El COVID y los cruceros

Julian Sanchez considera que la política de Florida de prohibir pasaportes de vacunación, no solo viola el derecho de libre asociación de los dueños de las líneas de cruceros, sino que además es algo que la mayoría de pasajeros de cruceros no desean y que sería irresponsable desde la perspectiva de la salud pública.

Por Julian Sanchez

Anteriormente he escrito acerca del estado poco útil de la discusión entorno a lo que erróneamente se denomina como “pasaportes de vacunación” —una discusión que suele confundir visiones orwellianas de papeles de inmunización siendo demandados en cada bar y tienda de barrio con el escenario mucho más probable: ciertas categorías de negocios ejerciendo su libertad de asociación cuando lo consideran necesario, dadas sus circunstancias específicas, para operar de manera segura. 

Un ejemplo que ofrecía eran las líneas de cruceros, dado que varias de ellas ya habían anunciado su intención de reiniciar operaciones para los pasajeros que han completado su régimen de vacunación, y también porque parecía ser un caso tan claro en el que dicha restricción sería eminentemente justificable. Aún así el gobernador de la Florida, Ron DeSantis, que había presionado por uno de las más extremas prohibiciones de “pasaportes de vacunación”, está insistiendo que las perjudicadas líneas de cruceros de su estado no podrán requerir que los pasajeros estén vacunados antes de abordar sus embarcaciones, amenazando imponer altas multas para aquellas empresas que requieran prueba de vacunación. 

Esto es cuestionable en torno al principio de que los dueños de las empresas deberían ser generalmente libres de determinar a quién permiten dentro de su propiedad. Hay, por supuesto, excepciones bien conocidas, diseñadas para remediar males excepcionales en nuestra historia: “los hospedajes públicos” no pueden legalmente negarle servicio a alguien sobre la base de ciertas “características inmutables” como la raza y el género. Pero hacer analogías de “discriminación” basadas en la opción de inmunizarse en contra de un virus letal con la discriminación racial es obtuso y al menos ligeramente ofensivo. Negarse a ser vacunado —lo cual es ciertamente un derecho individual— no confiere membresía en una “clase protegida” así como tampoco lo hace “negarse a usar pantalones” o “negarse a pagar el precio de un ticket de admisión”.

Sin embargo, la política de Florida es todavía más torpe cuando se la aplica a las líneas de cruceros específicamente, dado que hay, durante el futuro predecible, razones extremadamente convincentes para querer que las embarcaciones naveguen con pasajeros totalmente inmunizados, incluso si a uno no le importa el derecho general de los dueños de los negocios a la libre asociación

Los cruceros tradicionalmente tienen una enfermería con al menos un médico licenciado y algunas enfermeras registradas dentro de su personal para lidiar con los inevitables asuntos médicos que surgen dentro de cualquier grupo grande en el mar. Pero todos están mal equipados para lidiar con escenarios en los que docenas o cientos de pasajeros se enferman de gravedad al mismo tiempo. Una epidemia a bordo efectivamente significa que se acabó el crucero tanto para los pasajeros vacunados como para aquellos que no lo están. Recuerde los brotes en cruceros a inicios de la pandemia, como aquel del ahora infame Diamond Princess, que además de ser terrorífico y perjudicial para los pasajeros, fueron un desastre de relaciones públicas que ninguna industria desea arriesgarse a sufrir. 

Los cruceros también, por supuesto, frecuentemente se detienen en otros países, muchos de los cuales tienen tasas de vacunación considerablemente menores que aquella de EE.UU., y están ansiosos de revivir sus devastadas industrias de turismo sin imponer todavía más riesgo para sus propias poblaciones. En la práctica, prohibir que las líneas de cruceros requieran el status de vacunación probablemente significará muchas más desagradables e innecesarias pruebas de COVID-19 como sustituto.

Poco debe sorprender, entonces, que una encuesta realizada por el website de consumidores CruiseCritic encontró que una gran mayoría de pasajeros regulares de cruceros —80 por ciento— preferiría embarcarse en cruceros que tienen requisitos de vacunación. 

Para consentir a la porción furibundamente anti-vacunas de su base, DeSantis ha optado por una política que las líneas de cruceros no desean, que los pasajeros de cruceros no quieren, que coarta la libertad de asociación, y que es impresionantemente irresponsable desde la perspectiva de salud pública.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 8 de junio de 2021.