La riqueza de las naciones

Por Leszek Balcerowicz

Varsovia —El fracaso de varias formas de estadismo en el Tercer Mundo, la bancarrota del comunismo en el anterior bloque soviético y en China, y el alto desempleo de largo plazo y el relativo estancamiento de los países europeos occidentales con economías sobre-reguladas han forzado una revisión del paradigma del desarrollo a favor del mercado y la propiedad privada—en pocas palabras, un estado más limitado. Pero la batalla de las ideas y las políticas está lejos de acabarse. De hecho, nunca terminará, mientras que las fuerzas del estatismo se reagrupan en vez de capitularse. Por esto es que es tan importante analizar qué políticas funcionan y cuales fracasan, para generar una convergencia duradera—y para sacar de la pobreza a los países pobres.

El comunismo, una forma extrema del estatismo, fue lo más lejos en suprimir los mercados y criminalizar la actividad empresarial. Los costos de oportunidad de este error organizado fueron enormes: el ingreso per cápita relativo en Polonia, por ejemplo, cayó de alrededor de un 100% del de España en 1950 a tan sólo un 40% del mismo en 1990. Y con el colapso del sistema comunista, un gran experimento natural comenzó. Observando sus resultados, uno es sorprendido por las grandes diferencias entre los países del anterior bloque soviético:

  • En el 2004, el PIB había aumentado, en relación a 1989, por un 42% en Polonia, por un 26% en Eslovenia, y por un 20% en Eslovakia y Hungría. En contraste, cayó por un 57% en Moldova y por un 45% en Ucrania. Si la economía informal fuese incluida en las calculaciones, las diferencias en producción serían más pequeñas, pero todavía serían grandes.
  • Todas las economías en transición han progresado considerablemente en reducir su inflación, pero un mejor desempeño en el crecimiento a largo plazo fue de la mano con una menor inflación. Esto confirma que en los países que heredan una inflación alta, la exitosa disminución de inflación conduce al crecimiento económico de largo plazo.
  • La inversión extranjera directa usualmente viene luego del anterior éxito económico y fortalece el éxito económico del futuro. Entre 1989-2003, la República Checa atrajo $3,700 per cápita en inversión extranjera directa, Hungría $3,400, los tres países bálticos entre $1,000-$2,400 y Polonia $1,300. Los ingresos en inversiones extranjeras directas a Ucrania y Moldova fueron de tan solo $128 y $210, respectivamente.

Los países con mejores resultados económicos tienden a conseguir mejores resultados no económicos también. Por ejemplo, entre 1989-2001, la eficiencia de energía (PIB por cada kilogramo de petróleo equivalente)—un indicador importante del impacto ambiental—había aumentado de 2.5 a 3.9 en Polonia. En Rusia, subió de 1.5 (1992) a solo 1.6 y, en Ucrania, cayó de 1.6 en 1992 a 1.4 en el 2001. La expectación de vida aumentó de 71 a 74 años en Polonia entre 1990-2002, mientras que cayó de 70 a 68 años en Ucrania.

Hay tendencias similares en la tasa de mortalidad infantil. Entre 1990-2002, la tasa de mortalidad infantil por cada 1,000 nacimientos cayó de 16 a 8 en Polonia, pero solo de 18 a 16 en Ucrania y de 21 a 18 en Rusia.

¿Qué explica estas enormes diferencias? En cuanto al crecimiento del PIB, es tentador observar a las diferencias en las condiciones iniciales. Por ejemplo, los países bálticos—Estonia, Latvia, y Letonia—eran mucho más dependientes de exportaciones hacia el viejo club de comercio soviético, Comecon, (30%-40% de su PIB) que lo que eran los países comunistas de Europa central y oriental (4%-15% de su PIB). Luego de la caída del bloque soviético, puede ser argumentado, que los países bálticos fueron expuestos a un declive en su PIB mucho más profundo.

Las diferencias en el crecimiento a largo plazo son en gran parte debido a reformas de orientación de mercado más extensas y a una estabilización macroeconómica más exitosa. Esta conclusión es respaldada por una literatura considerable y seria.

Los países que se ponen al día con las reformas tienden a ponerse al día con el crecimiento también. Considere a Armenia la cual ha expandido radicalmente la envergadura de la libertad económica y ha llevado su proporción de impuestos a PIB a niveles bajos, mientras que ha fortalecido su disciplina fiscal. Su PIB ha crecido por un 70% desde 1996. Esta puede ser otra indicación de que el modelo de impuestos bajos conduce más al crecimiento económico rápido que aquellos sistemas con extensas redistribuciones de ingresos los cuales son típicos de los países más grandes de Europa oriental.

Los mejores resultados económicos tienden a estar asociados con mejores resultados no económicos porque algunas reformas son cruciales para ambos. Por ejemplo, las reformas de orientación de mercado aumentaron marcadamente la eficiencia en general de toda la economía y aquello aumentó el crecimiento económico y redujo la contaminación ambiental. La introducción del estado de derecho fue importante tanto para el desarrollo a largo plazo como para el cumplimiento de la legislación ambiental. La liberalización económica no solo estimuló el crecimiento, sino también hizo que haya comida más saludable, más disponible y a un precio relativamente más barato.

Los países post-comunistas que se movieron hacia una economía de mercado lograron mejores resultados económicos (y no económicos) que aquellos que implementaron menos reformas o ninguna reforma de orientación de mercado. ¿Cómo se compara esta conclusión básica con la experiencia de los países con un gran sector de empresas estatales, regulaciones que socavan la competencia, barreras a la entrada, restricciones para las importaciones y mercados laborales rígidos, protección pobre de los derechos de propiedad, irresponsabilidad fiscal, etc.? Estas características, en varias combinaciones, son características de sistemas estatistas, es decir, aquellos donde la política y la burocracia ahorcan al mercado libre. También son las características de los estados fracasados, donde muy probablemente las agencias estatales son de hecho instrumentos de un saqueo privado.

Mi entendimiento de la literatura empírica sugiere tres lecciones generales:

Primero, ningún país pobre ha obtenido una convergencia duradera bajo cualquier clase de sistema estatista o de estado fracasado. Por implicación, el cambio institucional que resulta de tal sistema prohíbe la convergencia duradera. Los sistemas que suprimen, limitan de manera severa y distorsionan la competencia de mercado producen perdedores económicos.

Segundo, los casos exitosos de convergencia duradera han ocurrido bajo sistemas de mercado más o menos libres (por ejemplo EE.UU. alcanzando a Gran Bretaña en el siglo 19) o durante y después de una transición a tal sistema (por ejemplo los tigres asiáticos desde 1960 o algunas de las economías de los países post-comunistas después de 1990). Esto sugiere que la aceleración del crecimiento no tiene que esperar hasta que las “buenas” instituciones emerjan. En vez, el crecimiento podría acelerar durante el proceso de reforma, si es que estas reformas mejoran las instituciones para las actividades productivas. Esto se debe a que la reforma aumenta la producción y la productividad en sectores antes reprimidos (la agricultura en China o el sector de servicios en el sistema soviético), o porque la estructura de incentivos anterior promovía un desperdicio masivo (el socialismo totalitario).

Tales efectos de transición tienden a expirar luego de algún tiempo, y el paso del crecimiento futuro dependerá más que nada entonces de la fuerza de los incentivos permanentes para trabajar e innovar—los cuales a su vez dependen de qué tanto un país ha cambiado hasta convertirse en un estado limitado. Por lo tanto, el alcance de las reformas de orientación de mercado, comenzadas ya sea bajo un sistema estatista o uno de un estado fracasado, importan para el crecimiento a corto y a largo plazo.

Algunas economías, especialmente los tigres asiáticos llamados “milagros de crecimiento”—han producido mucho debate. No hay escasez de explicaciones que le atribuyen su crecimiento a intervenciones estatales especiales (tales como los créditos dirigidos, o los lazos cercanos entre el gobierno y las empresas). Una observación más profunda de su experiencia sugiere otra explicación.

Por algún tiempo, las “economías milagrosas” tenían diferencias en el grado de intervención estatal (desde casi nula en Hong Kong hasta algo de intervención en casi todos los otros países), pero ellos tenían algo en común: Una dosis grande de reformas de mercado, las cuales, combinadas con sus condiciones iniciales, aseguraron un nivel mayor de libertad económica que en otros países en vías de desarrollo. La intervención estatal tendía a obstaculizar en lugar de promover el crecimiento a largo plazo. Considere la industrialización pesada dirigida por el estado en Corea del Sur durante los 1970s, la cual contribuyó al crecimiento de la deuda externa de Corea del Sur y privó de inversiones a las industrias orientadas más hacia la exportación. Como resultado, el crecimiento del PIB de Corea del Sur cayó marcadamente a comienzos de los 1980s, induciendo un cambio en la política económica hacia menos intervención estatal.

Las características comunes de los “países milagrosos” incluyen una proporción de impuestos a PIB baja debido a una carencia de sistemas de bienestar social extensivos. Esto tiende a aumentar la oferta de labor y a promover los ahorros privados. Los líderes del crecimiento en el mundo post-comunista, los cuales han logrado proporciones de impuestos a PIB bajas, en otras palabras, deberían ser motivados para mantener aquellas proporciones. Un sistema de bienestar social estatal desplaza las formas voluntarias de la solidaridad humana y—especialmente en economías más pobres—puede obstruir el crecimiento económico. Esta sirve como para advertir a ciertas economías pobres, las cuales tienen ahora proporciones de gasto público a PIB mucho más altas que Suecia, Alemania, o Francia cuando éstos tenían ingresos per cápita similares.

Tercero, mientras que todos los casos de convergencia duradera han ocurrido bajo sistemas más o menos de mercado libre, o durante y después de la transición a tales sistemas, no todas las reformas de orientación de mercado han llevado a la convergencia duradera. Las reformas frecuentemente son anunciadas, pero no implementadas, o puede que sean implementadas inicialmente pero luego reversadas o alteradas considerablemente. En tales casos, criticar el fracaso de las reformas de mercado es una mala interpretación.

Las reformas de orientación de mercado puede que fallen—si son incompletas de alguna manera crítica. Un ejemplo sería el de introducir un régimen de tipo de cambio fijo sin tener una disciplina fiscal. El colapso reciente de Argentina nos recuerda que las políticas fiscalmente irresponsables pueden socavar los resultados de reformas de mercado genuinas. Las reformas de orientación de mercado también puede que fallen en generar una convergencia duradera si algunos de sus elementos cruciales son estructurados de mala forma, por ejemplo, un grave cálculo equivocado del nivel inicial de un tipo de cambio fijo o un mal incentivo estructural en la ley de bancarrota.

Ninguno de estos problemas valida una solución de “Tercera Vía” como la mejor manera de asegurar la convergencia duradera. Simplemente son obstáculos que deben ser vencidos en el camino hacia una genuina economía de mercado.

Balcerowicz presentó un discurso sobre el desarrollo económico en la conferencia del Cato Institute "Una agenda liberal para un siglo nuevo: Una perspectiva global", la cual tuvo lugar en Moscú, Rusia entre el 8 y 9 de abril del 2004.

Este artículo fue originalmente publicado por el Wall Street Journal el 6 de octubre del 2005.

Traducido por Gabriela Calderón para Cato Institute.