Las falsedades sobre la enfermedad de las vacas locas

Por Steven Milloy

La enfermedad de las vacas locas fue diagnosticada recientemente en Canadá, lo cual ha levantado una predecible ola de pánico que, sin embargo, carece de fundamentos.

El gobierno estadounidense rápidamente prohibió las importaciones de carne de res canadiense. Los inversionistas se deshicieron de las acciones de compañías relacionadas con carne, especialmente McDonald's, la cual perdió $1.500 millones en el mercado de valores.

Y, por supuesto, ¿qué alarma sanitaria estaría completa sin noticias aterradoras por parte de la prensa?

La cobertura de primera plana en el New York Times, por ejemplo, reporta que comer carne de ganado infectado ha causado supuestamente la muerte de más de 100 personas en Europa desde 1994 y ha "levantado inquietudes sobre los beneficios sanitarios de comer carne en muchos consumidores alrededor del mundo."

No existe duda alguna que la Encefalitis Espongiforme Bovina (EEB), llamada comúnmente "vacas locas," es una enfermedad neurológica altamente infecciosa en el ganado. Pero la noción de que la gente puede contraer una forma humana de la enfermedad al comer carne de reses infectadas es totalmente infundada.

La primera epidemia de vacas locas apareció en el Reino Unido en 1986. En 1994, casos humanos de una supuesta enfermedad cerebral nueva, llamada Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (ECJ) empezaron a aparecer en el Reino Unido.

Aunque pruebas de laboratorio parecieron indicar que la EEB y la ECJ eran similares, ninguna pudo determinar con certeza cómo la primera estaba relacionada a la segunda. No había áreas geográficas en el Reino Unido con una incidencia significativamente más alta de gente con ECJ y no había casos de dicha enfermedad entre grupos de "alto riesgo" como finqueros, trabajadores de mataderos, o carniceros.

Cuando los investigadores consideraron la posibilidad de que la ECJ fuera causada por el consumo de carne de reses infectadas con EEB, no se pudieron establecer correlaciones entre la ECJ y ninguna carne o producto lácteo específico ya que el consumo era muy difundido. Además, nadie pudo establecer si alguno de los casos de ECJ alguna vez consumieron carne de ganado infectado.

Sin embargo, los investigadores se enfocaron en la idea de que el consumo de carne infectada era el culpable de la ECJ luego del descubrimiento de que prácticas de mataderos y de preparación de carne en los ochenta habrían inadvertidamente permitido que tejidos infectados fueran revueltos en una variedad de productos de carne empacados tales como perros calientes, salchichas, y patés, entre otros.

La manía sobre las vacas locas estalló. No obstante, la teoría de la carne infectada no explica por qué la ECJ tiende a ocurrir en gente joven-la mayoría de los casos se presentaron entre personas de 15 a 25 años. Además, no ofrece la más mínima pista sobre por qué únicamente ocurrieron 130 casos en una población británica de 60 millones expuesta a productos de carne supuestamente contaminados.

Algunos han sugerido que se trata de una especie de "ruleta rusa epidemiológica," donde el consumo de carne infectada resulta en una extraña y azarosa distribución de casos de ECJ. Sin embargo, tal explicación no es científica, y una alarma pública o cualquier política debe estar basada en una que sí lo sea.

A pesar de sus grandes vacíos, la teoría de la carne contaminada se ha convertido en una ortodoxia entre muchos en la comunidad médica y sanitaria que pocos se han atrevido a desafiar.

Un experto de la salud británico, Geroge A. Venters, sí se las ingenió para publicar un artículo en el British Medical Journal en Octubre del 2001 titulado "Nueva Variante de la Enfermedad de Creutzfeldt-Jakob: La Epidemia que Nunca Fue."

Venters sostiene que la teoría de la carne infectada está equivocada y que la ECJ ni siquiera podría ser una enfermedad nueva. Él desafía la plausibilidad biológica de que la EBB cause ECJ, ya que no existe evidencia directa de que el vehículo de infección de la EBB—una proteína especial llamada prión—sea infeccioso para los humanos. Tampoco existe evidencia directa de que los priones de la EBB sobrevivan el cocimiento, la digestión y el sistema inmunológico humano.

Venters señala que las características clínicas y la patología de la ECJ son similares a las del kuru, una enfermedad priónica encontrada en Papua Nueva Guinea y difundida a través del canibalismo. Las diferencias patológicas entre el kuru y la ECJ, afirma Venters, pueden ser más de intensidad que de tipo, ya que los pacientes de ECJ tienden a vivir más porque reciben mejor trato médico.

Si la ECJ no es una enfermedad nueva, entonces no puede estar relacionada con la carne infectada de EBB de la epidemia de vacas locas de 1986.

Después de discutir las numerosas deficiencias en la hipótesis BEE-CJE, Venters indica que "La evidencia que ha sido recolectada se encuentra dirigida más a confirmar la hipótesis [EBB-CJE] que a ponerla a prueba. Información sobresaliente que indica lo contrario ha sido minimizada o ignorada."

El ganado infectado con EBB debe ser aislado y destruido para garantizarse que no haya una mayor propagación de la enfermedad de las vacas locas entre los animales. No hay disputa alguna sobre eso. Pero la CJE es una enfermedad extraña y aparentemente aleatoria con un origen incierto. No existe justificación para siquiera la más mínima preocupación sobre la seguridad de la carne canadiense.

Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.