Neoconservadores: Ni los mejores ni los más brillantes en
por Leon Hadar
Leon T. Hadar es Académico de Investigaciones en Estudios de Política Exterior del Cato Institute y autor de Quagmire: America in the Middle East(Cato Institute, 1992).
Reconociendo el hecho de que Estados Unidos está hundiéndose gradualmente en un atolladero militar en Irak, los analistas han aplicado una analogía histórica con la intervención estadounidense en Vietnam.
Por Leon T. Hadar
Reconociendo el hecho de que Estados Unidos está hundiéndose gradualmente en un atolladero militar en Irak, los analistas han aplicado una analogía histórica con la intervención estadounidense en Vietnam.
Éstos han advertido que los líderes norteamericanos están repitiendo hoy en el Medio Oriente los errores políticos que sus predecesores cometieron en el Sudeste asiático hace 50 años. De hecho, mientras sufren por el fracaso de la Casa Blanca y el Pentágono en anticipar los aprietos posguerra en Irak, los analistas comparan a los arquitectos de la ocupación militar iraquíincluyendo al secretario de Defensa Donald Rumsfeld, su subsecretario Paul Wolfowitz, la asesora de Seguridad Nacional Condoleeza Rice y otros miembros de la facción neoconservadoracon los administradores de la seguridad nacional de Estados Unidos en la década de los sesenta que habían conducido a los presidentes Kennedy y Johnson a Vietnam.
El autor David Halberstam, en el título de su libro ganador del premio Pulitzer llamó a esos planificadores de la intervención militar en el Sudeste asiático, Los Mejores y los Más Brillantes. Esa denominación reflejaba el sentido de tragedia que marcó la conducta en Vietnam de autoridades como el ex secretario de Defensa Robert McNamara, su subsecretario William Bundy y su hermano, el asesor de Seguridad Nacional McGeorge Bundy, y otros miembros de la guardia internacionalista socialdemócrata que dominó la política exterior estadounidense durante la Guerra Fría de los sesenta.
Graduados de las mejores universidades y hombres de gran intelecto e integridad, ellos erande hecho, lo mejor y más brillante que Estados Unidos podía ofrecer. Y aún así, habían llevado a los estadounidenses a una guerra costosa que culminó con una derrota estratégica y produjo terribles divisiones políticas en Estados Unidos. Por supuesto, Irak todavía no es un Vietnam, pero tiene todas las características del mismo tipo de atolladero en el cual los líderes norteamericanos se ven confrontados con un dilema horroroso: Si "huyen" del enfrentamiento se les verá como perdedores, lo cual alentará a que otros "chicos malos" desafíen su voluntad. Si "fijan el rumbo" terminarán expandiendo los compromisos hasta un punto en donde perderán el apoyo público e internacional. Pero por mucho que sea tentador e incluso útil sacar lecciones de Vietnam con el fin de reconsiderar la política estadounidense hacia Irak, es importante enfatizar las diferencias entre ambas intervenciones militares.
Primero, durante la cúspide la de Guerra Fría, en la cual Estados Unidos enfrentó una Unión Soviética con arsenal nuclear y que lideraba un poderoso bloque comunista, la decisión de salir al rescate de los vietnamitas del Sur pro-estadounidense tenía sentido estratégico. Después de todo, Vietnam del Norte era controlado por un grupo de comunistas fervorosos, muchos de los cuales, incluyendo a Ho Chi Minh, habían sido entrenados en la Unión Soviética y China, y tenían fuertes lazos políticos y militares con esos regímenes.
Retrospectivamente, los críticos de la intervención estadounidense insisten en que Washington debió haber reconocido que Ho Chi Minh y sus camaradas eran más nacionalistas que comunistas. Sin embargo, a comienzos de los sesenta eran muy pocos los analistas que desafiaban la noción de que el colapso de Vietnam del Sur fortalecería a la Unión Soviética y a sus aliados en su confrontación con Occidente.
Pero contrario a algunas sugerencias tempranas hechas por el actual "partido de la guerra" en Washington, quienes han descrito la intervención en Irak como una parte integral de la guerra contra el terrorismo, no había lazos ideológicos o una conexión militar entre el régimen baatista de Saddam Hussein y la red al Qaeda de Osama bin Laden y sus aliados talibanes.
En resumen, mientras que apoyar a Vietnam del Sur era claramente una parte integral de la rivalidad entre Estados Unidos y el bloque comunista, derrocar a Saddam Hussein no tenía nada que ver con la guerra contra el terrorismo. De hecho, como resultado de la ocupación estadounidense, Irak se ha convertido en un imán para el terrorismo islámico radical. Además, mientras que Estados Unidos en los sesenta podía señalar a Japón y a otros países del Este de Asia que se estaban moviendo gradualmente en la dirección de la libertad económica y política y podían servir de modelos para Vietnam, los grandes diseños por democratizar a Irak como parte de la cruzada norteamericana por la libertad en el Medio Oriente parecen estar basados en nada más que deseos.
Y solo hace falta comparar la buena disposición de muchos elementos de la sociedad de Vietnam del Sur de aliarse y socializar con las tropas y civiles estadounidenses con la actitud que están exhibiendo los iraquíes hoy en día hacia los norteamericanos. Por lo tanto, no insultemos a los Mejores y los Más Brillantes de los sesenta al compararlos con aquellos que acusaron a Saddam de apoyar a Osama, quienes prometieron encontrar armas de destrucción masiva en Irak, y quienes estaban tan seguros de que los estadounidenses serían bienvenidos como "liberadores" en Irak y de que tendrían éxito en convertir a ese país en un modelo de democracia para todo el Medio Oriente. "Tontos y Retontos" suena como un título más apropiado para la actual tripulación.
Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.