EE.UU. no tiene visión para la competitividad y cooperación económica de América del Norte

Inu Manak considera que en la primera reunión en mayo de la Comisión de Libre Comercio del Tratado entre México, EE.UU. y Canadá el espíritu de colaboración trilateral brilló por su ausencia.

Por Inu Manak

Las tres ministras de comercio exterior de los países miembros del Tratado entre México, EE.UU. y Canadá (T-MEC) sostuvieron la primera reunión de la Comisión de Libre Comercio en mayo. La Comisión, que sucede a la establecida por medio del primer Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), vigila la implementación del acuerdo, supervisa el trabajo de los múltiples comités creados por éste, y considera posibles modificaciones sus dispociones, entre otras funciones. Una de las razones detrás de reuniones anteriores, como quedó manifestado en el mismo T-MEC, es para que los ministros “consideren formas para mejorar aún más el comercio y la inversión entre las Partes”. Sin embargo, la colaboración creativa y progresista que suele guiar estas reuniones estuvo virtualmente ausente en esta ocasión. Al contrario, la reunión de la Comisión reflejó que EE.UU. está incierto sobre cómo trabajar con dos de sus socios comerciales más cercanos, y que no posee visión de cómo ir más allá del T-MEC.

Esta ambivalencia quedó completamente plasmada en el mensaje inicial de la representante comercial de EE.UU., Katherine Tai, quien no mencionó los beneficios del comercio con nuestros vecinos al norte y sur. A su vez, celebró que su antecesor en el cargo “actualizara y enmendara un acuerdo de 25 años que enfrentó críticas significativas desde su inicio” y comentó que: “Hemos pasado de ver a los acuerdos comerciales exclusivamente como un camino a la liberalización, a restructurar las reglas en un esfuerzo por re-balancear los impactos del acuerdo”. No se equivoca al decir que el punto del T-MEC realmente no es la liberalización comercial. Como he escrito anteriormente, los estudios de impacto económico del acuerdo provocan serias preocupaciones sobre sus beneficios en este rubro. Pero se equivoca al mezclar las críticas al TLCAN con una evaluación objetiva de su desempeño.

Pero Tai parece estar menos preocupada por esto, al criticar la “fragilidad” de las cadenas globales de valor, y argumentar que la “eficiencia ha demostrado ser perniciosamente cara”. La investigación realizada en torno a este tema no apoya estas afirmaciones. Como señaló recientemente el politólogo Dan Drezner, “las cadenas globales de suministro no son frágiles y se ha exagerado su riesgo geopolítico”. Mi colega Scott Lincicome también ha apuntado que los mercados abiertos aumentan la resiliencia de estas cadenas de suministro. Hablando específicamente de América del Norte, vale la pena recordar que integrar las cadenas de suministro del sector automotriz a lo largo de nuestras tres economías ha ayudado a que la industria automotriz de EE.UU. se mantenga competitiva.

Los comentarios de la embajadora Tai también contrastaron con los mensajes de Canadá y México, que se enfocaron en la fortaleza de nuestros vínculos económicos. Mary Ng, la ministra de pequeñas empresas, promoción de exportaciones y comercio internacional de Canadá, expresó que la pandemia del COVID-19 no reveló, como Tai sugirió, la fragilidad, sino “la resiliencia de nuestras industrias, la importancia de nuestros vínculos comerciales, y lo crítico que es mantener cadenas globales de suministro abiertas”. Además, la ministra Ng, reconoció qué tanto la liberalización comercial ha sido un impulso para América del Norte, diciendo:

“Nuestra relación comercial está edificada sobre cadenas de suministro profundamente integradas y consolidadas –redes de trabajadores y empresas que no sólo están comerciando entre ellos, sino innovando y construyendo juntos.

Muchos de nuestros bienes comercializados cruzan nuestras fronteras para convertirse en productos finales 'norteamericanos' que compramos y vendemos en nuestros países, y alrededor del mundo.

Esto es por lo que nuestra relación comercial es tan importante.

Desde 1993, el comercio trilateral de mercancías entre Canadá, EE.UU. y México se ha más que triplicado, siendo esto evidencia de nuestro éxito en expandir oportunidades en el mercado de Norte América. En 2019, tuvo un valor de $1,5 billones de dólares”.

Los comentarios de la secretaria de economía de México, Tatiana Clouthier, fueron un poco más mesurados para embonar con el mensaje de EE.UU., pero también fueron previsores de lo que viene en adelante, llamando a sus dos compañeras a:

“seguir trabajando para mejorar nuestra relación comercial y la plataforma de producción conjunta que hemos cosechado tras casi treinta años de integración económica y asegurarnos de que ahora trabajadores, agricultores, empresarios, PyMEs y grupos sub-representados históricamente puedan aprovechar los beneficios que ofrece el Tratado en su totalidad”.

La declaración conjunta publicada al final de las reuniones reflejó principalmente la postura estadounidense, sin duda suavizada un poco por Canadá y por México. No hubo mención de los beneficios al comercio y la inversión generados por el TLCAN específicamente, ni en lo general sobre como el comercio ha mejorado la competitividad regional y vinculado a los tres países a través de lazos importantes entre sus habitantes. En vez, fue formulada como una celebración del primer año del T-MEC (que debo señalar es en su mayoría el TLCAN con algunos cambios clave) y los tres países reafirmaron su compromiso de “implementar y hacer cumplir plenamente los términos y altos estándares del Tratado durante la vigencia del T-MEC”. El tema del mensaje resuena con los comentarios de Tai haciendo énfasis en hacer cumplir las disposiciones del tratado, algo que también he dicho previamente en sus testimonios en el congreso estadounidense.

¿Por qué nos debería importar la decisión sutil de darle este contexto a la declaración? Para quienes hemos estudiado el TLCAN durante un largo tiempo, la asimetría y ambivalencia que caracteriza a la relación entre Canadá, México, y EE.UU. no es nueva. Y mientras el TLCAN también ha sido el chivo expiatorio predilecto de los políticos estadounidenses (particularmente en campaña), sólo durante la presidencia de Donald Trump vimos a esta retórica electoral convertirse en política.

En la historia de las reuniones de la Comisión de Libre Comercio del TLCAN y su contraparte de alto nivel, la Cumbre de Líderes de América del Norte, el tono ha sido positivo, con las tres partes concordando en los beneficios de su relación. Estas reuniones eran vistas como oportunidades para avanzar a partir de nuestros vínculos económicos. En la última reunión de la Comisión de Libre Comercio del TLCAN en 2012, el representante comercial de EE. UU., Ron Kirk, el ministro de comercio internacional de Canadá, Edward Fast, y el secretario de economía de México, Bruno Ferrari, declararon: “Como parte de los beneficios compartidos del TLCAN, hoy acordamos acciones para expandir el comercio y la inversión, reducir costos administrativos, y de este modo fortalecer aún más la competitividad de América del Norte”. Y, en la Cumbre de Líderes de América del Norte de 2016, el presidente Barack Obama, el primer ministro Justin Trudeau, y el presidente Enrique Peña Nieto presentaron una agenda de cooperación regional y global para afrontar retos comunes, incluyendo entre estos a un tema que hoy en día es de gran importancia en la agenda del presidente Joe Biden, el cambio climático.

Este espíritu de colaboración trilateral brilla por su ausencia hoy en día. Y mientras que las ministras comerciales fueron cautelosas al enfatizar el tono “cordial” de su reunión, no queda claro que ésta haya sido del todo cordial. La conferencia de prensa que, se suponía, iba a llevarse a cabo tras las reuniones el martes a las 6:00 PM ET se aplazó por dos horas, aparentemente debido a cambios de último minuto en la declaración conjunta. Se desconoce si este desacuerdo sobre el contenido de dicha declaración radicó en una diferencia seria de opiniones o en simples discrepancias sobre las palabras a utilizarse. Pero más allá de las apariencias, también parecen haber tensiones incrementales en torno a distintos temas: desde preocupaciones estadounidenses sobre las inversiones en el sector energético de México y recientes disputas laborales, a desacuerdos sobre como implementar las reglas de origen del sector automotriz —Canadá y México argumentan que EE.UU. no comparte la misma interpretación de las flexibilidades otorgadas por el T-MEC.

Dejando a un lado las formalidades diplomáticas, lo que la primera reunión de la Comisión de Libre Comercio del T-MEC reveló es que la liberalización comercial no tiene un lugar importante en la agenda de EE.UU. (me sorprende que no se le haya renombrado a la Comisión, como se hizo con el TLCAN, para reflejar este cambio). Al contrario, EE.UU. sigue planteando el comercio exterior como un juego de suma cero, disfrazado con retórica positiva para hacer sentir al comercio como más “inclusivo” y “enfocado en los trabajadores”, sin ahondar específicamente sobre qué significa todo esto y cómo se logrará alcanzar.

Ahora, es cierto que las reuniones de la Comisión suelen ser menos importantes para avanzar nuestros intereses económicos comunes que la Cumbre de Líderes de América del Norte. Pero no hay indicación de que sostener esa reunión esté en los planes de la administración Biden. El hecho de que haya elegido otorgarle la responsabilidad de mantener esta relación a su representante comercial demuestra que EE.UU. puede no estar pensando sobre cómo aprovechar el vínculo con sus dos aliados y socios comerciales más cercanos para alcanzar sus objetivos más grandes en materia de política comercial. De hecho, gran parte de estos objetivos todavía no han sido definidos. Fuera de su enfoque en hacer cumplir las disposiciones de acuerdos previamente negociados, no queda claro que la administración Biden tenga algún otro interés en política comercial. Esto es desafortunado. Si el presidente Biden quiere estimular la economía y fortalecer la competitividad de EE.UU., debería comenzar por reconocer y construir a partir del éxito de la liberalización comercial.

Este artículo fue publicado originalmente en Cato At Liberty (EE.UU.) el 20 de mayo de 2021.