Vista exterior: Reformando la ayuda externa

Por Richard W. Rahn

¿Quién es el principal proveedor de ayuda externa?¿El Banco Mundial? ¿El Fondo Monetario Internacional? ¿La Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos (USAID)?

La respuesta correcta es ninguno de los anteriores. El principal proveedor de ayuda externa son los 10 millones de inmigrantes estadounidenses y trabajadores emigrantes que envían una porción de sus ingresos a sus países de origen. Oficialmente estos pagos son conocidos como remesas, las cuales proveen de un creciente soporte a los miembros de familia que quedan atrás en los países menos desarrollados.

El Banco Mundial y el FMI acaban de concluir sus reuniones anuales en Washington, DC. La escena era familiar -funcionarios presumidos siendo conducidos por la zona en limusinas negras, mientras miles de protestantes llevaban a cabo cánticos sin sentido y vandalismo en las calles.

Existe una considerable evidencia objetiva de que cada año el Banco Mundial y el FMI desperdician decenas de miles de millones de dólares de los contribuyentes, y que de hecho están empeorando la situación en el mundo en desarrollo. Los protestantes parecen sentir esto pero rara vez exhiben algún tipo de inteligencia cuando se trata de aportar soluciones productivas a la pobreza del Tercer Mundo.

Ralph Nader dio una de sus siempre predecibles vociferaciones sin contenido intelectual. Como siempre culpó a las corporaciones multinacionales de los males del mundo en desarrollo, mientras convenientemente ignoraba el hecho de que las corporaciones que él tanto odia están creando trabajos reales, proveyendo inversión de capital y nuevas tecnologías, y capacitación técnica y administrativa en los países en desarrollo. Lo hacen sin burocracias costosas y abotagadas y, en la mayoría de las ocasiones, sin amontonar con deuda masiva a los países en desarrollo, tal y como hacen las organizaciones de ayuda oficiales.

El Banco Interamericano de Desarrollo realizó un estudio de las remesas que se envían desde Estados Unidos a los países latinoamericanos que fue publicado este año. Los descubrimientos fueron asombrosos. El estudio concluyó que "los trabajadores típicamente envían a casa siete u ocho veces al año un promedio de remesas de cerca de $200."

Solo para la región latinoamericana, el BID estimó que el flujo había alcanzado los $23.000 millones en el 2001. La cifra excede los préstamos globales anuales del Banco Mundial y es más de tres veces el gasto total anual de USAID. Esta transferencia masiva de fondos fue realizada por más de 100 millones de transacciones individuales al año.

Estas remesas exceden por mucho toda la asistencia oficial de desarrollo para cada uno de los países y "equivalen al 40% del total de la inversión extranjera directa en la región." Más de $9.000 millones fueron remitidos solo a México, lo cual fue "más del doble del valor de las exportaciones agrícolas, excedió los ingresos por turismo, y (representó) dos tercios del valor de las exportaciones de petróleo." Las remesas eran responsables por el 24% del PIB de Nicaragua y el 20% del PIB de Haití. Cuarenta por ciento de las familias en República Dominicana recibían remesas.

El estudio solo cubría Latinoamérica, pero existe evidencia considerable de que los inmigrantes de Asia, África y la antigua Unión Soviética también envían miles de millones en remesas.

Esta ayuda externa "privada" tiene mayores probabilidades de ir a las manos de aquellos que la necesitan. Resulta muy improbable que uno le envíe parte de su salario a alguien que no esté en necesidad. Esta ayuda privada es manejada sin una burocracia estatal costosa, y existen muy pocas posibilidades de que alguna parte de ella termine en los bolsillos de funcionarios gubernamentales corruptos.

Muchas de estas remesas son utilizadas por aquellos que se quedan en sus países de origen para empezar sus pequeños negocios, lo cual crea un verdadero efecto multiplicador en la economía.

Desdichadamente, las cuotas sobre estas remesas privadas usualmente toman entre el 10 y el 25 por ciento del monto enviado. Los niveles de estas cuotas son innecesarios y equivalen a un impuesto cruel sobre los trabajadores pobres y sus familias. Nuevas tecnologías usando tarjetas chip o "inteligentes" y sistemas de transferencia de dineros por Internet pueden reducir este costo dramáticamente.

Sin embargo, hay algunos burócratas gubernamentales a escala internacional que están tratando de inhibir el desarrollo y uso de estas nuevas tecnologías por su preocupación acerca del uso de dichos sistemas para el lavado de dinero. Tales reacciones exageradas por parte de funcionarios gubernamentales demuestran su poco entendimiento de los costos y beneficios de las mismas y mucho menor aprecio hacia la grave situación de los pobres y hacia la libertad.

La ayuda de gobierno a gobierno o la privada pueden ser efectivas en generar crecimiento económico únicamente si el país que la recibe disfruta del Estado de derecho, respeta los derechos de propiedad, provee una moneda estable, mantiene un libre mercado y posee niveles relativamente bajos de impuestos, gasto público y regulaciones económicas.

Sin dichas condiciones el dinero casi siempre es desperdiciado, aparte de aliviar temporalmente algún sufrimiento individual momentáneo, lo cual la ayuda privada hace de manera más efectiva. Por supuesto, si un país tiene las políticas económicas propicias, no necesitará de la ayuda oficial, porque las empresas privadas y los individuos de alrededor del mundo proveerán todo el capital necesitado.

Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.