El Gobierno Federal y la reducción de daños
Jeffrey A. Miron dice que la forma más segura —y más acorde con los principios— de reducir los daños relacionados con las drogas es que Washington se abstenga de subvencionarlas o criminalizarlas.
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Por Jeffrey A. Miron
El 24 de julio, el presidente Trump firmó una orden ejecutiva que, entre otras cosas, elimina la financiación de los programas de reducción de daños. Dichos programas (servicios de jeringuillas, distribución de naloxona y tiras reactivas de fentanilo, centros de prevención de sobredosis) reconocen que se producirá un consumo de drogas de riesgo y se centran en minimizar los daños sanitarios, sociales y económicos de esos comportamientos, en lugar de abogar por la abstinencia.
Estos programas parecen generar efectos beneficiosos: los programas de intercambio de agujas reducen la prevalencia del VIH; las clínicas de inyección supervisada ahorran dinero y alivian la carga de la enfermedad en el sistema sanitario; y la distribución de naloxona intranasal en farmacias reduce las sobredosis de opiáceos.
Sin embargo, la financiación federal de la reducción de daños tiene desventajas. Esta financiación podría parecer que reduce el costo del abuso de drogas y, aunque este efecto sea menor, la percepción dificulta la política de legalización. Convencer a los votantes de que acepten el consumo de drogas por parte de otras personas es una cosa; convencerlos de que "paguen por ello" es otra muy distinta.
Al mismo tiempo, el Gobierno federal no debería impedir el apoyo estatal, local o privado a la reducción de daños. Actualmente, la ley federal prohíbe abrir centros de inyección segura o "salas de consumo" de drogas, y el Gobierno federal puede confiscar cualquier cosa "destinada principalmente" al consumo de drogas, incluidos los dispositivos de control de drogas, como las tiras reactivas de fentanilo.
El enfoque adecuado para la reducción de daños es la legalización. Al eliminar los mercados clandestinos, se reduce el incentivo para que los traficantes mezclen sus sustancias con fentanilo, al tiempo que se permite a los consumidores protegerse a sí mismos a través de canales legales. La legalización permitiría la compra segura de agujas, reduciendo la transmisión de enfermedades por el intercambio de agujas. Y aunque algunos afirman que la legalización de las agujas aumenta las sobredosis de drogas, investigaciones recientes concluyen lo contrario. Por último, la legalización reduce los numerosos males de los mercados clandestinos, como la violencia y la corrupción.
En resumen, la forma más segura —y más acorde con los principios— de reducir los daños relacionados con las drogas es que Washington se abstenga de subvencionarlas o criminalizarlas y, en su lugar, permita que las decisiones individuales y los mecanismos privados equilibren los daños y los beneficios del consumo de drogas.
Este artículo apareció en Substack el 14 de agosto de 2025. Jonah Karafiol, estudiante de la Universidad de Harvard, es coautor de este artículo.