CADE 1989
Ian Vásquez dice que si bien la economía peruana sigue caminando, en algún momento en la última década o poco más, nos hemos olvidado de la importancia de seguir apuntando hacia mayor libertad.
agaliza/iStock / Getty Images Plus via Getty Images
Por Ian Vásquez
Esta semana en Lima, IPAE Acción Empresarial está reuniendo a líderes de opinión, de negocios y del mundo político en su próxima edición de CADE Ejecutivos. Dado el contexto preelectoral, de gobierno de transición y de importantes cambios geopolíticos y económicos internacionales, es buen momento para retomar las grandes ideas que impactan el rumbo del Perú.
Probablemente la última vez que se debatieron en CADE temas fundamentales de manera radical, como el rol del Estado, fue a finales de 1989, en medio de una crisis profunda y cuando Mario Vargas Llosa propuso un golpe de timón para el país. Como sabemos, Vargas Llosa perdió la elección de 1990, pero ganó la batalla de ideas.
Su propuesta central en aquel CADE, de tomar “el camino de la libertad económica, sin la cual toda democracia es imperfecta y se condena a la pobreza”, cambió al Perú de manera inédita, así como su visión de “convertir al Perú de ese país de proletarios, desocupados y privilegiados que es ahora, en un país de empresarios, de propietarios y de ciudadanos iguales ante la ley”.
La implementación de las reformas liberales que propuso Vargas Llosa hizo que el Perú entrara en su mejor momento de la historia. Mejoraron notablemente no solo el ingreso per cápita, sino también todo el rango de indicadores de bienestar humano, mejoras que han favorecido especialmente a los más pobres y que se extendieron prácticamente por todo el país.
Ese progreso sin precedentes ha sido bien documentado y representa el cambio hacia un modelo que apunta hacia un mayor grado de libertad. De hecho, si uno mira una gráfica de ingreso per cápita en el Perú desde 1960, es un retrato del poder de las ideas. El ingreso que se incrementa durante los sesenta retrocede en 1968 con el inicio del socialismo de Velasco, exhibe altibajos durante el decenio militar y, poco después del regreso de la democracia, vuelve a caer.
El descontrolado manejo estatal de Alan García volvió a incrementar el ingreso por dos años, pero, como todos los experimentos populistas, fracasó. Para 1990, García logró que el Perú retrocediera 30 años en términos de ingreso per cápita. Solo cuando se inicia la implementación de las ideas liberales, se ve que el ingreso se dispara, casi triplicándose desde entonces.
El problema es que, si bien la economía sigue caminando, en algún momento en la última década o poco más, nos hemos olvidado de la importancia de seguir apuntando hacia mayor libertad. Eso también lo muestra la gráfica, cuya curva deja de apuntar para arriba de manera tan inclinada en esos años. Y en años más recientes, la libertad económica del Perú ha caído, según el índice del Fraser Institute; el ránking del Perú era 35 antes de COVID-19 y ahora es 51.
Eso es una lástima. El Perú podría crecer a 7% anual si volviera a comprometerse con la libertad. En la primera década de este siglo, de hecho, hubo cuatro años en que creció 7% o más. A ese paso, el país hubiera duplicado su ingreso en tan solo diez años para mediados de la década pasada.
No ocurrió así, entre otras razones, porque el Estado Peruano, a pesar de los cambios liberales que empezaron en los noventa, sigue siendo sobredimensionado. La informalidad, que sigue siendo extensa, y el crimen descontrolado, son ejemplos de ello. Tal como advirtió Vargas Llosa, el Estado grande perjudica a los más necesitados y existe “a costa de descuidar sus deberes básicos”.
Parece mentira que se tenga que reaprender lecciones básicas de economía y política pública. Pero en eso, el Perú no está solo. No es tarde, sin embargo, para formar parte de la nueva tendencia hacia la libertad en la región que ha iniciado Argentina. ¿Qué candidato presidencial está a la altura?
Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 4 de noviembre de 2025.