Hay que exterminar el peso argentino

Eduardo Bastitta dice que el superávit fiscal es una promesa que depende permanentemente de su revalidación por parte de los políticos de turno, mientras que la dolarización no lo requiere debido a su "blindaje popular".

Por Eduardo Bastitta

Uno de los grandes competidores del crecimiento es la estabilización. Cuando nosotros venimos de economías que vienen de muchos años de inestabilidad, de inflación, es muy difícil lograr recuperar la confianza de la población en la moneda. Entonces, el proceso de recuperación de confianza se hace con mecanismos de tasas de interés, de control de agregados monetarios, que estamos padeciendo durante estos años, que son recesivos por definición. Y esto no es que se puede hacer mejor o peor: todos los países que vinieron de procesos de inestabilidad, de dos o tres dígitos de inflación, y lograron una estabilidad de un dígito de inflación, baja, sin cepos, sin controles, sin anclas, tardaron muchos años.

Israel, Brasil, Chile, Perú, Paraguay, tardaron entre siete y diez años en lograrlo. Cuando digo de siete a diez años, son años en los que se vivieron procesos recesivos, de mucho riesgo e inestabilidad. Ese es el desierto que enfrenta la Argentina si quiere mantener vivo al peso. Entonces lo que uno se pregunta es: bueno, ¿qué gano manteniendo vivo al peso? O sea, ¿qué gano en tener cinco, seis, siete años de vivir esto para mantener vivo al peso? Bueno, la realidad es que no se gana mucho y cada vez menos. Hoy, con las nuevas tecnologías, la gran mayoría de las virtudes que trae aparejadas el tener moneda propia se están diluyendo, se están perdiendo. No solo eso, sino que la dolarización no le cierra las puertas a emitir una moneda en el futuro.

Lo único que hace la dolarización es darle a la población las herramientas para que se defienda, para que si yo hago una nueva moneda en el futuro no se la pueda meter por las orejas a la población porque la población me va a mirar y me va a decir, “a ver, dejame ver qué me traés, el nuevo peso, dejame verlo antes de aceptarlo”. Porque ya en ese momento todo nuestro sistema de precios, de contratos y de créditos de la economía va a estar basado en monedas sanas.

¿Qué es lo que nosotros generamos cuando avanzamos en un proceso de dolarización? Básicamente lo que estamos haciendo es renunciar, al menos durante un periodo de tiempo, a tener nuestra moneda propia. Si estamos enfrentando un proceso de estabilización porque venimos de la inestabilidad, lo que estamos haciendo es evitar estos años de recesión y riesgo y acelerar un punto de inflexión.

Ese punto de inflexión... ¿Por qué es tan potente? ¿Por qué la Argentina tiene acumulada una fuerza de crecimiento gigantesca? No es solo por Vaca Muerta, por la minería, por el agro, por la cantidad de inversiones postergadas que tenemos en el país. Es por una cuestión muy sencilla y muy mecánica: nosotros tenemos el índice de crédito privado sobre PBI más bajo del mundo. Este es nuestro peor número y es nuestra mayor oportunidad. Hoy la Argentina tiene entre 10 y 11 puntos de crédito privado sobre PBI cuando el promedio de Latinoamérica es 60 puntos. Para colmo, esos 10, 11 puntos de crédito que tenemos hoy está fondeado a tasas de entre 100 y hasta 1000% de interés. Entre 100 y 1000% de interés. ¿Qué significa? Que el poco crédito que tenemos lo que está haciendo en realidad es castigando el consumo y la inversión. Es un poquito más de consumo hoy para consumir dos o tres veces menos en apenas cuatro o cinco meses. Entonces, ¿cómo puedo pensar que puedo salir adelante frente a semejante escenario recesivo que me genera mantener viva la moneda?

Al traer hacia adelante el punto de inflexión mediante una dolarización, lo que estoy haciendo es ganar tiempo, estoy evitándome esos cinco años recesivos. Entonces, al hacerlo más rápido, yo lo que voy a hacer es potenciar el crédito. Imagínense que por solo lograr que ese crédito privado pase del 10% a un modesto 30%, que todavía está a la mitad del promedio de Latinoamérica, yo tengo 20 puntos de PBI de aumento de crédito que sobre todo es inversión. O sea, voy a estar creciendo muy por encima de lo que crecería sin ese efecto. Si a eso le sumo los componentes de estabilidad, de credibilidad y de inversión adicional que vienen por las expectativas que genera la dolarización, nosotros vamos a enfrentar escenarios de crecimiento de entre seis y ocho puntos por año durante varios años.

Imagínense, a partir de ese crecimiento, cómo yo puedo implementar el resto de las reformas. Si yo hago una reforma laboral en una economía que está recesiva, probablemente la reforma salga mal porque no tengo generación de empleo. Pero si yo hago una reforma laboral en una economía que está creciendo al 8%, la reforma laboral mucho más probablemente salga muy bien y muestre todo su virtuosismo. Lo mismo una reforma tributaria: ¿cómo puedo bajar impuestos? Si no tengo crecimiento económico, voy a generar déficit, entonces voy a perder el superávit fiscal. En cambio, si la economía crece al 8% solo por el crecimiento de la economía, yo voy a estar diluyendo entre dos y tres puntos de PBI de gasto público, o sea, yo voy a poder estar bajando drásticamente impuestos todos los años, lo que me acelera los motores de crecimiento. Y así cada elemento, cada reforma que yo implemento con el crecimiento inicial que me genera la dolarización va a ser mucho más exitosa.

Entonces dolarizar va a ser un círculo virtuoso imparable. Lo que va a generar es que ese crecimiento de siete, ocho puntos no sea solo por tres o cuatro años, sino que probablemente sea por diez años y dupliquemos el PBI argentino en diez años. A eso nos estamos enfrentando cuando llegamos al punto de inflexión. Por eso yo digo que es tan entusiasmante lo que puede venir si exterminamos al peso como frustrante lo que nos espera si no lo hacemos.

La paradoja de la moneda

La moneda es insignificante y fundamental al mismo tiempo. ¿Por qué es insignificante? Porque la base monetaria, o la cantidad de dinero en circulación, es insignificante: las economías corren bajo bases monetarias que son insignificantes en términos de PBI. La base monetaria de Argentina hoy está entre 4 y 5 puntos de nuestro PBI: es la nada misma y es stock. Pero el PBI se genera todos los años, con lo cual si yo comparo el stock monetario en el tiempo con un PBI que se genera todos los años, estoy hablando de que probablemente sea menos del 1%, menos del medio por ciento. Entonces, los stocks monetarios son absolutamente irrelevantes.

¿Pero qué pasa? Usamos esa unidad de cuenta como basamento de todo nuestro sistema de precios, de créditos y de contratos de la economía. Entonces es fundamental, porque es sobre lo que se basa todo lo que hacemos los argentinos durante todo el año.

Esa diferencia entre lo irrelevante que es en términos de la sustancia (del stock) y la importancia que tiene porque es lo que nos permite a todos generar nuestras dinámicas (nuestros contratos, todo nuestro sistema de precios, los créditos) hace que muchas veces se entienda de mala manera la moneda. Yo hago una analogía con el aceite del motor: un motor tiene cinco litros de aceite, que vale unos mangos. Ahora bien: el aceite, si está corroído, me destruye el motor, un motor de 250 kilos que puede ser un Lamborghini. Entonces, si yo le pusiera mal aceite a un Lamborghini, sería un disparate, porque estaría arruinando algo que vale cientos de miles de dólares por cinco litros de aceite corroído. Eso hacemos cuando tratamos de crecer y de sustentar nuestras economías en una moneda que no funciona, en una moneda que no es creíble y que no es confiable.

Dolarizar es dar libertad de moneda

El peso está forzado, el peso no es una elección libre. La dolarización parece que forzara el dólar, pero es al revés: estamos dejando de obligar al peso cuando dolarizamos o cuando matamos al peso, y dando la opción libre a que la gente use el peso uruguayo, el real brasileño, el euro, el dólar o el día de mañana un nuevo peso argentino o una moneda regional. Podemos lanzar una moneda regional con Brasil, con Uruguay, con Chile, con Paraguay.

Podemos hacer una moneda regional perfectamente, pero la vamos a tener que impulsar por las buenas. Vamos a tener que generar incentivos y credibilidad para que la gente la adopte. Lo que no vamos a poder hacer es metérsela por las orejas a la gente.

El costo anual de no dolarizar

¿Cuál es el costo de oportunidad real en demorar un año solamente el punto de inflexión de la Argentina? Si nosotros creemos que la Argentina, al llegar a su punto de inflexión (estabilidad total, sin cepos, sin nada, una moneda que tenga cuatro o cinco puntos de inflación anual, como tienen la mayoría de las monedas del mundo), una economía que estuvo 27 años sin crecer acumula crecimiento a través del crédito sobre todo, el punto de inflexión lo que hace es destrabar ese crecimiento acumulado y empezar a crecer fuertemente.

Entonces, ¿cómo podemos medir la demora de ese punto de inflexión en términos estrictamente económicos, más allá del riesgo de no hacerlo? Si yo empiezo a crecer y llego al punto de inflexión en enero de 2026, o lo hago en enero de 2027, lo que va a pasar es que durante un año crecí al 7 u 8% anual, mientras que en el otro escenario no crecí nada. Ahí ya gané siete puntos del PBI por haber arrancado a crecer un año antes. Pero el año siguiente, ya que empiezo a crecer en los dos escenarios, en el escenario en que empecé a crecer el primer año, vuelvo a acumular otros siete puntos de crecimiento. Y en el segundo año empiezo a crecer siete puntos, pero si empecé antes a crecer, le volví a sacar siete puntos del PBI al segundo escenario. Y el tercer año serán seis, y el cuarto año serán cinco, cuatro, tres, dos uno, hasta que convergen esas dos curvas.

Lo que yo pierdo de crecer, de PBI, por haber empezado a crecer más tarde, no es solo el primer año, sino que son todos los años hasta que esos PBI convergen en esos dos escenarios. Según los supuestos que yo use, lo que estoy tirando a la basura son entre veinte y treinta puntos del PBI por demorar un solo año el punto de inflexión de la Argentina. Ese es el costo de oportunidad económico de empezar a crecer más tarde, de llegar al punto de inflexión más tarde. Son, en términos de valores, entre 160.000 y 180.000 millones de dólares por cada año que pierdo. Por mes son unos 15.000 millones de dólares que estoy tirando a la basura, estoy prendiendo fuego, quemando por demorar el punto de inflexión de Argentina.

Blindaje popular

Lo que salvará a la Argentina de su trampa es una cuestión mecánica, como si fuera una llave; no responde a expectativas. Este es uno de los principales errores que hacen los analistas de coyuntura y los economistas: no nos salvan las expectativas porque un muerto no tiene expectativas. Nosotros no podemos salir con expectativas cuando no tenemos recursos, cuando no tenemos plata, cuando no tenemos crédito.

Entonces, ¿cuál es la diferencia, por ejemplo, entre el superávit fiscal, que es una medida muy exitosa de este gobierno, única en décadas de historia, y la dolarización? El superávit fiscal es una promesa que depende permanentemente de su revalidación. O sea, yo puedo decir que tuve superávit fiscal el mes pasado. Puedo decir que tuve superávit fiscal los últimos doce meses. Lo que no puedo decir es que voy a tener superávit fiscal los próximos diez años porque no podría afirmarlo, no sé quién va a ser el presidente, no sé quién va a ser el ministro de economía. Entonces, la revalidación de esa reforma es permanente.

Mientras que la dolarización tiene un efecto mágico, que es el blindaje popular. Yo creo que la dolarización se parece, en algún punto, a la ley que prohíbe fumar en espacios cerrados, que es hoy probablemente la ley más cumplida en Argentina. En un país que tiene anomia institucional, donde no funciona la justicia, no funciona la ley, sí tenemos una ley que, así como salió del Congreso, todo el mundo respeta. ¿Y por qué la respeta todo el mundo? Porque la que la hace cumplir es la gente. El efecto “blindaje popular” es que el juez, el fiscal, la policía están sentados en la mesa al lado; es la misma población la que, si yo prendo un pucho en un restaurante, va a venirme a decir: “por favor, apágalo”. Entonces, nadie lo prende.

La dolarización tiene el mismo efecto. Es tal el apoyo popular que genera, una vez instrumentada, que ningún político jamás se animaría a combatirla o a tratar de revertirla. Hay muchos economistas que dicen, “bueno, pero va a venir un presidente y va a salir de la dolarización”. Es imposible. Rafael Correa estuvo once años en Ecuador tratando de salir de la dolarización: no pudo. Hizo campañas en contra de la dolarización, pero la dolarización era mucho más popular que él. Hoy la dolarización en Ecuador tiene 95% de apoyo popular. Ningún político, porque se prendería fuego él mismo, estaría siquiera diciendo algo en contra de una dolarización una vez implementada. Es lo mismo que pasa con el euro en Europa, con la dolarización en Panamá, en El Salvador y en Ecuador.

Este texto se basa sobre videos publicados en pills.ar el 29 de octubre de 2025.