El imperio de la ley vs. el número de leyes

por Richard W. Rahn

Richard W. Rahn es Director del Center for Economic Growth y académico asociado al Cato Institute.

Es más probable que un ciudadano muera asesinado hoy que hace 100 años. Los sociólogos, criminólogos y economistas ofrecen diversas teorías para explicar el aumento del crimen en la segunda mitad del siglo XX, a pesar de todos los nuevos programas sociales, leyes y regulaciones que se instrumentaron, además del masivo crecimiento de los cuerpos de seguridad gubernamental.

Por Richard W. Rahn

Es más probable que un ciudadano muera asesinado hoy que hace 100 años. Los sociólogos, criminólogos y economistas ofrecen diversas teorías para explicar el aumento del crimen en la segunda mitad del siglo XX, a pesar de todos los nuevos programas sociales, leyes y regulaciones que se instrumentaron, además del masivo crecimiento de los cuerpos de seguridad gubernamental.

Recientemente sufrimos la peor experiencia terrorista de nuestra historia y también la mayor quiebra empresarial, causada esta, aparentemente, por la mala conducta de los administradores. La reacción a esos dos sucesos, que no tienen ninguna relación entre sí, es proponer más leyes y regulaciones. En el último siglo, miles de leyes y millones de regulaciones han sido promulgadas para protegernos de los malos y, sin embargo, no gozamos hoy de mayor seguridad.

Claro que el ataque terrorista del 11 de septiembre fue algo mucho más serio que el colapso de Enron, ya que representa un reto a la idea misma de la existencia de una sociedad libre y abierta en tiempos en que los terroristas usan armas de destrucción masiva. Sin embargo, sufrimos también de interminables comentarios tontos, como el del columnista económico Paul Krugman en el New York Times del 29 de enero: "hago la predicción que en años venideros Enron y no el 11 de septiembre será visto como un momento crucial para la sociedad de Estados Unidos". El Sr, Krugman lleva años exigiendo más regulaciones económicas. Quizá piensa que tales exigencias atenúan su hipocresía por haber aceptado 50 mil dólares de Enron "por no hacer nada", según él.

Una ley prohibiendo el secuestro de un avión para estrellarlo contra un edificio no hubiera prevenido el ataque del 11 de septiembre. La ilegalidad de estados financieros falsos y de mentir sobre la situación de la empresa no impidió la quiebra de Enron. Ambos sucesos ocurrieron en parte porque el gobierno no hizo cumplir las leyes y regulaciones ya existentes.

En el caso de los ataques terroristas, varios de los terroristas no estaban legalmente en Estados Unidos porque su estadía había expirado o porque obtuvieron las visas con declaraciones falsas. En tal sentido el Servicio de Inmigración y el FBI fallaron.

En el caso Enron, los auditores fallaron y no cumplieron con sus responsabilidades. La Comisión de Valores, reguladores gubernamentales, parecen no haber revisado ni analizado debidamente los informes recibidos de la empresa y de los auditores.

Aunque parezca extraño, más leyes y regulaciones pueden más bien promover la inseguridad, mientras que menos pueden mejorar nuestra propia seguridad. El problema es que tanto el policía como el ciudadano se pierde en ese laberinto de eterna proliferación de regulaciones. Sabemos que es imposible que una persona sepa que siempre cumple con las exigencias del Estado. Por ejemplo, nadie logra comprender totalmente el código de impuestos y, sin embargo, todos estamos supuestos a cumplirlo. La complejidad de las leyes debilita el imperio de la ley porque nadie puede entenderlas todas, por lo que su incumplimiento no necesariamente implica una sanción moral y eso promueve un cinismo destructivo respecto a la ley.

A comienzos de los 90 estuve involucrado en la transición económica de varios países de Europa oriental y pude ver la miseria producida por la ausencia de un estado de derecho. Esos países tenían leyes y regulaciones para controlar todos los aspectos de la vida humana y, sin embargo, no existía el estado de derecho. Demasiadas reglas y regulaciones les daba a los jueces y a los burócratas infinidad de oportunidades para exigir sobornos, por tratarse de un sistema arbitrario. El resultado es que la gente no respetaba la ley.

El imperio de la ley es necesario tanto para la sociedad civil como para el desarrollo económico. Jueces y jurado competentes podrían funcionar eficientemente si la única ley, más allá de la estructura gubernamental, fuera: "todos tienen el derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad y nadie tiene el derecho de arrebatarle a otro su derecho a la vida, libertad y propiedad por la fuerza física o con fraude". Fraude incluye decir mentiras. Si esa fuera la ley, los gobiernos gozarían de toda la autoridad necesaria para combatir el terrorismo y los fraudes de los ejecutivos de Enron.

El gobierno recibe docenas de millones de informes y reportes, a un altísimo costo para las empresas, pero esa cantidad misma hace que no sirvan para nada El gobierno recibió dos informes sobre los terroristas del 11 de septiembre, pero no se dio cuenta de ello hasta  varios meses más tarde. Simplemente no pueden encontrar la aguja en el pajar y el Congreso insiste en aumentar el tamaño del pajar.

La función básica del gobierno es proteger las personas y las propiedades. Esa función exige el estricto cumplimiento de unas pocas leyes y regulaciones que la gente pueda entender y, al mismo tiempo, permite una aplicación racional e inteligente de la ley. Una sociedad próspera no es el resultado de la multiplicación de leyes y regulaciones. Ocurre bajo un gobierno limitado, donde los padres enseñan a los hijos a respetar a los demás y a la propiedad ajena, además de ser sinceros en sus actos.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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