia y la acción humana. En lugar de centrarse únicamente en las quejas o en el repliegue cultural, estos defensores del progreso enmarcaron la agenda de Trump como un rechazo al estancamiento y una apuesta por el futuro. Argumentaban que los verdaderos enemigos del progreso eran las burocracias de izquierdas, las instituciones académicas y los regímenes reguladores que, en su opinión, se habían vuelto hostiles al riesgo y al espíritu emprendedor.
La famosa máxima del inversor de Silicon Valley Peter Thiel, "nos prometieron autos voladores y nos dieron 140 caracteres", se ha convertido en un grito de guerra entre la derecha tecnológica. El vicepresidente JD Vance, en un discurso muy sonado en la Cumbre de Acción sobre IA celebrada en París, tocó muchos de los mismos temas, advirtiendo contra la regulación excesiva en nombre de la seguridad y subrayando que debemos esperar que los avances futuros aumenten la productividad de los trabajadores en lugar de dejarles sin empleo.
Por supuesto, la derecha tecnológica tiene razón al no temer al futuro y considerar la tecnología como la clave del progreso humano, y no como una amenaza para él. Lamentablemente, la administración Trump nos ha hecho retroceder en lo que podría considerarse la cuestión más importante desde el punto de vista del crecimiento: la apertura a la inmigración altamente cualificada.
El capital humano —las habilidades, los conocimientos y la salud de los trabajadores— es cada vez más el motor del crecimiento de la productividad, mucho más que los recursos naturales o los insumos físicos. En su libro de 2008 Triumph of the City, el economista de Harvard Edward Glaeser muestra cómo las ciudades estadounidenses han crecido o decaído en las últimas décadas en función de su capacidad para atraer a personas inteligentes y con talento. Nuestras grandes industrias se basan en conglomerados de talento en diferentes lugares: la tecnología en Boston y San Francisco; las finanzas en Nueva York; el entretenimiento en Los Ángeles. Las ciudades universitarias de todo el país desempeñan un papel similar a menor escala.
Y dado que solo una minoría del talento mundial pertenece a personas nacidas en Estados Unidos, la inmigración es necesaria para garantizar que los trabajadores más productivos puedan agruparse. Según el inversor de capital riesgo indio-estadounidense Deedy Das, de los 44 miembros del equipo de superinteligencia recientemente contratado por Meta, que pueden ganar hasta 100 millones de dólares al año, la mitad son de China y el 75% son inmigrantes de primera generación. En 2024, el 46% de las empresas de la lista Fortune 500 fueron fundadas por inmigrantes de primera generación (108) o por sus hijos (123). Un estudio realizado en 2022 por la Fundación Nacional para la Política Estadounidense reveló que este mismo grupo había fundado o cofundado más de la mitad de las empresas emergentes estadounidenses valoradas en 1.000 millones de dólares o más.
Incluso si se analizan las tasas de emprendimiento de forma más general, en lugar de centrarse en las empresas más exitosas, se observa la dependencia de la economía estadounidense de los recién llegados. Los inmigrantes son casi dos veces más propensos a crear empresas que los estadounidenses nativos y representan aproximadamente una cuarta parte de todos los emprendedores. Estas cifras ponen de relieve que la inmigración no solo impulsa el crecimiento demográfico, sino también la innovación, la creación de empleo y el dinamismo económico a largo plazo. Y no se trata simplemente de seleccionar deliberadamente a unos pocos genios nacidos en el extranjero, aunque el Gobierno fuera capaz de evaluar el talento con tal precisión. El objetivo debería ser disponer de una reserva lo más amplia posible de personas cualificadas que puedan contribuir al dinamismo y al crecimiento en todos los niveles.
La innovación no solo viene impulsada por el aumento de la productividad del sector privado, sino también por los avances realizados en los campus universitarios. En 2019 y 2020, el 49% de los másteres en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) y el 57% de los doctorados en estas mismas disciplinas fueron obtenidos por estudiantes con visados temporales. En el curso académico 2023-2024, más de 500.000 estudiantes internacionales de posgrado cursaban estudios superiores en Estados Unidos, y aproximadamente el 70% de los estudiantes de posgrado a tiempo completo en campos como la ingeniería eléctrica y la informática procedían del extranjero.
Los miembros de la derecha tecnológica que han trabajado en la administración Trump o la han apoyado son prueba de la capacidad de Estados Unidos para atraer a las personas más talentosas y ambiciosas del mundo. Elon Musk nació en Sudáfrica y Thiel es de Alemania. Otros ejemplos son David Sacks, nacido en Sudáfrica, que ahora es el zar de la inteligencia artificial y las criptomonedas de Trump, y Chamath Palihapitiya, un inversor nacido en Sri Lanka que ayudó a expandir Facebook y ahora es uno de los principales donantes del Partido Republicano. Cabe señalar que Musk no habría podido emigrar a Estados Unidos si nuestra política fuera aceptar solo a genios probados. Logró sus notables hazañas después de llegar a Estados Unidos. Lo mismo puede decirse de Jensen Huang, nacido en Taiwán, que llegó a Estados Unidos cuando era niño y acabó fundando Nvidia, que tiene una capitalización bursátil de más de 4 billones de dólares.
Sin embargo, a pesar de lo que puedan pensar los miembros de la derecha tecnológica sobre la cuestión de la inmigración, la administración Trump ha dificultado mucho más la llegada y el establecimiento en Estados Unidos de personas inteligentes y con talento. Uno de los principales ámbitos de la represión contra los inmigrantes ha sido el de los estudiantes internacionales. A principios de 2025, un estudiante japonés de posgrado de la Universidad Brigham Young se enfrentó a un proceso de deportación tras ser citado por una infracción de pesca, un ejemplo de la postura cada vez más agresiva de la Administración, en la que incluso las infracciones menores pueden dar lugar a la revocación del visado. El visado del estudiante fue restablecido unas semanas más tarde, pero el caso es preocupante, ya que demuestra que pueden haber graves consecuencias por comportamientos delictivos no graves, como errores administrativos o citaciones legales menores. Los estudiantes extranjeros también están siendo investigados por sus opiniones políticas, y el Gobierno revisa sus cuentas en las redes sociales en busca de criterios vagos, como no creer en los valores estadounidenses.
Esta tendencia tiene consecuencias más amplias para la cantera de talento a largo plazo de Estados Unidos. Durante décadas, los estudiantes extranjeros, especialmente en los campos de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM), han constituido un componente fundamental de la economía innovadora de Estados Unidos. Muchos llegan con visados de estudiante F-1, pasan a trabajar en el marco del Programa de Formación Práctica Opcional (OPT) y, finalmente, se convierten en residentes permanentes y ciudadanos. Obstaculizar esta fuente con trabas innecesarias significa que menos jóvenes brillantes de todo el mundo podrán desarrollar su carrera profesional y crear empresas en Estados Unidos. A medida que las universidades informan de un descenso en las solicitudes internacionales y los graduados se enfrentan a un mayor riesgo de expulsión, el efecto acumulativo es la reducción de la futura cantera de científicos, ingenieros y emprendedores que, de otro modo, contribuirían al liderazgo tecnológico estadounidense.
En mayo de 2025, el Departamento de Estado informó de una caída del 22% en la concesión de visados F-1 en comparación con el año anterior, y de un descenso del 13% en los visados J-1, ambos utilizados por estudiantes extranjeros. Este descenso se debe probablemente a una combinación de restricciones impuestas a los recién llegados, obstáculos burocráticos que se les ponen en el camino y el hecho de que los extranjeros simplemente ven Estados Unidos como un destino menos deseable que antes. Studyportals, un sitio web que pone en contacto a solicitantes con escuelas de otros países, informa de una disminución masiva del interés por venir a Estados Unidos entre los estudiantes internacionales, alcanzando sus niveles más bajos desde la pandemia de COVID-19.
Las pérdidas derivadas de ese descenso no solo las sufrirá Estados Unidos. Se podría imaginar una simple redistribución global del talento, con el mismo nivel total de innovación en el mundo. Si ese es el caso, tal vez no debamos preocuparnos por que Estados Unidos aleje a los extranjeros cualificados.
Por desgracia, volviendo a los argumentos de Glaeser, los grupos de personas inteligentes obtienen beneficios desproporcionados. Si todos los investigadores más talentosos en biotecnología se distribuyeran entre las diez ciudades más importantes del mundo, esos investigadores lograrían mucho menos que si se concentraran en uno o varios lugares. Esto se debe a que las interacciones cara a cara aportan beneficios.
Cuando las personas inteligentes se encuentran geográficamente cerca, pueden intercambiar ideas y encontrar formas de colaborar de manera más eficiente. Por eso sigue teniendo sentido mudarse al Área de la Bahía si se es un emprendedor tecnológico, a pesar de los altos costes de la vivienda y la facilidad del teletrabajo. Estados Unidos se ha beneficiado tanto a sí mismo como al mundo al contar con localidades en las que se concentran grupos de personas con un talento excepcional. Corremos el riesgo de perder esa ventaja debido a las políticas del Gobierno.
En última instancia, deberíamos pensar no solo en cómo volver a los días de una política de inmigración más acogedora para los trabajadores altamente cualificados, sino también en cómo aumentar el número de inmigrantes con talento. La política lo está haciendo más difícil. La Ley de Equidad para los Inmigrantes Altamente Cualificados, promovida en 2019 y 2020 por el senador Mike Lee (republicano por Utah), habría acelerado el camino hacia la residencia permanente —y, por tanto, la naturalización— de decenas de miles de inmigrantes cualificados que ya trabajan en Estados Unidos, principalmente en los campos de las ciencias, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas.
Al eliminar los límites por país que restringen el número de personas que pueden entrar en Estados Unidos desde cada país, el proyecto de ley habría reducido drásticamente los tiempos de espera para los solicitantes de lugares como India y China, aumentando significativamente el número de trabajadores altamente cualificados con derecho a la ciudadanía a lo largo del tiempo. Este cambio habría elevado el nivel de cualificación de la mano de obra estadounidense y ampliado la reserva de talento disponible para las empresas estadounidenses, impulsando la innovación y la productividad y creando una clase más amplia de inventores y emprendedores potenciales. Lamentablemente, la intensa oposición de elementos de la derecha alineada con MAGA, que argumentaban que el proyecto de ley perjudicaría injustamente a los trabajadores nacidos en Estados Unidos, acabó condenando al fracaso la iniciativa.
Desde entonces, los republicanos han decidido no volver a tocar este tema tan candente. Cualquier intento de aumentar el número de visados o naturalizaciones está ahora abocado a despertar el descontento entre los seguidores y personas influyentes del presidente. Esto es doblemente lamentable, dado que el presidente ha expresado en ocasiones su apoyo a la inmigración altamente cualificada, afirmando recientemente, en 2024, que "[cuando] te gradúas en una universidad [estadounidense], creo que deberías obtener automáticamente, como parte de tu título, una tarjeta de residencia para poder permanecer en este país".
El nativismo tiene un alcance limitado en cuanto al daño que puede causar en términos de reducción del número de recién llegados, ya que la política de inmigración está fijada en su mayor parte por la ley, pero es probable que cause mucho más daño el hecho de que se haya vuelto políticamente imposible promulgar el tipo de políticas más abiertas que tradicionalmente han contado con el apoyo bipartidista y han beneficiado enormemente a la nación.
No todo lo que ha hecho la administración en este ámbito ha sido negativo. Una propuesta de modificación de la lotería H-1B, que daría preferencia a los solicitantes en función de sus salarios, de mayor a menor, sería especialmente eficaz. Dado que los ingresos son un indicador aproximado de la contribución económica y el potencial de innovación, este cambio supondría una mejora con respecto al sistema actual. Al mismo tiempo, este cambio perjudicaría a los profesionales que están empezando su carrera.
Este artículo fue publicado originalmente en HumanProgress.org (Estados Unidos) el 7 de agosto de 2025.