Margaret Thatcher, ejemplo de liderazgo

Víctor Pavón indica que la visión de Margaret Thatcher de que "Necesitamos...de un Estado que no sea un obstáculo para la libertad...es la mejor visión por la que bien vale la pena ingresar al ruedo político y solicitar el voto de los ciudadanos".

Por Víctor Pavón

Si hay alguien a quien nuestros políticos deberían mirar con reverencia y respeto esa es Margaret Thatcher, fallecida días atrás. Su liderazgo político debería servir de referente a nuestros candidatos que pugnarán en las elecciones generales del 21 de abril próximo. Conocida como la Dama de Hierro, Maggie Thatcher en Inglaterra y Ronald Reagan en EE.UU., representan el retorno de las ideas de la libertad en los años ochenta. Ambos se opusieron al estatismo que busca asfixiar la iniciativa individual y empresarial para así tener que depender del gobierno de turno.

Las políticas de Margaret Thatcher no fueron populistas. No se congració con los grupos de presión. Tampoco buscó el voto a cualquier costo, ya sea inflando el presupuesto público o distribuyendo dinero para mantener encerrada a la gente en la miseria dependiente de programas “sociales” populistas dirigidos por los políticos de turno.

Cuando Maggie Thatcher ganó las elecciones, sabía que se hacía cargo de un sector público ineficiente y corrupto, similar a lo que hoy tenemos en Paraguay. Aquello que resultó intolerable para el inglés de entonces, le llevó a Maggie Thatcher desarrollar sin contra tiempos una serie de políticas fundadas en un liderazgo de fuerte contenido moral.

A Margaret Thatcher le caracterizaba su rechazo a la idea de que las fuentes de la prosperidad podían ser otorgadas por el Estado. El motivo no puede ser más sencillo y práctico; ocurre que si dejamos que el Estado avance sobre el individuo, el sector público no cumple con lo que debe y hace lo que no debe hacer. Es así de simple. El Estado fue creado para proporcionar seguridad, puesto que ésta es su función principal desde su creación como sociedad política. Un Estado gigante —como el nuestro— se convierte en un problema más que un facilitador de las iniciativas individuales y empresariales.

Esto bien lo sabía Maggie Thatcher. Un Estado que crece en donde no tiene que crecer —con funcionarios parásitos que no dependen de sus méritos, se constituye en un peligro para la misma democracia. Y aquí viene aquello del fundamento moral de liderazgo que tanto Thatcher como Reagan supieron trasmitir mediante la fuerza de sus convicciones y prácticas políticas.

Las personas no necesitan del gobierno para ir avanzando en sus propósitos de vida; no necesitan que el gobierno les cargue de trámites, coimas, enjambre de ineficiencias e inutilidades. La vida misma ya es suficiente motivo para que cada quien haga lo mejor de sí y busque su propia felicidad, sin dañar el derecho de los demás.

Necesitamos —decía Margaret Thatcher— de un Estado que no sea un obstáculo para la libertad. Esta visión de la política no es poca cosa, es la mejor visión por la que bien vale la pena ingresar al ruedo político y solicitar el voto de los ciudadanos. La coherencia de las ideas y la convicción en el liderazgo de Maggie Thatcher permitieron a la declinante Inglaterra convertirse en uno de los países más dinámicos y competitivos del mundo.

Esta profunda transformación se debió al liderazgo fuerte y comprometido con el espíritu de servicio que a todo político debe caracterizar. Pero no aquel servicio que hace uso y abuso del dinero ajeno, sino del servicio que significa dejar a la gente trabajar sin estorbos, que labre su propio destino y que el gobierno y todos sus funcionarios actúen como sirvientes.

Consolidar un gobierno fuerte, honesto y austero que priorice la seguridad y garantice la inversión, constituye un programa político de inocultable necesidad y realidad. A pocos días de las elecciones, bien se haría en tomar en cuenta el portentoso legado de Margaret Thatcher, ejemplo de liderazgo.

Este artículo fue publicado originalmente en ABC Color (Paraguay) el 11 de abril de 2013.