La cultura de anti-progreso
por Roberto Salinas-León
Roberto Salinas León es presidente del Mexico Business Forum.
Un odioso "chiste" mexicano refleja la problemática que nuestro país enfrenta para lograr la priosperidad: cuando Diós configuraba el orbe en el que vivimos, decidió dotar a México con grandes recursos-- oro, plata, petróleo, frontera con el mercado más grande del mundo, playas, acceso a dos mares, una ubicación privilegiada en la geografía mundial, montañas, gran potencial turístico, una población amplia y jóven, en fin, todo para alcanzar un nivel de vida envidiable. El cuento describe que uno de los ángeles del Señor notó que se le estaba dando demasiado a nuestra tierra; y que Díos respondió: "no te preocupes, voy a balancear las cosas; a México le voy a poner mexicanos."
Un odioso "chiste" mexicano refleja la problemática que nuestro país enfrenta para lograr la priosperidad: cuando Diós configuraba el orbe en el que vivimos, decidió dotar a México con grandes recursos-- oro, plata, petróleo, frontera con el mercado más grande del mundo, playas, acceso a dos mares, una ubicación privilegiada en la geografía mundial, montañas, gran potencial turístico, una población amplia y jóven, en fin, todo para alcanzar un nivel de vida envidiable. El cuento describe que uno de los ángeles del Señor notó que se le estaba dando demasiado a nuestra tierra; y que Díos respondió: "no te preocupes, voy a balancear las cosas; a México le voy a poner mexicanos."
Este cuentito, si bien popular, es mucho más trágico que chistoso; y la moraleja es clara, por lo menos en el terreno económico: una sociedad requiere más que diversos dotes naturales para consolidar la prosperidad. Se requiere, ante todo, instituciones que permitan la coordinación eficiente y espontánea del orden social, o sea, reglas del juego que dejen a los ciudadanos hacer, que los dejen trabajar.
Este problema no se reduce a fenómenos coyunturales como la cartera vencida, o el desempleo, o las declaraciones de tal o cual representante. Los costos de dos décadas de crisis han dado paso a una sociedad que no disfruta acceso a instituciones de pesos y contrapesos.
Los temas de la prosperidad y el
progreso son vitales para países como el nuestro, que viven un prfundo
proceso de transformación. Es importante evaluar el actual programa
de ajuste a la luz de los requisitos del progreso a largo plazo. Un
importante criterio dice que el progreso es consecuencia de cinco condiciones:
· sólidas garantías jurídicas a la propiedad privada
· una moneda con valor perdurable en la región
· precios libremente determinados
· un sistema fiscal orientado al desarrollo, que no lesione incentivos
económicos
· una mínima restricción a las importaciones
En esencia, estas condiciones del progreso implican respetar principios de lo que el famoso filósofo austriaco Karl Popper llamó la sociedad abierta: libertad de intercambio dentro y fuera de las fronteras nacionales.
La pregunta para México es si el entorno actual representa una contribución para retomar la ruta del progreso. La respuesta es, por desgracia, "no." Sin embargo, esto se deriva de la ausencia de la visión de largo plazo que respete las condiciones del progreso. Notablemente, en el primer rubro, persisten ausencias determinantes para garantizar el derecho a la propiedad. El programa contempla una "segunda ola" de reformas, que sería crucial para avanzar en la dirección correcta.
En el segundo rubro, los hechos son contundentes: hay un largo, larguísimo, camino que recorrer para lograr la estabilidad del sistema monetario. Las altas tasas de interés son reflejo del precio que se tiene que pagar para invertir en la moneda local. El peso no tiene valor perdurable, y no lo tendrá en la medida que persista lo que Ricardo Medina bautizó como el "voluntarismo cambiario."
En las dos últimas condiciones, vemos algunos factores positivos: el hecho que, debido al TLC, las restricciones a las importaciones seguirán derribándose en los próximos años. Y por supuesto, el enorme ingreso derivado de las exportaciones, mismo que permite comprar lo que no se hace localmente, o lo que se hace mejor en el extranjero (a menos que este ingreso permanezca fuera del país por la falta de una moneda que pueda cumplir con su función como almacén de valor).
El punto medular de la controversia sobre el progreso es si el sistema impositivo debe utilizarse para fines del saneamiento de finanzas públicas, o si debe dar una estrategia fiscal que alimente el crecimiento. La única forma de lograr un aumento pronunciado del crecimiento consistente con el objetivo de mantener estabilidad en el sistema de precios, es por medio del rubro fiscal: menores y bajos impuestos, estabilidad fiscal, simplificación administrativa, etc. El gasto público no puede funcionar como palanca de reactivación en la medida que se quieran reducir cargas tributarias y mantener equilibrio en las finanzas públicas. Si se respeta esta condición del progreso a largo plazo, se requiere bajar egresos en vez de subir ingresos-- y esto es precisamente lo que no se contempla bajo la propuesta de una nueva hacienda pública.
El actual entorno económico no cumple con las condiciones del progreso a largo plazo. Hay oportunidad para tomar los pasos necesarios-- pasos que trazen la trayectoria del camino hacia el progreso. Esos pasos nos permitirán acabar el mito del subdesarrollo mexicano y chistes crueles como el relatado al inicio de esta nota. Esos pasos, sobre todo, permitirán transformar la potencialidad del país en un régimen de oportunidades, es decir, un país con empleo, bienestar, confianza y estabilidad.