Por favor, no más fondos monetarios internacionales "nuevos"

por Steve H. Hanke

Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins y Senior Fellow del Cato Institute.

Después de presentar una durísima crítica del Fondo Monetario Internacional, Charles W. Calomiris concluye que el FMI debería reinventarse a sí mismo, una vez más ("El FMI necesita más que un nuevo jefe," página editorial, 2 de marzo del 2000).  El Sr. Calomiris presenta su visión de cuál debería ser la nueva misión del FMI: "Un FMI que se centre en administrar las crisis--con una asistencia de liquidez rápida y efectiva, a una tasa de interés de multa en vez de subsidiar préstamos condicionales a largo plazo--sería más efectivo, menos corrupto y auto financiable."

Por Steve H. Hanke

Después de presentar una durísima crítica del Fondo Monetario Internacional, Charles W. Calomiris concluye que el FMI debería reinventarse a sí mismo, una vez más ("El FMI necesita más que un nuevo jefe," página editorial, 2 de marzo del 2000).  El Sr. Calomiris presenta su visión de cuál debería ser la nueva misión del FMI: "Un FMI que se centre en administrar las crisis--con una asistencia de liquidez rápida y efectiva, a una tasa de interés de multa en vez de subsidiar préstamos condicionales a largo plazo--sería más efectivo, menos corrupto y auto financiable."

Irónicamente, el Sr. Calomiris hace resonancia de la administración Clinton y del FMI.  La idea de que el FMI debería ser un prestamista internacional de última instancia se planteó en 1995, cuando la administración Clinton organizó un rescate multimillonario de los inversionistas que habían invertido en tesobonos, cetes y préstamos denominados en dólares a empresas no financieras en México.  No fue, no obstante, hasta el 3 de enero de 1999, cuando el Director Gerente en funciones del FMI, Stanley Fischer, pronunció un discurso sobre el tema en la reunión anual de la Asociación Económica de América que la idea comenzó a andar.

La idea clásica del prestamista de última instancia fue propuesta inicialmente en el siglo XIX por Henry Thornton y Walter Bagehot.  La teoría clásica era que los pánicos bancarios se podían evitar si la banca central está dispuesta a conceder la suficiente liquidez (aumentar la base monetaria) a tasas de interés por encima de las que prevalecen en el mercado a bancos solventes pero sin liquidez que ofrecen buenas garantías subsidiarias.

En la práctica, la banca central no se ha adherido a la prescripción clásica.  En realidad, los bancos centrales de las economías emergentes, donde el FMI aplica sus doctrinas, han ignorado notablemente las normas clásicas del prestamista de última instancia.  El Banco de Indonesia, por ejemplo, es insolvente debido a que ha violado cada regla clásica del libro.  A finales de 1997 y comienzos de 1998,  el Banco de Indonesia permitió que los bancos comerciales tuvieran un descubierto en el sistema de pagos por la friolera de $37.000 millones.  Los bancos insolventes recibieron automáticamente liquidez del BI a tasas de interés inferiores a las del mercado y sin ofrecer ninguna garantía.

En el mundo real, el prestamista de última instancia causa más pánicos bancarios de los que evita.  En las dos últimas décadas, ha habido 150 grandes crisis financieras que han afectado a 130 países en los que la banca central ha utilizado activamente sus facultades de prestamista de última instancia.  Estas crisis han impuesto enormes costos de rescates bancarios a los contribuyentes.  Efectivamente, en algunos casos, estos costos han excedido el 50 por ciento del Producto Interior Bruto.  No importa.  A través de la repetición sin fin y de la reverencia, la idea del prestamista de última instancia se ha coagulado en una costra del dogma económico.

¿Dónde deja todo esto al FMI como potencial prestamista internacional de última instancia?  Dado que el FMI no puede emitir dinero, podría actuar como un pseudo prestamista de última instancia, un prestamista que tendría que depender de sus propios recursos, su habilidad para obtener préstamos, o su capacidad para crear más Derechos Especiales de Giro.  Esta liquidez se inyectaría a través del Servicio de Complementación de Reservas y sería disponible a tasas de interés de multa a los prestatarios que ofreciesen buenas garantías. 

Tiempo muerto.  Los mercados de  capitales internacional están listos, dispuestos y son capaces de proveer liquidez en estos términos.  En efecto, en diciembre de 1996, Argentina adoptó una política formal de liquidez. La esencia de tal política es un Programa Contingente de Pases bajo el cual el Banco Central de Argentina tiene la opción, sujeta a una cláusula de recompra, de vender a cambio de dólares ciertos activos domésticos, valorados en algo más de $7.000 millones, a un grupo de bancos internacionales.  El costo de la protección es modesto.  La prima de la opción es 32 puntos básicos y el costo de los fondos implícito en el contrato de recompra es aproximadamente LIBOR más 205 puntos básicos.  México ha utilizado los mercados internacionales de capitales para obtener protección contra la falta de liquidez al establecer una línea de crédito de $ 2.100 millones  con la banca internacional.

¿Quién necesita al FMI como un prestamista internacional de última instancia?  En el mejor de los casos, sería un affaire medio cocido y superfluo.  Y si la historia es una guía, sería equivalente a dar a un pirómano fósforos y gasolina.