La admiración de la Unión Europea de Mbeki es equivocada

Por Marian L. Tupy

Justo cuando parecía que todo el mundo reconocía los crecientes problemas económicos de la Unión Europea, un admirador improbable apareció para decir lo contrario. El Presidente sudafricano Thabo Mbeki usó la Conferencia Internacional de Trabajo en Génova para cantar alabanzas al sistema europeo de las transferencias financieras—conocidas como fondos estructurales y de cohesión—usados para redistribuir los ingresos desde los países ricos hacia los países pobres de la región de la Unión Europea.

De acuerdo a Mbeki, la UE merece crédito por mantenerse firme ante las fuerzas del “fundamentalismo de mercado”. Sus transferencias financieras, el dijo, promovieron “el desarrollo y la modernización económica y social” y “aseguraron el desarrollo igual y balanceado de todas las comunidades [de la UE]”.

¿Por qué este repentino interés en los arreglos internos de la UE? Porque, dice Mbeki, el sistema europeo de la “transferencia de recursos” debería servir como un modelo para solucionar el problema de la pobreza africana. Por lo tanto, así como en Europa los contribuyentes alemanes cubren los gastos de los políticos despilfarradores en Grecia, globalmente los más productivos y prósperos deberían cubrir los gastos de los gobiernos que han mostrado un evidente mal manejo de recursos.

Pero la ayuda externa—préstamos a tasas de interés con descuento o simples fondos—tienen un record lúgubre de ayudar a que los pobres se desarrollen.

Entre el fin de al Segunda Guerra Mundial y 1997, EE.UU. dio cerca de $1 trillón en ayuda externa a los países pobres. Esto no ayudó. Hoy, hasta las agencias de ayuda externa internacionales tales como el Banco Mundial reconocen el daño que en el pasado mucha de la ayuda externa causó al desarrollo del Tercer Mundo.

Aún así, Mbeki quiere más de esto. Y juzgando por la bulla que sale de la Casa Blanca, el tal vez pueda obtenerlo en la forma de la Cuenta del Reto del Milenio (Milennium Challenge Account) y otros esquemas de ayuda externa remendados.

Desafortunadamente, los programas de ayuda externa europeos fomentan la percepción de que la ayuda externa es instrumental para reducir la pobreza si solo es bien enfocada y dirigida. Aquello es un mito. Cuando gran parte de la ayuda regional de la UE comenzó a ser desembolsada en 1975, 44% de a población de la UE vivía en las regiones que reunían los requisitos para recibirla. Para 1997, sin embargo, aquel porcentaje había aumentado a casi 52%. Claramente, el programa falló en su principal misión de reducir las diferencias entre las regiones europeas ricas y pobres.

Aún más tenue es la conexión entre más ayuda externa y un crecimiento económico más rápido. Cuando Irlanda se unió a la Comunidad Económica Europea en 1973, era una de las naciones más pobres de Europa. Para el 2001, Irlanda puede enorgullecerse de uno de los ingresos per capita más altos—$27,170. ¿Qué fue lo que funcionó? Seguramente no fue la ayuda externa europea. De hecho, la tasa de crecimiento irlandesa aumentó cuando la ayuda europea estaba disminuyendo en proporción al tamaño de la economía irlandesa.

Lo que Irlanda hizo fue reducir el nivel de carga impositiva más alto sobre el ingreso personal de 80% en 1975 a 44% en el 2001 y cortó el impuesto de ingresos común de 35% en 1989 a 22% en el 2001. Los irlandeses disminuyeron la carga impositiva corporativa de 40% en 1996 a 24% en el 2000. Un impuesto bajo de 10% fue establecido para los fabricantes y exportadores. En total, los ingresos por impuestos de Irlanda en 1999 fueron un 31% del PIB. El promedio para el resto de Europa fue de 46%. Como resultado de esas y otras reformas, la economía irlandesa tuvo una tasa anual de crecimiento de 7.65% entre 1992 y 2001.

Mbeki ha gastado mucho de su tiempo concentrándose en asuntos internacionales que no son particularmente relevantes para el bienestar de sus constituyentes. La hora ha llegado de que él preste atención a algunas reglas básicas del desarrollo económico. El grado de riqueza de una nación no es determinado por su poder, sus recursos naturales, o el tamaño de su población, o la cantidad de dinero que puede obtener al condenar al “fundamentalismo de mercado”. El desarrollo económico es el legado de las políticas económicas correctas implementadas en casa. ¿Cuál será el legado de Mbeki?

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.