G8 en Genova
Por Ian Vásquez
Condonar parte de las deudas de 41 naciones pobres
fue parte de la agenda de la reciente cumbre del G-8 en Génova. Esos
países pobres han acumulado alrededor de 200 mil millones de dólares
en deuda extranjera que no pueden pagar. El presidente Bush reconoce
que la condonación es apenas un remedio pasajero, pero ninguno de
los líderes mundiales ha propuesto un plan creíble que ofrezca soluciones
a largo plazo. Por el contrario, tanto Estados Unidos como los demás
países industrializados apoyan la iniciativa de 29 mil millones de
dólares del Banco Mundial y del FMI. Bajo tal iniciativa, los países
tienen primero que instrumentar los programas de ajustes del Banco
Mundial y del FMI. Sólo después recibirían la condonación de parte
de su deuda y serían entonces elegibles para recibir nuevos créditos.
Ese plan estimularía nuevos flujos de ayuda extranjera a países altamente
endeudados, sin lograr avanzar en la implementación de políticas de
crecimiento económico. Se nos habla de una estricta condicionalidad
en futuros préstamos, pero la historia nos demuestra que eso tiene
pocas probabilidades de éxito. Después de todo, esas mismas naciones
han estado recibiendo ayuda del FMI y del Banco Mundial, bajo estrictas
condiciones, por más de 20 años. Numerosos estudios tanto del Banco
Mundial como de otros muestran que tales condiciones no han influido
en las políticas instrumentadas por los países receptores.
El dinero del FMI ha convertido en deudores adictos a muchos países.
A lo largo de 20 años, más de 70 naciones han dependido del crédito
del FMI. Y las razones de los infames resultados obtenidos ya se conocen
bien: las agencias multilaterales de crédito no pueden hacer cumplir
las condiciones que imponen, a la vez que tienen un incentivo burocrático
para seguir prestando, sin importar los resultados. No hay razón para
pensar que en el futuro los préstamos van a ser mejor utilizados.
Tampoco hay razón para creer que las condonaciones van a funcionar
mejor que en el pasado. Como lo explica el economista William Easterly
del Banco Mundial, las naciones donantes han estado condonando deudas
desde fines de los años 70 y el único resultado ha sido más endeudamiento.
Entre 1989 y 1997, a 41 de las naciones más endeudadas se les condonaron
préstamos por 33 mil millones de dólares y, sin embargo, están hoy
en un hoyo aún más profundo.
Easterley señala que, en los países más endeudados, los créditos privados
han sido virtualmente reemplazados por ayuda extranjera. De hecho,
el 96% de la deuda de estos países es con entes públicos o garantizados
por entes públicos.
Dada la complicidad de las agencias multilaterales en crear las dificultades
económicas de estos países, pensaríamos que se responsabilizaría al
Banco Mundial y al FMI por sus malos préstamos, pero estos no están
tirando a pérdida esas deudas incobrables, como lo tendría que hacer
una entidad financiera privada. Por el contrario, han creado un Fondo
Fiduciario separado, administrado por el Banco Mundial. El truco es
levantar dinero y canalizarlo a través de las naciones deudoras para
que paguen sus cuentas viejas.
Además, el Banco Mundial y el FMI están pidiendo nuevos aportes para
cubrir sus cuentas incobrables. Según el economista Adam Lerrick,
los países ricos terminarán pagando el 60% de las pérdidas en créditos
incobrables, a pesar que las multilaterales tienen suficientes recursos
para cubrirlas.
Es difícil culpar a los ciudadanos de países endeudados por los abusos
y las equivocaciones de sus gobernantes, quienes recibieron el generoso
apoyo de las multilaterales. Pero debemos tener claro que la condonación
de estas deudas será efectiva sólo si se suspende toda ayuda similar
en el futuro.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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