El juicio de William Penn: el veredicto que liberó al jurado

Mike Fox dice que los redactores de la Constitución reconocieron que el juicio con jurado era una piedra angular de la justicia y el autogobierno, un control esencial del poder que ellos mismos estaban ayudando a crear.

Por Mike Fox

El 5 de septiembre hace trescientos cincuenta y cinco años, en lo que más tarde se definiría como el concepto histórico de jurado penal, un jurado inglés se negó a emitir un veredicto injusto.

Como fundador de Pensilvania, William Penn puede ser ahora un nombre muy conocido. Pero en 1670, Penn aún no era una figura célebre en la historia de Estados Unidos. Era un joven predicador cuáquero que vivía en Londres, miembro de un grupo religioso que el Gobierno consideraba una amenaza. La ley de la época, conocida como la Ley de Conventículos, prohibía que más de cinco personas se reunieran para practicar su culto fuera de la Iglesia de Inglaterra, sancionada por el Estado.

El concepto de independencia del jurado se remonta a un momento dramático y desafiante de la historia inglesa. Penn y su compañero cuáquero, William Mead, fueron arrestados por predicar a una multitud en una calle de Londres. No había duda de que eran culpables según la ley. La fiscalía tenía testigos y el juez tenía toda la intención de conseguir una condena. Pero la ley era injusta.

El juicio fue un espectáculo. El juez, decidido a castigar a los cuáqueros, intentó obligar al jurado a llegar a un veredicto de culpabilidad. Cuando los miembros del jurado no accedieron, el juez rechazó su veredicto, los encerró sin comida, agua ni calefacción y los amenazó con multas y penas de prisión. Pero Edward Bushel y sus compañeros del jurado se mantuvieron firmes.

Tras dos días de este duro trato, el jurado volvió con un veredicto final: inocente. Por negarse a cumplir las órdenes del Gobierno, el juez multó a los miembros del jurado, los acusó de desacato y ordenó que fueran encarcelados hasta que pagaran las multas.

Pero Edward Bushel se negó a callar. En lugar de pagar la multa, impugnó su encarcelamiento. Fue entonces cuando el presidente del Tribunal de Primera Instancia, Sir John Vaughan, declaró que la decisión del jurado era propia. En consecuencia, Vaughan explicó que los miembros del jurado no pueden ser sancionados por sus veredictos.

El caso Bushel es más que un simple precedente legal polvoriento. Esta decisión crucial estableció lo que hoy conocemos como independencia del jurado. Los redactores de la Constitución reconocieron que el juicio con jurado era una piedra angular de la justicia y el autogobierno, un control esencial del poder que ellos mismos estaban ayudando a crear. El caso Bushel es un poderoso recordatorio del papel único que desempeña la gente común en nuestro sistema judicial. El jurado ciudadano no es simplemente una audiencia pasiva, sino un control vital del ejercicio del poder estatal.

Con un presidente que ha ejercido el inmenso poder del gobierno federal contra cualquiera que se interponga en su camino, este papel histórico del jurado es aún más importante. Al igual que Bushel rechazó el mal concebido enjuiciamiento de Penn y Mead, los jurados de hoy pueden —y deben— desafiar la aplicación injusta de leyes que desgarran el tejido mismo de la sociedad civil.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (Estados Unidos) el 5 de septiembre de 2025.