Elecciones en México: Los buenos y los malos

Por Juan Carlos Leal

Algunos analistas e incluso algún observador con claras simpatías por López dicen que para evitar sospechas se debe contar voto por voto, pero la Ley mexicana es muy clara: sólo se pueden abrir paquetes cuando haya irregularidades evidentes, que en la mayoría de los casos son errores. Ese conteo ya se hizo y tres veces, primero los ciudadanos contaron en las casillas, luego el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) y luego los distritos. El resultado es el mismo, gana Calderón por un estrecho márgen. ¿Qué quiere López? ¿Qué lo vuelvan a contar para hacerse de nuevo la víctima como hasta ahora lo ha hecho? No hay argumentos sino sólo acusaciones contra las instituciones y el deseo de ponerse por encima de la Ley como ha ocurrido toda su vida.

Los ataques contra el PREP se volvieron a repetir tras el tercer conteo. Lo acusan de inconsistencias y se sabe que existen errores por parte de los funcionarios de casilla. Se lo acusa también de manipulación por cómo fueron apareciendo los números el domingo pero los resultados del cómputo distrital confirma a los del PREP. Como no había que esperar otro resultado si la estadística no miente, López Obrador lo acusa de celeridad, cuando fue él quien se aceleró a decir que había ganado. También lo acusa de albazos cuando fue él quien celebró el domingo en el Zócalo. El tipo está desesperado pues ha visto que su carrera política llega a su fin, por ello quiere revancha a costa de las instituciones, los ciudadanos y la nación entera.

Por supuesto que López no es Gore y no va a aceptar lo que diga el Tribunal si el fallo no es favorable a su persona. Pero lo más grave es que ahora si salen a relucir sus verdaderas intenciones de refundar un país al estilo Chávez. No confía en las instituciones que su propio partido ayudó a crear, no confía en los ciudadanos que no votaron por él, no respeta a sus adversarios, votantes y votados que votaron mayoritariamente en su contra. Mucho se ha dicho que el país votó para que los políticos lleguen a un acuerdo y se integren las dos plataformas, pero el caso es que de la mima forma el voto indica que la mayoría del país votó en contra del proyecto de López, si sumamos todos lo votos que no fueron por su proyecto. Entonces, ¿para qué concederle el estar por encima de la Ley a un proyecto minoritario? ¿Por qué juzgar la elección por las sospechas de una minoría? Ese es el costo de ser perdedor y ser radical: las sospechas son suyas y sólo suyas, los demás partidos han aceptado la autoridad del Instituto Federal Electoral (IFE), la imparcialidad de la elección y la transparencia del proceso. Los cuestionamientos son de un solo lado, otra vez como en el desafuero, López quiere tener de rehén al país y hacerse de facto con algo que no ganó ni legalmente ni por medios democráticos. Él quiere ser como en el pasado el gran elector y ceñirse la corona él mismo.

Ya basta de seguir en la tónica de la ruptura y el maniqueísmo de la derecha mala y la izquierda buena, de los puros y los demonios. El país requiere ahora de acuerdos, muy tangibles, hay que hacer una verdadera transición desde la inoperancia política hacia las metas y objetivos claros. La primera reforma urgente es la política, la nación no aguanta más costos como el de una elección tan cerrada e incierta, por ello requiere de una reelección legislativa que haga desaparecer a los plurinominales, permita una segunda vuelta y el financiamiento de partidos, todo esto debiendo ser lo primero en la agenda. Segundo, es imperante una reforma fiscal; tercero, una reforma del sector de electricidad y energía; cuarto, una reforma laboral; quinto, una reforma educativa. No se requiere de un programa de cien días sino de un programa con visión de futuro que construya el México que pueda enfrentar la competencia y la globalización, que sea capaz de dar el salto hacia el desarrollo y que produzca riqueza para todos. Así de sencillo, ya basta de complacer las ambiciones de políticos retrógrados que le dan mal nombre al ejercicio de las virtudes públicas.

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