Negociar con Irán es mejor que una guerra

Gene Healy dice que "Nos guste o no, no hay una opción militar posible que podría detener a Irán en su esfuerzo por obtener armas nucleares si su gobierno tiene la determinación de conseguirlas. . .No vamos a invadir y ocupar un país con una población que más que duplica aquella de Irak; los ataques aéreos solo retardarían una erupción nuclear, mientras que fortalecería a los de línea dura que quisieran bombardear a Irán".

Por Gene Healy

Para algunos neoconservadores que hacen opinión y algunos Republicanos de línea dura, siempre es 1938.

El acuerdo provisional con Irán que concluyó el mes pasado —congelar el enriquecimiento de uranio por encima de 5 por ciento, comprometer al Estado musulmán con la neutralización de su arsenal de 20 por ciento del uranio, y permitir que los inspectores de armas tengan acceso a los sitios sospechosos (a cambio de descongelar alrededor de $6.000 millones en activos iraníes)— es simplemente el último en provocar alarmas acerca de “¡Múnich!” o la “¡Contemporización!”

Pero no hay muchas opciones buenas cuando se trata de prevenir que Irán obtenga armas nucleares. Max Fisher del Washington Post evalúa el desagradable menú (en inglés) de “cuatro malas opciones”: bombardear Irán, invadirlo, realizar acciones encubiertas para hacer caer al régimen, o continuar en el status quo con la esperanza de que Irán finalmente pida compasión. Hay una opción aceptable: intentar negociar un acuerdo. Estas opciones esencialmente se reducen a dos: la guerra o la diplomacia.

Incluso Winston Churchill, el crítico más feroz de Múnich y a quien nadie consideraría un pacifista, reconoció en 1954 que algunas veces la contemporización —incluso con los soviéticos— era “mejor que una guerra abierta”. Lo mismo se aplica aquí.

Por supuesto que la naturaleza repugnante del régimen iraní sugiere una versión más firme del principio de Reagan para negociar con la Unión Soviética: no confíe —verifique.

El acuerdo interino provee medios (en inglés) para hacer precisamente eso. Permite que los inspectores de armas tengan acceso diario a los sitios nucleares importantes de Irán, el monitoreo de las facilidades de producción centrífuga y de las minas de uranio. Es difícil ver cómo el mayor escrutinio aumenta la posibilidad de un “escape” nuclear durante el período de seis meses que estará en efecto.

Podríamos, por supuesto, continuar como antes, esperando que ellos simplemente se den por vencidos. Pero la preventiva “cesación de enriquecimiento nuclear por parte de Irán”, incluso para propósitos civiles, siempre fue algo imposible. Además, como Jeffrey Lewis dijo (en inglés) en Foreign Policy, no hay garantía de que la voluntad internacional de restricciones continuará: “Las sanciones siempre han sido un activo desperdiciado. Tiene sentido obtener algo a cambio de ellas ahora”.

Es muy importante intentar prevenir que Irán se convierta en un poder nuclear, pero no debido a escenarios fantásticos que algunos halcones conciben, como un ataque inicial y suicida contra Israel o “un maletín nuclear” en Nueva York.

La disuasión nuclear tiene una historia impresionante: ha funcionado incluso cuando ha sido utilizada para contener a dictadores evidentemente genocidas como Mao y Stalin —ambos llegaron a poseer armas nucleares— y para contener a regímenes extremistas musulmanes como Paquistán. Hay una razón por la cual Irán nunca le ha dado armas químicas a sus clientes terroristas Hamas o Hezbollah —la amenaza de una retaliación masiva por parte de Israel, que tiene alrededor de 80 ojivas nucleares que pueden ser lanzadas con F-16s, misiles balísticos y submarinos. La misma lógica de disuasión funcionaría con un Irán nuclear.

Nos guste o no, no hay una opción militar posible que podría detener a Irán en su esfuerzo por obtener armas nucleares si su gobierno tiene la determinación de conseguirlas (Sin importar qué tan relevante sea esto, la comunidad estadounidense de inteligencia ha llegado a un consenso de que el régimen todavía no ha tomado esa decisión, en inglés).

No vamos a invadir y ocupar un país con una población que más que duplica aquella de Irak; los ataques aéreos solo retardarían una erupción nuclear, mientras que fortalecería a los de línea dura que quisieran bombardear a Irán. “No puede destruirse el conocimiento y no se puede destruir la tecnología básica”, dice (en inglés) el analista de defensa Jeffrey White. Los ataques aéreos retrocederían a los programas de armas “probablemente dos años, tal vez tres años”. ¿A cambio de qué? Probablemente a cambio de una guerra más amplia en Oriente Medio con intentos iraníes de cerrar los Estrechos de Ormuz y ataques terroristas en el frente doméstico de EE.UU.

Intentar lograr un acuerdo con un régimen censurable no es ideal. Pero, como el operativo de la CIA Tony Mendez lo describió en su improbable plan de rescate de rehenes en la película “Argo”, ganadora del Oscar el año pasado, “Solo hay malas opciones. Esto se trata acerca de encontrar la mejor”.

La guerra es la peor mala idea que tenemos —de lejos. Afortunadamente, se acaba de volver un poco menos probable.

Este artículo fue publicado originalmente en DC Examiner (EE.UU.) el 2 de diciembre de 2013.