¿Quién está matando al peso en Buenos Aires?
por Steve H. Hanke
Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins y Senior Fellow del Cato Institute.
Hasta hace poco, la estabilidad monetaria y un sistema bancario sólido eran los dos pilares de una República Argentina que de otra forma hubiera sido débil. Ahora que Argentina enfrenta su cuarto año de recesión y se encuentra en bancarrota, muchos culpan al régimen monetario, que trajo esa estabilidad y solidez.
Por Steve H. Hanke
Hasta hace poco, la estabilidad monetaria y un sistema bancario sólido eran los dos pilares de una República Argentina que de otra forma hubiera sido débil. Ahora que Argentina enfrenta su cuarto año de recesión y se encuentra en bancarrota, muchos culpan al régimen monetario, que trajo esa estabilidad y solidez.
En realidad, fue el gobierno quien, al meter las manos en el régimen monetario y el sistema bancario, y al aplicar políticas que impedían el crecimiento, generó el caos económico. Si continúan realizando estos experimientos en un paciente reacio el resultado será fatal.
Para poner fin a las travesuras monetarias y frenar la hiperinflación, Argentina estableció un sistema de caja de conversión (currency board) poco ortodoxo en 1991. Los argentinos lo llaman el sistema de "convertibilidad". Como todos los regímenes de caja de conversión, la convertibilidad ha mantenido un tipo de cambio fijo entre el peso y su moneda base, el dólar americano. El sistema ha detenido la inflación: el índice de precios al consumidor es virtualmente el mismo de 1994. Además, esta acción ha impuesto una limitación en el presupuesto del sistema bancario, forzando a los bancos a limpiar y fortalecer sus balances generales.
Como Kurt Schuler y yo señalamos en el Wall Street Journal el 25 de octubre de 1991, hay un problema con el sistema de convertibilidad: permite al Banco Central comportarse más como un banco central tradicional que como una verdadera caja de conversión. Cada trimestre el Banco Central de Argentina publica un "Boletín Monetario y Financiero", que contiene una larga lista de medidas que han sido implementadas por el Banco Central. Si el Banco Central estuviera operando una caja de conversión tradicional, estas páginas estarían en blanco. Pero a pesar de todas sus imperfecciones, el sistema de convertibilidad ha sido clave para la sobrevivencia económica de Argentina durante la última década.
Si no es la convertibilidad, ¿entónces cuál es el problema? Durante los días de gloria económica y de reforma estructural (1990-94), el Presidente Carlos Menem mantuvo un dominio unificado sobre el escenario político. Las reformas, que fueron desarrolladas sin la ayuda del FMI, eran simples e implementadas con rápidez a través de paquetes extensos. Los resultados en el período de 1990 a 1994 fueron espectaculares. El PIB per cápita medido en dólares aumentó en un 72.8 por ciento.
Tras la devaluación del peso mexicano en 1995, la agenda de reforma en Argentina perdió impulso. A pesar que el país salió de la crisis y el PIB aumentó en un 7 por ciento en el período 1996-97, nunca recobró el vigor que había demostrado en el pasado. Cuando Fernando de La Rúa se convirtió en Presidente en diciembre de 1999, las cosas fueron de mal en peor. El nuevo plan económico de su administración, ideado por el FMI, debía de disminuir las tasas de interés y producir un boom al incrementar los impuestos, lo que fue realizado con la intención de reducir el déficit del gobierno. El momento en que fue implementado no pudo haber sido más inoportuno. Las tasas de interés mundiales en diciembre de 1999 se encontraban a la alza. De tal forma que las tasas de interés de Argentina aumentaron con las del resto del mundo y la economía se sumergió aún más en la recesión. Argentina se encontraba encaminada a una crisis de confianza, una que llevaría a una recesión más profunda y que también causaría problemas en el servicio a la deuda. El resto es historia, casi.
A partir de este punto la administración de De la Rúa cometería una serie de errores en su política económica que afectarían el éxito de las reformas hechas a principios de los 90: estabilidad monetaria y un sistema bancario sólido.
Domingo Cavallo se convirtió en el zar económico de Argentina en marzo del 2001, y estos errores fueron realizados bajo su mando, a pesar de que fue él quien implementó las reformas originales. El deterioro del sistema de convertibilidad comenzó con lo que parecía ser un escándalo bancario. Dos bancos relacionados con Citibank fueron acusados de lavado de dinero. Pedro Pou, el gobernador del Banco Central, se encontró en el medio de esta problemática. Los enemigos de Pou querían que fuera reemplazado por alguien que aflojara el control impuesto sobre la convertibilidad. Sin el apoyo del presidente, Pou fue despedido, y como se esperaba, sin él, el Banco Central ha continuado minando la convertibilidad.
En junio, Cavallo introdujo un régimen dual de divisas. Bajo este sistema, todas las exportaciones (excluyendo el petróleo) son llevadas a cabo con un peso devaluado; todas las importaciones con un peso sobrevaluado. Todas las demás transacciones son llevadas a cabo con una tasa de intercambio entre el peso y el dólar de uno a uno. Después de haber sido implementado este sistema se aprobó una ley en la que la base del peso cambiaría del dólar a una canasta compuesta por el 50 por ciento en euros y el otro 50 por ciento en dólares una vez que el euro alcanzara la paridad con el dólar.
Los mercados financieros vieron estos cambios realizados por Argentina como los primeros pasos para eventualmente abandonar el sistema de convertibilidad y sus temores crecieron el 9 de julio, cuando la Agence France Press citó a Cavallo diciendo que Argentina "abandonaría algún día el tipo de cambio fijo ". El consumo externo de las reservas del Banco Central aumentaron y las tasas de interés incrementaron como anticipación de una salida a la devaluación. La economía continuó en recesión y aumentó la duda sobre la capacidad de Argentina para cumplir con sus deudas.
El 16 de noviembre Cavallo intentó reasegurar a los bancos al afirmar, que si las cosas seguían empeorando, Argentina adoptaría el dólar o el euro. ¿El euro? Este espectro ha mantenido la llama de la deuda encendida, estimulado aún más la especulación en contra del peso, aumentado el consumo externo de las reservas del Banco Central y aumentado las tasas de interés.
Y qué sucedió con esos bancos sólidos? Tampoco han escapado. Para reducir los costos del servicio de la deuda del gobierno, Cavallo ha creado un cambio de deuda "voluntario". Como parte de su deber patriótico, los bancos argentinos han acordado cambiar bonos de alto rendimiento por bonos con menor rendimiento, lo cual ha afectado sus balances. Los depositantes siguen retirando sus fondos, aumentando las tasas de interés, un golpe más para la economía y su habilidad de generar impuestos para pagar la deuda del gobierno.
El 26 de noviembre, para detener el alza en las tasas de interés, el Banco Central introdujo mecanismos para disminuir las tasas de interés ofrecidas por el sistema bancario a los depositantes. Bajo un sistema de intercambio monetario, este tipo de control sobre los precios son estrictamente evitados porque minan el ajuste automático del sistema. Por qué debe un depositante mantener sus fondos en un banco que no está pagando por los riesgos existentes? Poner topes a las tasas de interés sólo promete generar más fugas internas en el sistema bancario.
Sin una dolarización oficial, puede ser demasiado tarde para realizar un reajuste financiero. Pero sin importar el resultado, los hechos de este caso deben ser preservados y los defensores del dinero sólido no deben permitir que los revisionistas prevalezcan. La ley de convertibilidad trajo una estabilidad monetaria y un sistema bancario sólido a Argentina. Fue un gobierno inepto que asaltó a la convertibilidad y al sistema bancario y que implementó políticas en contra del crecimiento lo que produjo la crisis.
Traducido por Constantino Díaz-Durán para Cato Institute.