El alto costo de la vivienda

Por Carlos A. Ball

Con cierta frecuencia escuchamos preocupación por el alto costo de la vivienda, una inquietud justificada dado que las familias de bajos ingresos confrontan grandes dificultades en adquirir su casa o apartamento y, como bien decía el psicólogo suizo Carl Jung, "ser dueño de tierra es sicológicamente importante y no tiene sustituto..."

Contrario a la creencia popular, la burocracia gubernamental-mucho más que la avaricia de terratenientes y constructores-es la gran enemiga de que la gente pobre tenga techo propio. En América Latina, los pobres viven en villas míseras, en terrenos pertenecientes a la nación, mientras que varias generaciones de gobernantes no han hecho nada por traspasar esas propiedades a los ocupantes, lo que bien podría hacerse a precios nominales, extendiendo créditos a largo plazo. Así, de un plumazo, decenas de millones de ciudadanos se convertirían de la noche a la mañana en propietarios de su ranchito o "favela". Al nuevo propietario se le abren entonces infinitas posibilidades: puede mejorar la calidad de su vivienda-sabiendo que las mejoras las gozará su familia-y hasta puede pedir prestado, con la garantía de su nueva propiedad, para comenzar algún negocio propio.

Pocos gobernantes han hecho más por los pobres de su país que la Sra. Thatcher y quizás por eso mismo es tan odiada por los socialistas. Al comienzo de su mandato confrontó el problema que los alquileres que la gente pagaba en las viviendas gubernamentales no cubrían ni siquiera los gastos de mantenimiento. Como sucede en todas partes, esas viviendas comunales se deterioran rápidamente, atraen a delincuentes y los inquilinos viven eternamente descontentos. La Sra. Thatcher tuvo la brillante idea de venderlas a los inquilinos a precios módicos. Eso resultó en un ahorro considerable para el gobierno y la mejora automática de la calidad de vida y del ambiente en los barrios pobres de Gran Bretaña. Gente que jamás había tenido incentivo alguno para cuidar el edificio donde vivía, se convirtió de la noche a la mañana en severos guardianes de su propiedad.

Las ciudades de Estados Unidos donde la vivienda es más cara y escasa son aquellas como Nueva York y San Francisco donde la mano peluda del gobierno ha desplazado a la mano invisible del mercado imponiendo control de alquileres. La explicación es muy sencilla: la gente actúa racionalmente. Cuando los hijos se van, los padres generalmente buscan una vivienda más pequeña. Pero si gozan desde hace años de un alquiler fijado por las autoridades, se quedarán allí por el resto de sus vidas. Y toda nueva construcción será de viviendas de lujo, no reguladas. Eso destruyó a barrios inmensos como el Bronx, donde a lo largo de décadas los propietarios abandonaban sus edificios porque sus ingresos no cubrían el costo del mantenimiento.

En la Florida, la explosión de requisitos y permisos para la construcción de vivienda ha disparado su costo. Latinoamericanos amigos que tenían empresas de construcción en sus países de origen me cuentan que en Miami sufren los mismos males y que la "permisología" es aquí tan absurda, lenta y costosa como la que antes confrontaban en su patria.

Los políticos suelen creer que cada nueva regulación o licencia que inventan va a beneficiar al público. Lo que invariablemente sucede es que aumenta el precio que el consumidor tiene que pagar por el mismo producto o servicio. Donde aumenta la intervención estatal aumentan más los precios. La vivienda y la medicina son los sectores donde más han metido la mano los políticos y donde los precios aumentan considerablemente por encima de la inflación.

En la vivienda, como en casi todo lo que nos rodea, cuando la libre oferta y demanda es intervenida por la fuerza estatal, salimos perjudicados. La oferta de terrenos en el sur de la Florida ha sido drásticamente restringida por zonificaciones y la designación de inmensas áreas en beneficio de caimanes, culebras y demás alimañas que viven en los pantanos. Pero esa es otra historia.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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