La lucha por el salario mínimo: bautistas y traficantes de licores

Adam Smith y Bruce Yandle explican la teoría de los traficantes de licores y los bautistas: "La teoría está basada en la vieja historia de que tanto los bautistas como los traficantes de licores favorecen las leyes de cierre en los domingos que obligan a que las tiendas de licores no atiendan ese día. El cumplimiento de la ley consuela a los bautistas y logra un ingreso para los traficantes de licores, quienes eliminan la competencia solamente durante un día de la semana".

Por Adam Smith y Bruce Yandle

Desde septiembre, los trabajadores de salario mínimo que protestaban por su status de ingreso bajo han marchado en las calles en más de 100 ciudades estadounidenses. Por ejemplo, en Charleston, Carolina del Sur, bloquearon una vía principal (en inglés), insistiendo que les paguen $15 por hora y ser miembros de un sindicato.

Respaldados por el Presidente Barack Obama, quien está presionando para elevar el actual mínimo federal (en inglés) de $7,25 por hora a $10, otros políticos atentos están aplaudiendo los llamados a un salario mínimo federal más alto. Después de todo, si los manifestantes pueden ser convertidos en electores para la elección de mediados de periodo, algunos candidatos a los que no les va tan bien ahora puede que tengan éxito en las elecciones de noviembre.

De hecho, todos desde los políticos hasta los líderes del clérigo y los CEOs de las cadenas de comida rápida han saltado a respaldar el salario mínimo. ¿Qué explica esta oleada reciente de simpatía por los trabajadores pobres? Para contestar esta pregunta, debemos recurrir brevemente a la teoría de los traficantes de licores y los bautistas, una teoría que explica por qué la política puede unir a estos aliados aparentemente tan distintos.

La teoría está basada en la vieja historia de que tanto los bautistas como los traficantes de licores favorecen las leyes de cierre en los domingos que obligan a que las tiendas de licores no atiendan ese día. El cumplimiento de la ley consuela a los bautistas y logra un ingreso para los traficantes de licores, quienes eliminan la competencia solamente durante un día de la semana. La teoría de los traficantes de licores y los bautistas por lo tanto nos recuerda que las regulaciones adecuadamente diseñadas pueden, además de lograr objetivos populares, también eliminar la competencia, elevar los costos de los rivales en el mercado, y atraer clientela e ingresos para los grupos favorecidos.

Así que detengámonos a observar nuestro grupos de traficantes de licores/bautistas en el contexto de la lucha por elevar el salario mínimo. En la esquina del Amén están los obispos católicos quienes en el testimonio ante el senado respaldaron (en inglés) un salario más alto: “Cada vez que el Congreso o una administración ha sugerido elevar el salario mínimo, los obispos lo hemos respaldado simplemente porque esto es consistente con nuestras enseñanzas y vemos los efectos a primera vista en las familias de nuestros feligreses y en nuestras comunidades”. Uniéndose al coro, están la Iglesia Metodista Unida y otras denominaciones protestantes. De hecho, es imposible encontrar una organización religiosa que se oponga a pagar salarios más altos a los trabajadores de ingresos bajos.

Pero no todos los líderes a favor de un salario más alto visten cuellos de clérigo, aún cuando algunas veces utilizan retórica justiciera. La federación de sindicatos de EE.UU., AFL-CIO, es una organización firmemente partidaria de un salario mínimo más alto, aunque ninguno de sus miembros obtienen salarios así de bajos. De igual forma, el CEO de McDonald’s (en inglés) junto con otros administradores de otras cadenas grandes también se encuentran entre aquellos que favorecen un salario mínimo más alto, o al menos no se oponen a esta ley.

Por ejemplo, hablando en nombre de 1,3 millones de empleados (en inglés), de los cuales solo 5.000 ganan el salario mínimo federal, el presidente de Wal-Mart en EE.UU., Bill Simon, dijo: “No nos oponemos a una alza del salario mínimo, a menos que esta sea exclusivamente dirigida a nosotros”. Él se refería al esfuerzo por parte del gobierno de Washington, DC, de requerir únicamente a las grandes cadenas de ventas al por menor que paguen salarios iniciales que estén por encima del salario mínimo de dicho estado. Starbucks, GAP, Ikea, y Chipotle están respaldando un salario mínimo más alto y en algunos casos ya han elevado sus salarios iniciales.

Sin embargo, ¿por qué las organizaciones laborales nacionales, los directores ejecutivos de McDonald’s y de grandes cadenas de ventas al por menor estarían cabildeando para lograr salarios mínimos más altos, especialmente si pocos o ninguno de sus empleados obtienen salarios así de bajos en primer lugar? Detectamos un aire de traficantes de licores en su comportamiento. Al aumentar el salario mínimo, el verdadero impacto caerá sobre sus competidores que sí emplean a trabajadores de bajos ingresos. Mientras que sus competidores son obligados a aumentar sus costos laborales mediante una combinación de salarios más altos y despidos forzados, los traficantes de licores silenciosamente amasan las ganancias.

Consideremos la AFL-CIO. La unión es como un traficante de licores, ansioso de agregar miembros a su reducida manada. Respaldando a los trabajadores de las cadenas de comida rápida en su lucha por salarios más altos y por el derecho a organizarse podría rendir beneficios considerables. Agréguele a esto el efecto de los salarios mínimos más altos sobre las empresas que compiten con los negocios sindicalizados, las cuales usualmente pagan muy por encima de este nivel. En otras palabras, un salario mínimo más alto les reduce la competencia.

Algo similar ocurre con McDonald’s, Wal-Mart y otras cadenas de ventas al por menor que desde ya pagan más que el salario mínimo federal. También son traficantes de licores, respaldando una norma federal que empuja los salarios hacia arriba para todas las empresas de ventas al por menor de tal manera que esto inevitablemente elevará los costos de sus rivales.

En resumen, el Presidente Obama está liderando a los “bautistas” en la batalla por el salario mínimo. Él se adscribe la autoridad moral. Los obispos católicos, los metodistas, y otros clérigos se unen cantando canciones bautistas. Mientras tanto, los traficantes de licores hacen eco de estos sentimientos pero por razones muy distintas. A ellos les preocupa menos la lucha de los pobres y más su rivalidad con sus competidores de costos bajos.

La verdadera tragedia es que pocos o ninguno de los participantes que se hacen escuchar en este debate están preguntando cómo un salario mínimo más alto realmente afectará a los pobres y a los jóvenes con poca preparación, a quienes ya se les hace difícil encontrar un empleo. Seguramente una reducción en el número de empleos disponibles es una consecuencia negativa para este grupo. Pero bueno, los adolescentes desempleados que no votan no importan mucho en la tierra de los traficantes de licores y los bautistas.

Este artículo fue publicado originalmente en The Federalist (EE.UU.) el 8 de octubre de 2014.