La iniciativa del libre comercio de Rusia

Por Marian L. Tupy

Los líderes de cuatro ex repúblicas soviéticas han suscrito un tratado de libre comercio que pretende emular al Tratado de Libre Comercio Europeo y al Tratado de Libre Comercio de América del Norte. De resultar exitoso, el acuerdo incrementará el volumen de comercio y generará nuevos empleos en el proceso.

Los críticos han atacado la iniciativa rusa—acordada en Yalta hace más de un mes—por ser, según ellos, un intento oculto por revivir el imperio comunista. Pero, de hecho, el Espacio Común Económico (el nombre formal del acuerdo), tiene más que ver con el futuro de la Unión Europea que con la historia de la Unión Soviética.

La iniciativa del ECE—que también incluye a Ucrania, Kazajstán y Bielorrusia—está emergiendo durante la ampliación nacional más grande en la historia europea: El 1° de mayo del 2004, ochos países del antiguo bloque comunista se integrarán a la Unión Europea. Sin embargo, la alegría de las elites por "unir" a Europa no puede ocultar la acrimonia que ha marcado a las negociaciones de la ampliación. Ni tampoco puede ignorar el balance de poder en la UE, el cual arriesga en convertir a los nuevos estados miembros en suplicantes permanentes de los estados más grandes.

Las condiciones poco envidiables bajo las cuales los nuevos miembros se integraron a la UE son el resultado de errores tácticos cometidos por los líderes de los países del Centro y Este de Europa. Al declarar a la membresía en la UE un sine qua non de sus políticas exteriores, los países del Centro y Este de Europa se han comprometido a unirse sin importar las condiciones de la admisión. La UE, en otras palabras, tuvo poca necesidad de acomodarse a las necesidades de los países del Centro y Este de Europa.

Un enfoque más sensible para esas naciones habría sido el buscar enérgicamente una Iniciativa de Libre Comercio para el Centro y Este de Europa mediante la liberalización de las relaciones comerciales a lo largo de la región y la creación de un mercado lucrativo para las compañías de Europa Occidental. Negociando desde una posición fuerte, los países del Centro y Este de Europa podrían entonces concluir un tratado de libre comercio con la UE en el futuro.

Resulta irónico que, en una época en donde tanto la teoría como la práctica en favor de la libertad económica se ha vuelto tan convincente que incluso la izquierda europea acepta ahora al libre comercio como una manera para mejorar la suerte de los pobres alrededor del mundo, la liberalización unilateral sea más difícil que nunca antes. En cambio, los países continúan confiando en su poder político en las negociaciones comerciales. Los diplomáticos rusos son bastante habilidosos en el arte de la "realpolitik", y todos los realistas reconocen la importancia de negociar desde posiciones de fortaleza.

Por lo tanto, lejos de ser una alternativa a una eventual integración económica, el ECE es un precursor obvio. De resultar exitoso, durante la siguiente década los rusos establecerán una zona de libre comercio que tendrá un significativo potencial y poder económico. Eso les permitirá a las antiguas repúblicas soviéticas negociar con los europeos y estadounidenses desde una posición más igualitaria.

El ECE es parte de un patrón más amplio, por supuesto. Una alianza ad-hoc de naciones llamada el "Grupo de los 21" emergió durante las negociaciones de la OMC en Cancún. Estas naciones en desarrollo entendieron que unidas podrían alcanzar condiciones más favorables para la liberalización. Estaban en lo correcto y equivocadas al mismo tiempo. Tenían razón en permanecer juntas y demandar que los países desarrollados abandonaran sus prácticas agrícolas proteccionistas, las cuales son inmorales y lastiman principalmente a los pobres. Estaban equivocadas en creer que las naciones desarrolladas las eliminarían sin pedir nada a cambio.

Los bloques comerciales, por lo tanto, son espadas de doble filo. Los países participantes pueden alcanzar una reducción de las barreras, pero únicamente si están realmente comprometidos al libre comercio. De otra forma, la liberalización global se estanca. El Grupo de los 21 pertenece a esta última categoría. Afortunadamente no puede decirse lo mismo de Rusia. El presidente Putin y su gabinete favorecen la liberalización comercial. Bajo este enfoque, el ECE podría convertirse en un motor del desarrollo económico global.

Traducido por Juan Carlos Hidalgo para Cato Institute.