El orden espontáneo chino
Por James A. Dorn
El secreto del "milagro económico" chino ha sido revelado. Hablando en el Gran Salón del Pueblo, el mes pasado, el presidente Jiang Zemin declaró que el éxito de las reformas económicas de los últimos 20 años se debe a "la total adherencia a la línea básica del Partido".
Siguiendo esa lógica, el continuado éxito económico chino depende de la supervivencia del Partido Comunista y del predominio de la propiedad estatal. Totalmente falso.
China ha crecido a un ritmo de 10% anual desde 1978 porque el gobierno ha permitido el funcionamiento del mercado, dando mayor libertad económica a los individuos, y no por la estricta adhesión a la línea básica, la cual sostiene que el individuo es una pieza más en el engranaje del partido.
La realidad es que el éxito de las reformas chinas se debe a individuos valientes que buscaron librarse de la estricta planificación gubernamental y de una vida sin futuro.
Los primeros pasos fueron dados por campesinos que se sublevaron contra la coerción comunitaria, iniciando lo que Kate Xiao Zhou, autora de "Cómo los campesinos cambiaron a China", llama "el movimiento apolítico, espontáneo, no organizado, sin líderes ni ideología."
El objetivo era crear un sistema orientado por el mercado bajo el cual los campesinos lograran mayor control sobre las tierras que cultivan y poder obtener ganancias en sus intercambios voluntarios.
Fue sólo después que ese experimento espontáneo y limitado probó su éxito cuando el Partido lo sancionó. Y a medida que se fueron enriqueciendo los campesinos, ampliaron sus horizontes hacia la producción no agrícola, experimentando con un nuevo tipo de propiedad colectiva, llamada empresas de las aldeas y poblaciones.
En lugar de apoyar esta nueva forma de propiedad, los líderes del partido observaban cautelosamente su operación.
Una vez que el éxito era evidente, el partido permitió su expansión, sin prever que resultarían más eficientes que las empresas estatales.
Según Deng Xiaoping, "nuestro mayor éxito -y se trata de uno que no anticipamos- ha sido la aparición de un gran número de empresas manejadas por las aldeas y pueblos. Fue una nueva fuerza que surgió espontáneamente".
Hoy en día, el sector no gubernamental, que incluye esas empresas de las aldeas y pueblos, las inversiones extranjeras, empresas privadas y demás compañías que no dependen de subsidios estatales integran la fuerza predominante en la "economía socialista de mercado".
Ya 70% de la producción industrial proviene del sector no gubernamental. Por el contrario, la mayoría de las empresas estatales chinas pierden dinero y se están comiendo el capital. Más del 50% de los fondos de inversión del Estado van a esas empresas.
Otro ejemplo del orden espontáneo chino son las zonas económicas especiales. Estas zonas comenzaron en la costa, pero se esparcieron hacia el interior. En respuesta a la competencia, funcionarios locales permitieron que operaran antes de recibir el visto bueno del gobierno central. A medida que comprobaban su éxito, recibían la aprobación oficial.
El éxito económico chino es el resultado del trabajo duro de millones de chinos liberados para que alcanzaran sus ambiciones personales de una vida mejor. La liberación de los controles de precios hizo que surgiera el mercado, no un plan del Partido para guiar la producción y el consumo.
Ahora se le permite a la gente trabajar fuera del sector estatal y escoger su oficio, comprar de fuentes alternas, invertir y disfrutar de la aparición de nuevos productos y nuevas ideas surgidos de la liberación comercial.
La verdadera lección del "milagro económico" chino no es que el desarrollo depende de la política del Partido, sino que la libertad económica es esencial para el incremento del bienestar.
Debemos aplaudir la buena voluntad de los líderes chinos en abrir su país al resto del mundo, permitir nuevas formas de propiedad y descartar gran parte de la planificación estatal en favor de precios libres. Pero la ausencia de un compromiso claro con respecto a los derechos de propiedad, a un gobierno limitado y a seguridad jurídica enturbia el futuro de China.
Mientras el mercado siga siendo contaminado por la política del Partido y la planificación central, la corrupción seguirá ensuciando el ambiente económico chino. Los líderes chinos deben reconocer la futilidad de tratar de planificar el mercado y controlar las vidas de 1.200 millones de habitantes. Deben comprender y apreciar la naturaleza del orden espontáneo del mercado. Pero, por encima de todo, deben adoptar lo que Friedrich Hayek llamó "los fundamentos de la libertad".
Como lo ha dicho mi colega Roger Pilon, "si China va a construir sobre lo ya logrado, necesitará una constitución que no sólo tolere, sino que institucionalice las fuerzas que han logrado ese progreso".
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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