Estados Unidos-Unión Europea: un mal acuerdo cuajado de riesgos

Lorenzo de Bernaldo de Quirós dice que si bien el acuerdo comercial entre la Unión Europea y Estados Unidos parece haber evitado una guerra comercial transatlántica, la Unión Europea ha comprado un argumento falso de la Administración de Trump.

Por Lorenzo Bernaldo de Quirós

Por el momento, el acuerdo entre la Unión Europea y Estados Unidos parece haber evitado una guerra comercial trasatlántica y, sin duda, un arancel general del 15 por 100 a las exportaciones de productos europeos a América es menos malo que uno del 30 por 100. Sin embargo, eso no oculta sus reales y potenciales costes y riesgos. La UE ha comprado el falso argumento de la Administración Trump según el cual el déficit comercial norteamericano es el resultado de las injustas prácticas europeas y de otros estados cuando es consecuencia de que América gasta más de lo que produce; ha legitimado el recurso al proteccionismo como arma geopolítica certificando el fin del multilateralismo y ha negociado y aceptado unas condiciones asimétricas, lesivas para la economía continental lo que refleja la enorme debilidad política de Europa.

Un arancel general del 15 por 100 sobre una gran parte de las exportaciones europeas a Estados Unidos, es menos malo, ya se ha señalado, que uno del 30 por 100, pero se sitúa en los niveles más altos de los últimos 90 años. La mayoría de los productos del Viejo Continente se verán sometidos a un incremento sustancial de sus costes de entrada en el mercado estadounidense y, por tanto, serán menos competitivos. En consecuencia, el crecimiento de la UE se verá afectado de modo negativo. Las estimaciones más conservadoras sugieren que el nuevo arancel podría reducir aquél en 0,4 puntos porcentuales en el corto plazo. Para las economías más expuestas, como Alemania e Irlanda, el impacto sería aún mayor.

Un escenario de esa naturaleza obligará a las empresas a reducir plantillas, paralizar inversiones o, en el peor de los casos, al cierre. Sectores como la industria del metal, cuyos aranceles suben al 50 por 100 en algunos casos, se enfrentan a un shock demoledor que destruirá empleos y enteras cadenas de valor. Las PYMES cuya capacidad de maniobra es inferior a la de las grandes corporaciones serán las más perjudicadas. Y, para cerrar el círculo, el pacto comercial es de una obscena asimetría. Estados Unidos aplicará un arancel del 15 por 100 a las exportaciones de la UE, mientras ésta ha reducido los suyos a cero para la mayoría de los bienes estadounidenses.

Por lo que respecta a la reducción de las barreras no arancelarias, uno de los escasos aspectos positivos del acuerdo, no se concreta nada y, por ejemplo, la Comisión Europea ha negado rotundamente haber pactado modificar la regulación sobre tecnología digital. Por el contrario, sostiene que el marco comercial habla de reconocimiento mutuo en lo que respecta a las barreras no arancelarias. Obviamente, los detalles deberán pulirse más adelante, pero dado que los acuerdos de libre comercio han de ser ratificados por todos los Estados miembros de la UE y del Parlamento Europeo, este proceso será complicado y estará cuajado de incertidumbre.

Otras partes del acuerdo son de una extraordinaria ambigüedad. La UE, promete comprar petróleo, gas y combustible nuclear estadounidenses por valor de 750.000 millones de dólares para aminorar la dependencia de Rusia que aún soportan algunos Estados miembros. Sin embargo, muchos expertos cuestionan el realismo de tal suma. También se ha comprometido a invertir otros 600 000 millones de dólares en Estados Unidos en equipo militar y en otras áreas en los próximos años. Sin embargo, estos compromisos no obligan a nadie. Están sujetos a la competencia de los Estados miembros y su cumplimiento depende de cada país y de cada empresa.

Aunque el acuerdo parece una victoria para Estados Unidos, siembra tempestades de cara al futuro. Daña su imagen como socio comercial fiable y predecible. Tal vez, América se beneficie a corto plazo de un aumento de las exportaciones de ciertos productos, pero la inestabilidad y el encarecimiento de los bienes europeos perturbará las cadenas de suministro transatlánticas. Muchas empresas estadounidenses dependen de componentes y productos intermedios de la UE en sus procesos productivos El encarecimiento de la importación de esos insumos se traducirá en precios más altos para los consumidores y en una menor competitividad para las firmas USA en el mercado global.

Un acuerdo tan desfavorable, a pesar de las afirmaciones en sentido contrario de la Comisión Europea, ha sentado las bases de un profundo resentimiento y desconfianza en la UE hacia América que se materializará antes o después y tiene serias posibilidades de complicar y dificultar la cooperación trasatlántica en otros ámbitos, como la tecnología, la seguridad o la política exterior. Europa tendrá poderosos incentivos para buscar una mayor autonomía estratégica y económica, lo que puede debilitar la influencia de Estados Unidos en el Viejo Continente y debilitar la alianza estratégica entre las dos orillas del Atlántico en una encrucijada global muy delicada.

En conclusión, este acuerdo no es una victoria duradera para nadie. Es un pacto que impone un arancel asimétrico que dañará la economía y el empleo europeos. De igual modo, erosiona la credibilidad de Estados Unidos como líder global, sentando un precedente de unilateralismo lesivo para los propios intereses de América en el horizonte del largo plazo. Este pacto comercial no es el resultado de un diálogo equitativo y equilibrado, sino de la presión ejercida por Estados Unidos sobre una Europa que ha demostrado ser incapaz de actuar con unidad y defender sus propios intereses.