No se va a implantar la "ley sharia" en Texas
Mustafa Akyol dice que seleccionar a las figuras más desagradables de una gran comunidad nunca es útil al momento de juzgar a dicha comunidad, y siempre hay que intentar ver el panorama general, que puede revelarse en encuestas objetivas.
Por Mustafa Akyol
"Para que quede claro, la ley sharia no está permitida en Texas. Tampoco lo están las ciudades sharia". Así escribió el gobernador de Texas, Greg Abbott, el 24 de febrero, en referencia a la polémica suscitada en torno a EPIC City, un proyecto de desarrollo residencial en Texas, a unos 40 minutos al noreste del centro de Dallas. El proyecto se anunció en 2024 como un plan para construir una "próspera comunidad musulmana", con más de 1.000 viviendas, una mezquita, una escuela religiosa de primaria y secundaria, un centro de formación profesional y numerosas tiendas. Los promotores afirmaron en repetidas ocasiones que no tenían intención de aplicar la ley sharia y que su "barrio musulmán" estaría "bien integrado" en la comunidad en general.
Pero eso no calmó las preocupaciones de algunos estadounidenses conservadores, que parecían ver talibanes potenciales en cualquier lugar que fuera abiertamente musulmán.
Pronto, el Departamento de Justicia inspeccionó EPIC City, pero no encontró ningún problema y cerró su investigación en junio. Aun así, la controversia ha continuado. El mes pasado, Abbott firmó un proyecto de ley para "prohibir los complejos basados en la sharia en Texas», según informó su oficina. Dos semanas más tarde, dos republicanos de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos presentaron la "Ley contra la sharia" para garantizar que "la ley islámica nunca sea la ley del país en los Estados Unidos" y para proteger "los valores estadounidenses de libertad".
Como musulmán que admira desde hace mucho tiempo las libertades de Estados Unidos, estoy totalmente de acuerdo en que deben preservarse cuidadosamente. También estoy de acuerdo en que la sharia nunca debe ser "la ley del país", no solo en Estados Unidos, sino en cualquier otro lugar, incluido el mundo musulmán. Pero me preocupa que esta nueva ola de alarmismo sobre la "ley sharia" pueda amenazar la libertad al atacar a comunidades inocentes y prácticas musulmanas legítimas, como se ha visto en la obstrucción de EPIC City, los llamamientos a deportar a quienes "practican la ley sharia" o las sugerencias de excluir al islam de la Primera Enmienda. Estas acciones también pueden, sin quererlo, ayudar a los islamistas radicales que predican a los musulmanes que, dado que Occidente nunca será justo con ellos, deben considerarlo su enemigo acérrimo.
Esto no se debe a que la "ley sharia", tal y como se aplica hoy en día en ciertas partes del mundo islámico —desde Afganistán hasta Irán, desde Arabia Saudí hasta Nigeria— no sea una preocupación real. De hecho, es una gran preocupación. Se han justificado cosas terribles en nombre de la sharia: violaciones de la libertad religiosa, opresión de las mujeres y las minorías no musulmanas, matrimonios infantiles, "policía moral" e incluso actos de terrorismo. Por eso los musulmanes reformistas, entre los que me incluyo, hemos estado defendiendo que necesitamos reformar la sharia, ahora (También me he metido en problemas por defender estas ideas, como cuando fui detenido por la "policía religiosa" de Malasia por el simple hecho de criticar las leyes contra la apostasía).
Sin embargo, hay algunos hechos y matices importantes sobre la sharia, la tradición jurídica del islam, que parecen estar totalmente ausentes en la acalorada retórica actual.
En primer lugar, gran parte de la sharia no es realmente "ley" en el sentido occidental, es decir, legislación que debe ser aplicada por un Estado. Se trata más bien de cómo los musulmanes rezan, se visten, comen o ayunan. También incluye normas sobre el matrimonio, el divorcio y la crianza de los hijos, así como sobre los contratos comerciales y los préstamos. Ninguna de estas normas viola los derechos humanos, siempre que se cumplan de forma voluntaria, y no tienen por qué definir las leyes de ningún Estado.
Una analogía útil en este sentido es la Halajá, la ley religiosa judía que practican libremente los judíos ortodoxos y que tiene muchas similitudes con la sharia. De hecho, como observó el difunto Marshall J. Breger, exvicepresidente del Jewish Policy Center, "la gran mayoría de los musulmanes, especialmente los que viven en Occidente, ven la sharia de la misma manera que los judíos ven el sistema halájico: como una guía general para ordenar la vida". Ese paralelismo entre el judaísmo y el islam también explica por qué los judíos y musulmanes europeos han unido sus fuerzas para defender sus prácticas comunes —la circuncisión masculina y el sacrificio ritual de animales— frente a quienes quieren prohibirlas.
Por la misma razón, los tan discutidos "cortes de la sharia" en el Reino Unido —que en realidad son consejos de arbitraje que operan bajo la ley británica— siguen un antiguo precedente judío: el Beth Din, que durante mucho tiempo ha permitido a la comunidad judía resolver asuntos familiares y civiles de acuerdo con las normas religiosas y de forma voluntaria.
Pero la sharia es controversial hoy en día, mientras que la Halajá no lo es, y hay una razón para ello: no ha habido ningún "Estado halájico" en la tierra durante aproximadamente dos milenios, y el código penal de la Halajá —con castigos como la lapidación por adulterio— ha quedado obsoleto desde hace mucho tiempo. Sin embargo, el código penal de la sharia sigue aplicándose en un puñado de Estados que se autodefinen como "islámicos", con duros castigos corporales —amputaciones, azotes y lapidaciones— para algunos delitos indiscutibles (como el robo o el asesinato), pero también para delitos religiosos (como la apostasía, la blasfemia o la impiedad) que deberían estar permitidos en una sociedad libre.
Por eso, en mi propio argumento a favor de la reforma de la sharia, sugiero que "no debería ser aplicada por el poder del Estado, sino practicada por la fe, como la Halajá judía". Eso también significa que no hay nada malo en la sharia cuando se refiere a prácticas religiosas inofensivas que se siguen voluntariamente.
En segundo lugar, no todos los musulmanes son ejecutores andantes de la sharia, como parecen pensar algunos alarmistas. La mayoría de los musulmanes pueden respetar en general la sharia como una guía divina para la piedad y la justicia (a menudo solo para los propios musulmanes), pero muchos también parecen felices de vivir en Estados seculares o moderadamente islámicos, criando a sus familias y ocupándose de sus propios asuntos.
Por eso existe un término específico para aquellos que están ansiosos por hacer cumplir la sharia: "islamistas", que abarcan desde militantes armados hasta políticos e ideólogos más pragmáticos. Sin embargo, incluso en el mundo de mayoría musulmana, sus avances siguen siendo limitados: más de dos docenas de Estados musulmanes, desde Burkina Faso hasta Kazajistán, son laicos, mientras que muchos otros, especialmente en el mundo árabe, como Jordania, Líbano o Argelia, aplican la sharia solo a asuntos familiares.
Aun así, incluso si los islamistas llegaran a imponerse, probablemente comenzarían por aplicar la sharia en Estados laicos con aproximadamente un 90% de población musulmana, como Indonesia, Uzbekistán o Turquía (Sí, a pesar de las dos décadas de gobierno populista con tintes islamistas del presidente Recep Tayyip Erdoğan, las leyes de Turquía siguen siendo laicas, ya que no existe una gran demanda pública de legislación basada en la sharia, ni siquiera entre los conservadores religiosos). Por lo tanto, aunque el mundo de mayoría musulmana es considerablemente laico, temer el dominio de la sharia en Estados Unidos —cuya pequeña minoría musulmana solo representa el 1%— es muy descabellado.
En tercer lugar, la propia sharia, incluso en sus interpretaciones conservadoras, ayuda a integrar a los musulmanes en el Occidente laico con su propia lógica religiosa: El Corán exhorta a los musulmanes: "Oh, creyentes, cumplid vuestros contratos" (5:1), y los Estados democráticos modernos se basan en una relación contractual entre los gobiernos y los ciudadanos. Con este argumento, fuentes populares de fiqh (jurisprudencia, interpretación de la sharia), como la Darul Iftaa del Reino Unido, dicen a los musulmanes que deben "obedecer la ley del país en Occidente". Del mismo modo, el Consejo Fiqh de Norteamérica, en un artículo titulado "Ser musulmanes fieles y estadounidenses leales", dice:
Las enseñanzas islámicas exigen el respeto de las leyes del país donde los musulmanes viven como minorías, incluida la Constitución y la Carta de Derechos, siempre que no haya conflicto con la obligación de los musulmanes de obedecer a Dios.
Esto no significa que los musulmanes occidentales renuncien a la "obediencia a Dios" por llevar velo y cocinar comida halal, por construir comunidades y mezquitas, por predicar su religión y celebrar sus festivales, que son todos ellos parte de la sharia. Pero no hay ningún problema en ello, siempre y cuando no se imponga a nadie. Solo añade un color más a una América libre que ya es rica en comunidades religiosas diversas, cada una con sus propias tradiciones distintivas.
En cuarto lugar, las minorías musulmanas no solo residen en Occidente, sino que también están siendo influenciadas positivamente por él al volverse "socialmente liberales". Esto es especialmente cierto en Estados Unidos, donde los musulmanes están bien integrados gracias al pluralismo religioso y al capitalismo dinámico.
Esto puede no ser evidente para aquellos que solo han visto a ciertos agitadores entre los musulmanes estadounidenses —con opiniones perturbadoramente pro-Hamás, pro-Hezbolá y antiamericanas— que recientemente han captado la atención de los medios de comunicación. Pero seleccionar a las figuras más desagradables de una gran comunidad nunca es útil, y siempre hay que intentar ver el panorama general, que puede revelarse en encuestas objetivas. Una de ellas fue la encuesta del Pew Research Center sobre los musulmanes estadounidenses de 2017, que reveló que 9 de cada 10 estaban "orgullosos de ser estadounidenses"; el 80% estaba "preocupado por el extremismo en nombre del islam"; la mitad creía que "es necesario reinterpretar la concepción tradicional del islam"; y más de la mitad afirmaba que "la sociedad debería aceptar la homosexualidad". Una encuesta realizada en 2011 por Gallup también reveló que "los musulmanes estadounidenses son más propensos que otros grupos religiosos a rechazar los ataques contra civiles".
De hecho, uno de los defensores del proyecto EPIC City en Texas, Yasir Qadhi, un destacado clérigo musulmán de Norteamérica, refleja ese cambio positivo. Procede del movimiento salafista, la rama más estricta del islam suní, pero ha evolucionado hacia "una postura más moderada y pragmática", lo que le ha valido la condena de los partidarios de la línea dura por su "agenda reformista" y su mentalidad "colonizada". En 2023, pronunció un importante discurso ante los musulmanes estadounidenses, en el que afirmó que ellos tienen una bendición de la que carecen la mayoría de los demás musulmanes: 2Una constitución que protege nuestras libertades". "Damos gracias a Alá", añadió, "por esa libertad" (Un año más tarde, en un debate del Acton Institute titulado "El islam y el Estado: ¿pueden estar separados?", aplaudí los comentarios de Qadhi, pero añadí: "Yo también defendería esas libertades en los países musulmanes". Él no llegó tan lejos, pero coincidió conmigo en que "un Estado teológico coercitivo" es malo tanto para la sociedad como para la religión).
La verdadera pregunta es la siguiente: ¿deben los musulmanes estadounidenses seguir disfrutando de las bendiciones de la Constitución de los Estados Unidos y seguir agradeciendo a Alá la libertad que han encontrado en este hermoso país? ¿O deben sentirse excluidos, escrutados y discriminados?
Espero y creo que las respuestas siempre serán "sí" y "no". Porque eso es esencial para el futuro de la libertad, en Estados Unidos y en todo el mundo, incluido el mundo musulmán. En este último, he defendido durante mucho tiempo que los musulmanes no necesitan "Estados islámicos", sino Estados libres que permitan a todos vivir según su conciencia. Y a menudo he señalado a Estados Unidos y su gran tradición de libertad religiosa como modelo ideal.
Ese modelo debe seguir brillando, y su manto protector debe seguir cubriendo "a los judíos y a los gentiles, a los cristianos y a los mahometanos, a los hindúes y a los infieles de todas las confesiones", como previó Thomas Jefferson. Es una visión que ya se ha puesto a prueba antes, cuando los católicos y los santos de los últimos días eran demasiado novedosos y sospechosos para la mayoría de los estadounidenses. Los defensores de la libertad ganaron esas pruebas. La prueba actual con los musulmanes también debe ganarse en favor de la libertad.
Eso también supondrá una victoria sobre las fuerzas verdaderamente antiamericanas del mundo musulmán —desde el régimen iraní hasta los yihadistas suníes— que llevan mucho tiempo predicando a las masas musulmanas que la libertad es una mentira y que su mayor defensor, Estados Unidos, es un engañador. Demostrar que están equivocados nos ayudará a todos, desde los cristianos hasta los musulmanes, desde los judíos hasta los gentiles, desde Texas hasta La Meca.
Este artículo fue publicado originalmente en The Dispatch (Estados Unidos) el 26 de octubre de 2025.