Menos impuestos significan mayor crecimiento económico

Los países que tratan de recolectar impuestos punitivos de los ricos, como Francia y Suecia, terminan con menos ricos a los cuales gravar.

Por Alan Reynolds

Jeff Madrick escribió recientemente un artículo en el New York Times afirmando descaradamente que "no existe evidencia" que "los países con tasas impositivas bajas crecen más rápido que los países con impuestos altos."

"Uno de las investigaciones más interesantes en el tema", escribió Madrick, fue realizada "hace pocos años por Sergio Rebelo y Nancy Stokey." Dicho documento fue publicado por primera vez en 1993—el mismo año en que Rebelo co-escribió un estudio más ambicioso con William Easterly, a quien Madrick cita con aprobación. Dicho estudio, "Política Fiscal y Crecimiento Económico", encontró que "tasas impositivas marginales... tienden a estar altamente relacionadas con el nivel de ingreso." Easterly y Rebelo también encontraron "una asociación negativa entre crecimiento y una variable fiscal: la tasa impositiva marginal."

Por supuesto, Madrick menciona únicamente uno de los trabajos de Rebelo de 1993; y evita prudentemente mencionar que el coautor más prominente de Stokey, el Premio Nóbel Robert Lucas, ha estimado que reducir a cero los impuestos al capital podría aumentar la reserva de capital entre 30% y 50%.

Según Madrick, Rebelo y Stockey "notaron que los ingresos generados por el impuesto sobre la renta en Estados Unidos aumentaron a un 15% del Producto Interno Bruto en 1942, luego de estar en un 2% en 1913, cuando el impuesto fue creado. Sin embargo, concluyen, 'Este fuerte incremento en las tasas del impuesto sobre la renta no produjo ningún efecto visible en el crecimiento promedio de la economía.'"

El primer problema radica en que el promediar las tasas de crecimiento desde la Primera Guerra Mundial hasta la Gran Depresión confunde qué sucedió y cuándo sucedió. De 1913 a 1921, la tasa más alta del impuesto sobre la renta se disparó del 7% al 73% y el crecimiento económico promedio fue de -0.3%. Luego la misma fue reducida de un 56% en 1922 a un 25% entre 1925 y 1928, y el crecimiento económico promedió 6% de 1921 a 1929.

En 1930 hubo un incremento enorme en los impuestos al comercio (aranceles). En 1932, la administración Hoover casi triplicó todas las tasas impositivas, poniendo la más alta al 63%. De 1929 a 1938, el crecimiento económico nuevamente promedió un -0.3%. Pero amontonar todo esto, tal y como lo hace Madrick, hace que sea técnicamente correcto afirmar que el crecimiento del PIB real promedió 2.9% entre 1913 y 1942, un poco menor del 4.3% experimentado entre 1870 y 1913.

El segundo problema es que Rebelo y Stokey confunden ingresos fiscales con tasas impositivas. Los ingresos colapsaron luego de los enormes incrementos en las tasas tributarias y arancelarias. La recaudación individual producto del impuesto sobre la renta en 1939 era todavía 10.3% más baja que en 1930. Y los ingresos de los excesivos aranceles sobre las importaciones cayeron 38.4% de 1929 a 1936. En contraste, en 1942 los ingresos individuales del impuesto sobre la renta aumentaron 130% en un solo año gracias a la movilización para la guerra. Referirse a los ingresos fiscales de 1942 como que si éstos fueran parte de una tendencia de largo plazo resulta engañoso.

Madrick también cita erróneamente al libro de 1996 Taxing Ourselves escrito por Joel Slemrod y Jon Bakija, al decir que "naciones con bajos impuestos relativos como Estados Unidos y Japón tuvieron un buen desempeño, encontraron los autores, pero las naciones con impuestos altos como las escandinavas también lo tuvieron." Lo que en realidad Slemrod y Bakija escribieron fue que "países con altos impuestos como Suecia... tuvieron un desempeño relativamente pobre."

Aparte de esa sutil distinción entre un desempeño bueno y uno malo, ni siquiera es claro que significa el jactarse que Suecia tenga únicamente un tercio menos del PIB per capita que Estados Unidos cuando casi la mitad del PIB sueco consiste en gastos del gobierno. Numerosos estudios, incluyendo el de Easterly y Rebelo, muestran que el gasto gubernamental es malo para el crecimiento. Mi reciente columna "El Lado de la Oferta va a Harvard" cita dos de los estudios más recientes que muestran cómo un Estado grande y con altos impuestos deprime a la economía.

En su lugar, Madrick mira hacia atrás y afirma que Slemrod y Bakija "contradicen resultados anteriores que pretendían demostrar que los altos impuestos reducen las tasas de crecimiento." Uno de esos "resultados anteriores" fue el estudio Easterly-Rebelo. Sin embargo, Easterly y Rebelo estaban estimando el efecto de las tasas impositivas marginales—el impuesto de la renta sobre cada dólar extra ganado. En contraste, Slemrod y Bakija estaban hablando sobre los ingresos fiscales promedios de 1970 a 1990—la suma de todos los impuestos dividido por el PIB. Este es un indicador de distorsiones fiscales inútil, ya que los impuestos que más daño causan son usualmente los que generan el menor ingreso.

Los países con las tasas impositivas más progresivas, con las tasas más altas de un 50% o más, recaudan muy pocos ingresos de ese impuesto. Esto incluye a Japón y Turquía, los cuales son etiquetados erróneamente por Slemrod y Bakija como países con "impuestos bajos." Francia, con tasas sobre la renta tan altas como un 57%, sólo recauda cerca de un 6% del PIB de ese impuesto. Estados Unidos, con tasas impositivas federales por debajo del 40%, recauda aproximadamente un 11% del PIB. Cuando el impuesto más alto de Nueva Zelanda era de todavía un 33%, su impuesto sobre la renta individual recaudó cerca del 17% del PIB. Y desde que Rusia adoptó un impuesto de tasa única del 13% el año pasado, los ingresos han aumentado dramáticamente.

Los países que tratan de recolectar impuestos punitivos de los ricos, como Francia y Suecia, terminan con menos ricos a los cuales gravar. Como resultado, terminan dependiendo principalmente de impuestos de venta (IVA) y sobre las planillas laborales. Esta es otra razón por la cual no podemos combinar los ingresos producto de todos los impuestos para medir el daño económico de las tasas impositivas altas. Un estudio de 1999 en el Journal of Public Economics realizado por Kneller, Bleaney y Gemmell encontró que los impuestos sobre la renta progresivos eran claramente dañinos para el crecimiento, pero encontraron mucho menos daño en los impuestos de tasa única sobre lo que la gente gana o gasta.

Al contrario de lo señalado por Madrick, la evidencia de 1913 a 1942 muestra que los aumentos en los impuestos y aranceles fueron acompañados por largos períodos de cero crecimiento económico, y que tasas impositivas marcadamente menores de 1922 a 1929 tuvieron el mismo efecto vigorizante que las tasas bajas tuvieron en 1964-69, 1983-89 y 1997-99. Irónicamente, incluso las fuentes convenientemente escogidas de Madrick, Eastery y Rebelo, encontraron que las tasas impositivas marginales afectaban tanto el nivel de ingreso como la tasa de crecimiento económico. Lejos de probar que "no existe evidencia" de que las tasas impositivas bajas estimulan el crecimiento económico, Madrick ha demostrado desapercibidamente el grado extremo de triquiñuelas que se requieren para defender una observación tan indefendible.

Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.