Ponga su dinero donde está su montaña

Joakim Book considera que la historia de Rosalie Edge y su exitoso esfuerzo de conservación en la Montaña Hawk de Pennsylvania contribuye valiosas lecciones para los ambientalistas modernos.

Por Joakim Book

Rosalie Edge fue una mujer sorprendente, como su biógrafa Dyana Furmansky recuerda en Rosalie Edge, Hawk of Mercy. Edge era una neoyorquina de la Época Dorada que adquirió su fortuna mediante el matrimonio, y una veterana del movimiento del derecho al voto de las mujeres que en sus 40s y 50s descubrió un amor por las aves y la conservación del medio ambiente. Escribió de manera prolífica, cabildeó a los políticos, y participó en el emergente movimiento de conservación —cuarenta años antes del nacimiento del ambientalismo moderno. Pero la Sra. Edge hizo algo más: puso su dinero note estaba su boca. 

Hoy su nombre está en gran medida asociado con la Montaña Hawk en Pennsylvania. Debido a vientos favorables, muchas aves de rapiña en migración pasaban sobre la montaña a fines del verano y en otoño cada año. Los cazadores habían notado que, y las fotos y registros escritos de la época muestran que los cielos estaban llenos de aves de rapiña al alcance de lo grupos de cazadores. Miles de estos majestuosos pájaros fueron asesinados cada año, poniendo en peligro así varias especies y sub-especies. 

En medio de la Gran Depresión, Edge prestó dinero de un benefactor de su Comité para la Conservación de Emergencia (una organización sin fines de lucro) para arrendar la Montaña Hawk durante un año. Luego contrató a otro amigo y aliado, Maurice Broun, para que este sea el guardabosques, removiendo a los cazadores y pistoleros del lugar. La página de Wikipedia sobre ella dice que ella “unilateralmente acabó con el tiroteo anual mediante la compra de la propiedad y la conversión de la misma en un santuario”. Al año siguiente ella aseguró los fondos para comprar la montaña y la convirtió en un santuario permanente para la vida silvestre. 

El Santuario de la Montaña Hawk, que se encuentra una hora y media afuera de Filadelfia, se convirtió en la primera reserva ecológica protegida del país y del mundo para las aves de rapiña silvestres. Su hijo, Peter Edge, describe la Montaña Hawk como “el principal logro de la carrera de conservación de mi madre”.

Edge puede que haya compartido con los ambientalistas de tiempos modernos una “insistencia en la responsabilidad personal de mantener la tierra en equilibrio”, pero en lugar de simplemente manifestarse afuera de la sede de gobierno, ella hizo algo más tangible para respaldar su causa. Además, su historia ilustra que confiar en el estado para que este sea nuestro salvador del cambio climático rara vez es adecuado: parte de la razón por la que los cazadores buscaron los halcones en Pennsylvania en ese entonces era por la recompensa de $5 ($5 en 1934 equivale a $99 en 2020) que la Comisión de Caza de Pennsylvania pagaba por aves muertas, las cuales eran consideradas como una molestia para los agricultores de la zona.  

Los mercados y derechos de propiedad facilitan la co-existencia pacífica cuando las personas sostienen ideas en conflicto acerca del uso de determinados recursos o materias primas. Aquí, los agricultores y políticos querían librarse de los halcones, los cazadores querían dispararles para obtener dinero y por deporte, y los conservacionistas como la Sra. Edge querían proteger a los animales. Los conservacionistas muchas veces perciben los mercados, los precios y los derechos de propiedad como algo que habilita la destrucción de la Tierra. En realidad, las historias de éxito de la conservación fundamentada en el mercado abundan: desde los lobos y los osos negros en Norteamérica hasta los rinocerontes y los leones en África Sub-Sahariana. Las tecnologías y las instituciones son solamente herramientas. Pueden ser utilizadas para propósitos buenos y malos —algo que Edge comprendió.

La preocupación de Rosalie Edge por los halcones y águilas se asemeja a la preocupación actual por los bosques o las ballenas, aun cuando algunas ballenas han vuelto a sus números previos a la industrialización y nos estamos acercando rápidamente a la deforestación neta de cero a nivel global. Aquellos que están preocupados porque las ballenas azules podrían ser golpeadas por barcos o porque se están cortando árboles en la Amazonía podrían inspirarse en la solución de Edge: compre la especie amenazada. Cuando una ballena es golpeada por un barco fuera del ocupado puerto californiano, acuse a la empresa naviera de destrucción de propiedad privada. En otros lugares, he diseñado propuestas similares basadas en seguros para el perjuicio causado por el cambio climático. 

Esta manera de internalizar las externalidades parece algo foráneo para aquellos que más se preocupan acerca del planeta. Extrañamente, los ambientalistas parecen preferir la solución lenta y de mano torpe de las regulaciones, los impuestos y las prohibiciones estatales por sobre los incentivos basados en los precios del mercado. Tal vez no es justo que las vidas de los pobres e indefensos halcones deberían depender de donantes ricos que los compran y los protegen. Pero, en un mundo lleno de necesidades y deseos en conflicto, ¿por qué no aceptar la segunda mejor opción? 

Hasta donde sabemos, Edge podría haber favorecido una prohibición total de la caza de aves y ciertamente deseaba abolir las recompensas en Alaska por las águilas calvas, pero realizar esos cambios estaba fuera de su control. En lugar de apostarle todo para lograr colocar al individuo indicado en la Oficina Oval o en el Congreso de EE.UU., las iniciativas basadas en el mercado permitirían a los ambientalistas cambiar su propia pequeña parte del mundo de manera directa. 

El ambientalismo de hoy muchas veces es caracterizado por campañas masivas de relaciones públicas, las movilizaciones masivas, el uso cada vez más alarmista del lenguaje, y la realización de documentales (algunas veces engañosos). En cambio, deberíamos hacernos cargo de la cuestión —como lo hizo Rosalie Edge. Compren propiedad para desarrollar esfuerzos de conservación, reúnan fondos para la reaseguración verde, financien programas de investigación, vayan a cazar trofeos en reservaciones exitosas, o financien iniciativas de tecnologías verdaderamente limpias. La historia de una montaña en Pennsylvania en 1934 debería inspirar a aquellos que se preocupan acerca de la naturaleza.

Este artículo fue publicado originalmente en Human Progress (EE.UU.) el 5 de enero de 2021.