Centros de Progreso, Parte 29: Berlín (la caída del comunismo)

Chelsea Follett destaca la importancia de Berlín como un centro de progreso debido a que fue el sitio donde se ilustró de manera singular la importancia de la libertad.

Por Chelsea Follett

Hoy presentamos la vigésima novena entrega de la serie de artículos publicados por HumanProgress.org llamada Centros de Progreso. ¿Dónde ocurre el progreso? La historia de la civilización es de muchas maneras la historia de la ciudad. Es la ciudad la que ha ayudado a crear y definir el mundo moderno. Esta serie de artículos brindará una breve introducción a los centros urbanos que fueron los sitios de grandes avances en la cultura, economía, política, tecnología, etc.

Berlín jugó un papel central en la caída del comunismo y el triunfo del liberalismo. Cuando el muro que había dividido Berlín fue derribado abrupta y alegremente en 1989, la ciudad cambió la historia de la humanidad. 

Hoy, Berlín es la ciudad más poblada de toda la Unión Europea, con alrededor de 3,8 millones de habitantes. Famosa por su historia, arte, música y grafiti, Berlín atrae a millones de turistas cada año, así como a muchos viajeros de negocios. La economía de la ciudad gira en torno a las industrias de alta tecnología y servicios, y la metrópoli es un importante centro de transporte. 

El sitio donde ahora se encuentra Berlín ha estado habitado desde al menos el noveno milenio antes de Cristo, con muchos artefactos, como puntas de flecha, que sobreviven de los pueblos antiguos de la zona. Durante la Edad del Broce y la Edad del Hierro, los residentes principales eran miembros de la cultura lusaciana, un pueblo agrícola que se destacaba por cremar en lugar de enterrar a sus muertos. Varias tribus emigraron a través de la región y, en el siglo VII d.C., los eslavos poblaron el área. El nombre de Berlín probablemente significa “pantano” en Polabo, un idioma eslavo ahora extinto. 

La similitud entre el nombre de la ciudad y la palabra moderna oso (bär en alemán), junto con el oso en el escudo de armas de la ciudad, ha llevado a la idea errónea de que la ciudad lleva el nombre del animal. El escudo de armas en realidad fue entregado a la ciudad por un noble conocido como Alberto el Oso, quien tomó el control del área en el siglo XII cuando estableció el Margraviato de Brandeburgo en 1157.

Fundada oficialmente en 1237 (aunque de hecho establecida antes de eso), Berlín soportó un par de siglos tumultuosos. A pesar de un incendio devastador en 1380, Berlín logró llegar a una población de alrededor de cuatro mil residentes en 1400. Luego, Berlín sufrió daños considerables durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), pero nuevamente se recuperó y experimentó una explosión de crecimiento después de convertirse en la capital del nuevo reino de Prusia en el siglo XVIII. Como sede del poder prusiano, la ciudad era un centro administrativo y empresarial. Surgieron talleres y Berlín se hizo conocida por sus hábiles artesanos. 

En el siglo XIX, el acceso limitado a la energía generada por ruedas hidráulicas obligó a la ciudad a adoptar la energía de vapor antes que otras ciudades. Aprovechar la energía del vapor permitió que Berlín se industrializara rápidamente y se convirtiera en un importante productor de todo, desde ropa y productos químicas hasta maquinaria pesada. La ubicación central de la ciudad la convirtió en el centro de transporte ferroviario de Alemania, y Berlín pronto se convirtió en una potencia económica. 

A medida que la ciudad se hizo próspera, se convirtió en un santuario para el movimiento romántico alemán y acogió a pintores, músicos, poetas y escritores. Se alega que el compositor romántico nacido en Austria, Franz von Suppé (1819-1895), escribió letras que se traducen como “Estás loco, hijo mío, debes ir a Berlín / donde están los locos / allí perteneces”. Si bien esas letras (que se hicieron famosas por una cita en una película de 1958) son probablemente una suma posterior a una melodía que compuso Suppé, capturan el espíritu creativo que se apoderó de la ciudad. Berlín pronto se ganó la reputación de ser el hogar de los “inadaptados” artísticos de todo el continente. 

En el siglo XX, Berlín mantuvo esa reputación cuando los pintores y cineastas expresionistas alemanes experimentaron con nuevos estilos en la ciudad. A pesar de la creciente inestabilidad económica y política en la República de Weimar, Berlín fue un centro creativo y de vida nocturna de renombre durante los locos años veinte. Los pensadores de la ciudad también hicieron contribuciones notables a la ciencia, y sus universidades ganaron protagonismo cada vez mayor. El físico Albert Einstein (1879-1955) ganó el Premio Nobel de Física en 1921 mientras trabajaba en la Universidad Humboldt de Berlín. 

La libertad intelectual que reinaba en la ciudad se extinguió repentina y dramáticamente con el surgimiento del nacional-socialismo (nazismo) y el establecimiento de la Tercera Reich totalitaria (1933-1945). Muchos de los artistas y científicos que habían puesto a la ciudad en el mapa, incluido Einstein, huyeron de Berlín para escapar del gobierno genocida de Adolf Hitler (1889-1945). Después de la derrota de Hitler al final de la Segunda Guerra Mundial, los aliados dividieron Alemania en cuatro zonas de ocupación diferentes. La Unión Soviética obtuvo el control de la parte este de Berlín y declaró a la ciudad la capital del nuevo estado satélite soviético en Alemania Oriental. 

El nombre oficial de Alemania Oriental era República Democrática Alemana. Su gobierno se inspiró en el de la Unión Soviética, completo con planificación central, propiedad estatal de los medios de producción, límites a la propiedad privada, gobierno de facto de un solo partido, censura, una vasta red de espionaje y represión, y un compromiso ostensible con la igualdad de clases. 

Berlín Occidental y Alemania Occidental se recuperaron rápidamente de la Segunda Guerra Mundial y se enriquecieron, pero los estrictos controles gubernamentales sobre la economía de Alemania Oriental impidieron una recuperación similar. Si bien es quizás el mejor experimento natural de la historia que pone a prueba el capitalismo contra el comunismo, la partición fue devastadora para la gente de Alemania Oriental. Entre 2,5 y 3 millones de alemanes orientales escaparon al oeste. Para 1961, se cree que alrededor de 1.000 alemanes orientales huían diariamente, muchos a través de Berlín. Aquellos con educación avanzada o habilidades profesionales eran particularmente propensos a huir en busca de libertad. A medida que el joven estado socialista desangraba a muchos de sus ciudadanos más brillantes, sus líderes se desesperaban. Walter Ulbricht, el principal responsable de la toma de decisiones en Alemania Oriental, recibió la bendición del primer ministro soviético Nikita Khrushchev para detener la salida con una barrera física. 

En agosto de 1961, los soldados erigieron una barricada de alambre de púas para bloquear el acceso de Berlín Oriental a Berlín Occidental. La barrera de alambre fue entonces reemplazada por un enorme muro. El Muro de Berlín estaba hecho de bloques sólidos de concreto, medía 6 pies de alto y tenía una extensión de 96 millas. Los oficiales conocidos como Volkspolizei (“Volpos”) estaban a cargo de las torres de vigilancia, los reflectores y los puestos de ametralladoras del muro en todo momento. La barrera separaba a familias y amigos. 

Una fuerza secreta de policía llamada Stasi, con sede en Berlín Oriental, vigilaba la vida privada de los ciudadanos para detectar y prevenir planes de escape o cualquier actividad que pudiera desafiar el gobierno comunista. La campaña de vigilancia masiva de la Stasi incluyó la lectura encubierta de todo el correo enviado a través del sistema postal estatal, la creación de una vasta red de informantes y la instalación de escuchas telefónicas en los hogares de numerosos ciudadanos. 

La Stasi buscaba destruir psicológicamente a los disidentes identificados por sus espías a través de un programa conocido como Zersetzung (“descomposición”). Los resultados agentes de la Stasi manipularon la vida de las víctimas para interrumpir sus carreras y todas sus relaciones personales significativas (por ejemplo, colocando pruebas falsas de adulterio en la vida de una pareja). El objetivo era que la víctima acabara sin compañía, en un fracaso social y profesional, y con una absoluta falta de autoestima. Se cree que el programa involucró hasta diez mil víctimas y dañó irreversiblemente a al menos 5.000 mentes (Hoy, los sobrevivientes reconocidos de Zersetzung reciben pensiones especiales). 

A pesar de los riesgos, la escasez material frecuente y la pobreza relativa generada por el disfuncional sistema comunista motivaron a un flujo continuo de alemanes orientales a intentar escapar. Entre 1961 y 1988, más de 100.000 alemanes orientales intentaron cruzar el Muro de Berlín, pero casi todos fueron detenidos. Al menos 600 fueron abatidos a tiros o asesinados durante el intento de huir al oeste. Solo unos 5.000 cruzaron con éxito en el período de 27 años. 

El 26 de junio de 1963, el presidente de EE.UU., John F. Kennedy, pronunció lo que se considera uno de los mejores discursos de la historia en Berlín Occidental. Sus palabras resonaron entre los berlineses:

“Hay mucha gente en el mundo que realmente no entiende, o dice que no, cuál es el gran problema entre el mundo libre y el mundo comunista. ¡Qué vengan a Berlín! Hay quienes dicen que el comunismo es la ola del futuro. ¡Qué vengan a Berlín! … La libertad tiene muchas dificultades y la democracia no es perfecta, pero nunca hemos tenido que levantar un muro para mantener a nuestra gente dentro, para evitar que nos deje … [E]l muro es la demostración más evidente y vívida de los fracasos del sistema comunista … Todos los hombres libres, donde sea que vivan, son ciudadanos de Berlín y, por lo tanto, como hombre libre, ¡me enorgullezco de las palabras ‘Ich bin ein Berliner!’”.

Mientras los habitantes de Berlín Oriental soñaban con escapar, Berlín Occidental prosperó y una vez más atrajo a artistas y músicos innovadores. A fines de la década de 1970, el cantante inglés David Bowie llamó a Berlín Occidental “el mayor espectáculo cultural que uno podría imaginar”. Su canción “Heroes” de 1977, escrita en Berlín e inspirada en la imagen de una pareja abrazándose junto al Muro de Berlín, se ha convertido desde entonces en un himno no oficial de la ciudad y de la resistencia al totalitarismo en general (Después de la muerte del cantante en 2016, el gobierno alemán incluso reconoció el impacto de la canción y agradeció a Bowie por su papel en “ayudar a derribar el Muro”). Otros éxitos musicales de Berlín Occidental durante este período incluyen el himno contra la guerra de 1983 '99 Luftballons'.

La oposición al Muro de Berlín siguió aumentando. En 1987, mientras se encontraba en Berlín Occidental, el presidente de EE.UU., Ronald Reagan, hizo un famoso llamado al líder soviético para que eliminara la barrera diciendo “Sr. Gorbachov, ¡derribe este muro!”.

El 9 de noviembre de 1989, cuando la inviabilidad del socialismo se volvió cada vez más difícil de negar y la Guerra Fría se descongeló, el portavoz del Partido Comunista de Berlín Oriental anunció inesperadamente que cruzar el Muro de Berlín sería legal desde la medianoche. Un maremoto de berlineses del Este y del Oeste corrió hacia el muro, coreando “¡Tor auf!” ("¡Abre la puerta!"). A la medianoche, amigos, familiares y vecinos separados por mucho tiempo cruzaron la barrera para reunirse y celebrar. 

Se cree que más de 2 millones de berlineses del Este cruzaron a Berlín Occidental ese fin de semana, lo que resultó en lo que un periodista describió como “la mayor fiesta callejera del mundo”. Los juerguistas pintaron alegremente grafitis y destrozaron la pared con martillos mientras las excavadoras demolían otras secciones. 

La caída del Muro de Berlín simbolizó el fin del apoyo generalizado al comunismo y un giro global hacia políticas de mayor libertad económica y política. “Para los alemanes occidentales, nada cambió excepto los códigos postales. Para los alemanes orientales, todo cambió”, como dijo a Reuters un alemán que vive en el antiguo este. 

La ciudad se reunió, pero aún hoy se pueden sentir las cicatrices económicas y psicológicas de la partición de la Guerra Fría. Berlín Oriental todavía está plagado de niveles más altos de deshonestidad y niveles más bajos de confianza que Berlín Occidental, aunque los habitantes de Berlín Oriental en su mayoría han alcanzado a sus contrapartes de Berlín Occidental en lo que respecta a la satisfacción con la vida. 

La historia de Berlín se lee como una parábola sobre la importancia de la libertad. La ruptura del muro no solo liberó a millones de alemanes de la pobreza y el despotismo, sino que también resultó ser un momento crucial en la historia que ayudó a millones de otras personas a lograr una mayor libertad económica y política. Por derribar el muro, Berlín ha ganado su lugar como nuestro vigésimo noveno Centro del Progreso.