Turquía: Aquí vamos de nuevo
por Steve H. Hanke
Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins y Senior Fellow del Cato Institute.
A pesar de que Turquía e Indonesia son países muy diferentes, tienen algo en común: largas historias de dinero malo. Cuando Turquía se adhirió al Fondo Monetario Internacional en 1947, 2.8 liras turcas conseguían un dólar estadounidense. Ahora se necesitan 1.2 millones de liras. Esa es una depreciación de 429,000 veces con respecto al dolar. La rupia indonesa está todavía peor; desde la independencia de Indonesia en 1949, la rupia se ha depreciado más de 2.9 millones de veces contra el dólar.
Por Steve H. Hanke
A pesar de que Turquía e Indonesia son países muy diferentes, tienen algo en común: largas historias de dinero malo. Cuando Turquía se adhirió al Fondo Monetario Internacional en 1947, 2.8 liras turcas conseguían un dólar estadounidense. Ahora se necesitan 1.2 millones de liras. Esa es una depreciación de 429,000 veces con respecto al dolar. La rupia indonesa está todavía peor; desde la independencia de Indonesia en 1949, la rupia se ha depreciado más de 2.9 millones de veces contra el dólar.
Estas naciones comparten otra distinción sospechosa, y es que ambas son protectorados económicos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y su mal concebido micromanejo, el cual no ha tenido éxito estabilizando sus monedas y economías, y ha empujado a Indonesia al borde del caos.
Para promover estabilidad en el tipo de cambio, el fondo hizo que Indonesia pusiera a flotar a la rupia en agosto de 1997 -y desde entonces la rupia ha perdido el 78 por ciento de su valor contra el dólar. Entre otras cosas, el colapso de la rupia destruyó los balances de innumerables empresas privadas que cargaban con deudas en dólares. Su deuda pública también ha saltado de un 30 por ciento del producto interno bruto a un 120 por ciento. En consecuencia, Indonesia está atrapada por las deudas, con un increible 35 por ciento de los ingresos gubernamentales dirigidos al pago de intereses.
Eso no es todo. El FMI tambien requiere que Indonesia revise completamente sus operaciones gubernamentales y reestructure su economía, algo sobre lo que el fondo sabe poco. No necesita decirse que hay poco apoyo popular para esto. El único resultado es un ambiente político inestable en Jakarta. Entre la falta de ley y las rebeliones separatistas, el Presidente Abdurrahman Wahid se enfrenta a la posible remoción del cargo y un ejército inquieto tiene la mirada sobre el poder.
El programa cuasi-revolucionario del FMI fue diseñado por burócratas en Washington, D.C., e implementado en Indonesia de arriba hacia abajo mientras que la historia demuestra que los programas de reforma que han resultado en grandes transformaciones económicas se han hecho de abajo para arriba. Todos fueron cultivados en casa y promovidos por líderes locales, sin importar lo que se piense de ellos: Pinochet en Chile, Thatcher en el Reino Unido, Reagan en EE.UU. y Deng en China.
Desafortunadamente, el FMI usó para el programa turco el mismo molde que usó para diseñar el de Indonesia y como era de esperarse, la flotación de la lira el 22 de febrero ha llevado a una devaluación del 43 por ciento con respecto al dólar. El daño colateral ha sido enorme. Las hojas de balance están en la calle, muchos negocios y bancos han colapsado, la economía se está contrayendo rápidamente y el gobierno está en una trampa de deudas aún más viciosa que la indonesa.
El acuerdo turco más grande con el FMI, firmado el 15 de mayo, le da US$8 mil millones más del fondo, llevando el total a US$19 mil millones. Para reunir ese dinero, Turquía tiene que imponerle a sus ciudadanos un paquete de cambios agudamente detallados a medio mundo de distancia, cubriendo desde privatizaciones masivas hasta recortes de subsidios. Muchos de los mandatos del FMI han requerido incluso que Turquía enmiende su constitución.
El nuevo zar económico de Turquía, Kemal Dervis, mantiene su popularidad pero las órdenes descendentes del fondo no reciben el mismo apoyo. No sorprende, entonces, que el programa está atormentando las aguas políticas del país. La eliminación de los subsidios al tabaco requirieron la mano fuerte del Primer Ministro Bulent Ecevit, y el costo fue alto: su coalición política ha empezado a desmembrarse. El Ministro de Estado para privatización, Yuksel Yalova, intentó retrasar el decreto que eliminaba el subsidio y luego renunció, y en fechas más recientes, Sadettin Tantan, Ministro de Interior y líder del movimiento turco anticorrupción, renunció al gabinete y el poderoso ejército de Turquía está preparado para tomar el poder.
Con suerte, Turquía no se va a hundir tanto como Indonesia, donde incluso el FMI ha tirado temporalmente la toalla; para empezar hay indicios de apoyo para implementar un sistema de caja de conversión, que ligaría a la lira con el euro. Y dado que Turquía ocupa una posición estratégica como área de ensayos de la OTAN, quizás el FMI se ilumine y deje que los turcos inicien su propia estrategia monetaria coherente. Ese es un "quizás" inmenso.