¿Vivir con las drogas?

Por Roberto Salinas-León

El narcotráfico contamina los aspectos básicos de la vida cotidiana—salud, lavado de dinero, criminalidad, violencia, masiva corrupción, incalculables costos de oportunidad, deterioro social, en fin, todo un infierno de situaciones negativas.

Empero, entre más persiste una guerra contra el narcotráfico, más parecería que es una batalla perdida. La demanda agregada por productos de droga, desde mariguana hasta heroína, persiste sin piedad, a pesar de todos los esfuerzos por contener la oferta. Ello, por consecuencia, ha derivado en nuevas fórmulas más sofisticadas para producir, distribuir y comerciar los productos. Nos guste o no, es un gran negocio, con altísima rentabilidad.

Nos guste o no, es más, la experiencia indicia que debemos de aprender a vivir con el fenómeno. Las limitaciones al comercio de drogas han derivado mayores beneficios a los productores, que a la sociedad que se pretende proteger. La demanda por los productos persiste a pesar de los castigos que se tengan que pagar.

Para el oferente, la prohibición al abasto de drogas puede ser un desincentivo, pero también un incentivo. Ante la limitación de la competencia por criminalizar la producción, los márgenes de ganancia aumentan en forma exponencial. Curiosamente, al prohibir estas actividades, la ley se convierte en una barrera para entrar al mercado, lo cual limita la oferta, y otorga un virtual monopolio a los abastecedores que hoy arriesgan el todo por el todo.

Es una situación muy lamentable, pero también real. Hay gente que deriva placeres que rebasan los desincentivos criminales de consumo, mientras hay otras gentes que, ante los castigos que marca la ley, se pasan ésta por el arco del triunfo en aras de generar grandes fortunas. Estamos tratando con un fenómeno eminentemente económico, de incentivos.

Sin embargo, ante el fracaso actual, ante el hecho que seguimos teniendo que vivir con drogas, con una criminalidad violentísima, habría que empezar a plantear interrogantes incómodas.

¿No sería mas provechoso invertir los recursos que hoy se gastan en combatir la oferta, en educar a la gente de los daños que ocasionas las adicciones a las drogas? Si, por otro lado, dejamos que legalmente se puedan comercializar los estupefacientes, ¿no habría menores incentivos para ejercer la violencia que acompaña el negocio actual?

Es posible que aumente el número de adictos en un narco-mercado abierto y legal. Pero es previsible que, con ello, se reduzca el elemento violento que hoy acompaña la prohibición.

Al final del día, son sólo preguntas, y posiblemente irrelevantes. El gran problema de consumo se encuentra al norte de nuestra frontera, donde está la ganancia, donde reside la semilla del problema.

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