El mensaje de Milei para el mundo

Marcos Falcone dice que aunque no se sepa qué va a pasar exactamente en Argentina bajo el gobierno de Javier Milei, algo que ha quedado claro es su mensaje frente al mundo: que el socialismo es dañino y que solamente el capitalismo puede generar riqueza.

Por Marcos Falcone

Los primeros meses de gobierno de Javier Milei han significado una vuelta de página respecto de la política económica de izquierda que Argentina venía intentando aplicar sin éxito. Este hecho es importante para los argentinos, naturalmente, que desde hace tiempo sufren por la situación económica del país. Pero el interés que ha despertado Milei en el mundo también hace que la oportunidad de su gobierno también pueda ser aprovechada en América Latina y quizás incluso en el resto del mundo.

Es verdad que Milei presenta varias facetas de cara hacia el mundo, en ocasiones contradictorias. Por un lado, el presidente se muestra como un líder amigo de Trump, Abascal y otros representantes de derechas nacionalistas. Pero por otro lado, también se erige como un liberal “anarcocapitalista” que viene a romper con el status quo estatista que rige en Argentina.

En cualquier caso, en América Latina y otras regiones Milei se ha convertido en un símbolo mucho más poderoso que su gobierno. Así como antes la pregunta obligada era sobre Messi, hoy a cualquier argentino en el exterior se le preguntará rápidamente qué pasa con o qué opina de Milei: me ha ocurrido a mí mismo más de una vez. Y en cada ocasión los interlocutores extranjeros conocen una serie de postulados básicos y liberales que han quedado firmemente asociados a Milei en el ideario público: que el socialismo es dañino, que ni una casa ni el Estado pueden gastar lo que no tienen, que es solamente el capitalismo el sistema que puede generar riqueza. Son ideas independientes de sus medidas de gobierno que ya están instaladas en la opinión pública internacional.

Milei sabe que gobernar es mucho más difícil que hablar, y quizás sea por este motivo que ahora sus apariciones públicas sean más limitadas. Pero el presidente también sabe que su gobierno va más allá de él, y es en ese sentido que debemos entender el mensaje casi calcado que da ante cualquier audiencia que lo escuche: el Congreso, la conferencia C-PAC, el foro de Davos, el foro del Llao Llao, la cena de la Fundación Libertad. En todos estos casos, aún tratándose de ocasiones tan distintas entre sí, queda firmemente claro cuál es para Milei el camino por el que se consiguen tanto el progreso como la justicia: la libertad.

Una y otra vez, Milei repite ante quien quiera oír no solamente que el accionar del Estado destruye los incentivos a la creación de la riqueza, sino que el Estado en sí mismo es una organización criminal. Por supuesto, denunciar a una mafia y presidirla es como mínimo incómodo, pero el mensaje es claro: el problema es el Estado, algo que ningún otro líder en el mundo occidental está transmitiendo hoy esta idea con claridad. Los tiempos en los que Reagan y Thatcher vitoreaban la iniciativa privada y denunciaban vigorosamente el avance estatal sobre las personas se ven muy lejanos, mientras avanzan los nacionalismos y colectivismos de todo tipo en las democracias liberales.

Y pese a que Milei mismo a veces parezca confundir su propio rol al codearse con figuras iliberales, el suyo no es un mensaje “extremista” de derecha ni nada por el estilo. El mensaje que da al mundo no es proteccionista ni racista ni en líneas generales antiliberal, sino todo lo contrario. De hecho, sus ideas también reflejan su forma de gobernar, puesto que Milei no ha sucumbido en el autoritarismo en el que la izquierda denunciaba que se hundiría. Si los liberales pueden hacerle un reclamo, es incluso que viene siendo demasiado moderado.

Es verdad que el mensaje de Milei al mundo no podría importar menos a los millones de argentinos que sufren la inflación, la pobreza y más generalmente la desazón de un país que hasta ahora estaba a la deriva. Pero si el presidente logra encauzar el rumbo con recetas económicamente liberales y hasta libertarias, no serán solo sus propios compatriotas los que se beneficien sino también los extranjeros que quieran replicar su causa. En cualquier caso, el éxito o el fracaso de Milei trascenderán sin ninguna duda las fronteras de Argentina. Todo está por verse.