Kosovo: ¿De quién es la victoria?

Por Gary Dempsey

La realidad es que el presidente de Yugoslavia, Slobodan Milosevic, obtuvo sus objetivos políticos y estratégicos hace varias semanas. Expulsó a los kosovares albanos y sus más recientes acciones diplomáticas tienen por objeto ganar tiempo. Además, Milosevic ha conseguido un mejor arreglo ahora bajo el llamado acuerdo B-8 que el anterior que las potencias occidentales trataron de imponerle en Rambouillet, en marzo. Si los comparamos cuidadosamente, veremos que desaparecieron las tres condiciones que hacían el acuerdo de Rambouillet inaceptable para Belgrado.

Primero, se estipulaba que las tropas de la OTAN no se limitarían a la provincia de Kosovo sino que podían ser desplegadas por cualquier parte de Yugoslavia. Específicamente, el capítulo 7, apéndice B, sección 8 del documento decía: "El personal de la OTAN gozará de libre acceso, junto con sus vehículos, barcos, aviones y equipos, por toda la República Federal de Yugoslavia, incluyendo el espacio aéreo y aguas territoriales. Esto incluye, pero no se limita, al derecho de acampar, maniobrar, acantonar y la utilización de cualquier área o facilidades requeridas para su apoyo, entrenamiento y operaciones". En lo que a Belgrado correspondía, tal condición era una receta para la ocupación de Yugoslavia por la OTAN. El nuevo acuerdo G-8, por el contrario, incluye sólo "el despliegue en Kosovo de una efectiva presencia civil y militar internacional".

Segundo, el acuerdo de Rambouillet hubiera garantizado que la población de Kosovo, abrumadoramente musulmana y no de serbios, podrían votar para separarse de Yugoslavia, luego de tres años bajo la administración interina. El capítulo 8, artículo 1, sección 3 del acuerdo decía: "Tres años después del comienzo de la vigencia de este acuerdo, una reunión internacional será convocada para determinar el mecanismo para el arreglo final en Kosovo, sobre la base del deseo de la gente y la opinión de autoridades relevantes". El acuerdo G-8, por el contrario, no hace referencia a ningún referéndum después de tres años y hace constar claramente que la administración política de Kosovo debe ser consistente con los "principios de soberanía e integridad territorial de la República Federal de Yugoslavia".

Tercero, el acuerdo de Rambouillet hubiera obligado el despliegue de tropas de la OTAN en una misión de la OTAN, mientras que el acuerdo G-8 se refiere a "una presencia internacional de seguridad, con substancial participación de la OTAN", que operará "bajo los auspicios de la ONU, actuando según sea resuelto bajo el capítulo VII de la Carta de la Naciones Unidas". La autoridad sobre las operaciones en Kosovo pasará a las Naciones Unidas, donde Yugoslavia tiene dos aliados claves en el Consejo de Seguridad: Rusia y China.

Es más, una nota al pie de la página en el acuerdo G-8 mantiene: "Se entiende que la posición de Rusia es que el contingente ruso (en la misión de paz en Kosovo) no estará bajo el comando de la OTAN y su relación con la presencia internacional será dictaminada por los acuerdos adicionales relevantes".

Pero esta versión liviana del acuerdo de paz de Rambouillet es apenas el último episodio de un fiasco progresivo. La mal concebida política de la administración Clinton respecto a Kosovo ha fracasado en conseguir casi todos sus objetivos, especialmente la protección de la vida y propiedad de los kosovares albanos y la estabilización de los Balcanes.

Por otra parte, las relaciones entre Estados Unidos y Rusia están en su punto más bajo desde el fin de la Guerra Fría y las probabilidades de que de que este invierno se elijan candidatos pro occidente al Parlamento son nulas. Y recordemos que Rusia todavía tiene 6.000 armas nucleares.

La supuesta victoria de Clinton significa desplegar más tropas estadounidenses en una operación ilimitada en el tiempo que costará miles de millones de dólares. Además, soldados de Estados Unidos estarán obligados bajo el acuerdo G-8 a desarmar al Ejército de Liberación de Kosovo, el cual insiste en la independencia. Gracias a la administración Clinton, puede que sea Milosevic quien se ría de último al ver que el dolor de cabeza de Belgrado se ha convertido en el dolor de cabeza de Washington.  ©

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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