Una nueva arquitectura financiera global
por James A. Dorn
James A. Dorn es Vice-presidente para Asuntos Académicos de Cato Institute y especialista en China y coautor de China's Future: Constructive Partner or Emerging Threat? (El Futuro de China: ¿Socios Constructivos o Amenaza Emergente?).
La crisis financiera internacional que comenzó en México en 1994-1995 y más recientemente sacudió el sudeste asiático, Rusia y Brasil ha suscitado serios interrogantes sobre la viabilidad del orden monetario actual. Por ello es que el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Robert Rubin, y otros insisten en una "nueva arquitectura financiera global". La verdadera disyuntiva es si el gobierno o el mercado debe ser el centro del nuevo universo monetario.
Por James A. Dorn
La crisis financiera internacional que comenzó en México en 1994-1995 y más recientemente sacudió el sudeste asiático, Rusia y Brasil ha suscitado serios interrogantes sobre la viabilidad del orden monetario actual. Por ello es que el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Robert Rubin, y otros insisten en una "nueva arquitectura financiera global". La verdadera disyuntiva es si el gobierno o el mercado debe ser el centro del nuevo universo monetario.
El problema con el sistema actual es que es en realidad un pseudosistema, un acomodo más influenciado por consideraciones políticas que por los fundamentos de la propiedad privada y la libertad individual. Por eso es que todavía tenemos monedas vinculadas ("pegged") a otras, dinero fiduciario emitido discrecionalmente por los gobiernos, capitalismo de compadrazgo y un comercio internacional negociado en vez de libre.
No ha sido el fracaso del mercado lo que condujo al actual caos de los mercados financieros globales sino el fracaso de gobiernos. En especial, los gobiernos no se han quitado del paso y permitido la evolución de un orden espontáneo de mercado, aportando más bien la infraestructura institucional requerida por mercados libres y gente libre.
La pregunta fundamental es si los gobiernos van a dejar operar a los mercados, concentrándose en establecer el marco legal del libre comercio, el libre flujo de capitales y dinero confiable o, si por el contrario, van a encargar a los supuestamente "mejores y más inteligentes" a crear instituciones que aumentan la discrecionalidad oficial y el poder del estado.
La gran tentación es que los burócratas creen poder hacerlo mejor, diseñando deliberadamente una nueva arquitectura financiera global, en lugar de dejar evolucionar el orden espontáneo del libre mercado. Pero el problema es que cuando los diseñadores son burócratas y planificadores, el incentivo es darle exagerada discrecionalidad al gobierno y muy poca disciplina de mercado.
Así vemos que el verdadero debate en cuanto a una nueva arquitectura global gira alrededor del papel del gobierno en una sociedad libre. No se deben pisotear los fundamentos de la libertad limitando las opciones de instituciones monetarias a un poco más o un poco menos de discrecionalidad gubernamental. Por el contrario, las opciones deben ser dinero fiduciario emitido por los gobiernos versus un sistema monetario de libre mercado.
Mucho se ha escrito sobre los rescates del Fondo Monetario Internacional y el problema del "riesgo moral" cuando se hacen inversiones a sabiendas que si salen mal los contribuyentes pagarán los platos rotos, pero no debemos olvidar que el "riesgo moral" es sólo un aspecto de las actuales dificultades que confronta el sistema financiero internacional.
Monedas vinculadas y dinero fiduciario son las principales fuentes de inestabilidad en el orden monetario global. Con cambios rígidamente fijos o cambios que flotan libremente y un sistema monetario basado en normas, no ocurrirían problemas serios de balanza de pagos y, por lo tanto, tampoco habrían problemas serios de liquidez y confianza. Claro que en un mundo así tampoco se requeriría al FMI.
La cuestión es que con dinero de valor estable y precios fijados por el libre mercado, los ajustes serían suaves y los errores se corregirían más rápidamente que bajo el actual sistema híbrido.
El fracaso de la planificación central significa que la opción en el nuevo milenio es entre el liberalismo de mercado un sistema donde predomina la libertad individual y el socialismo de mercado la llamada economía mixta de la tercera vía, donde el estado manipula el mercado y restringe tanto la responsabilidad como la libertad individual. Pero como dicen los economistas rusos sobre la transición de la planificación al libre mercado, "no se está medio embarazado". Los reveses en Rusia y Asia no han sido causados por excesos de capitalismo y de libertad sino por excesos de los gobiernos y de planificación. De tal manera que las verdaderas opciones entre mercados verdaderos y mercados falsos deben estar claras.
No podemos perder de vista estas consideraciones filosóficas en el debate sobre los detalles de una nueva arquitectura financiera global.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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