Ecuador: Evidencia contra el proteccionismo
Gabriela Calderón de Burgos indica que hay abundante evidencia de que el proteccionismo y la política industrial no afectan de manera positiva el desarrollo económico de países en vías de desarrollo o desarrollados.
Por Gabriela Calderón de Burgos
Los partidarios de las restricciones comerciales dicen que lo que el gobierno hace al limitar nuestra libertad para elegir como consumidores —teniendo menos opciones y productos y servicios artificialmente más caros— es “por nuestro propio bien” pues se desarrollarán un sinnúmero de industrias nuevas y todo un paraíso prometido. No obstante, ¿hay evidencia empírica que respalde esas expectativas?
Deepak Lal de la Universidad de California en Los Ángeles realizó un compendio de la evidencia acerca de los efectos de diversas políticas de restricción comercial y política industrial sobre el desarrollo económico.1 Sobre la política industrial que pretende fomentar las industrias infantiles, un estudio de 2009 que analizó los efectos en varias industrias concluyó que “la evidencia existente sugiere que la protección está motivada por consideraciones de un arancel óptimo, para generar ingresos fiscales, o para proteger intereses especiales”.
Todavía otro estudio sobre el impacto del proteccionismo comercial de Corea del Sur en la productividad total de los factores concluyó que para el periodo entre 1963-83, la protección comercial en la forma de barreras arancelarias o no arancelarias tiene una relación negativa con la tasa de crecimiento de la productividad total de los factores y de la productividad laboral. Estos datos llevaron al autor de este estudio a afirmar que “menos intervención en el comercio está relacionada con un mayor aumento en la productividad”. Otro estudio concluye que no hay relación entre la política industrial y el aumento de la productividad total de los factores en los casos de Japón y Corea del Sur.
Lal además cita estudios que analizaron el fracaso de la política industrial en países como Ghana, Madagascar, Brasil y México. Finalmente, Lal asevera “Promover la consecución de políticas así de malas solamente porque teóricos ahora han podido vestir los argumentos teóricos de la vieja y desacreditada ‘economía de desarrollo’ en algo de álgebra es no solamente infantil sino malvado —dado el alto costo que deben sufrir las personas pobres que son sujeto de estos experimentos”.
Tampoco es contundente el argumento de que porque un país desarrollado lo hace, estaría bien que nosotros lo hagamos. Es cierto que EE.UU. tiene y ha tenido a lo largo de su historia restricciones comerciales y cierto grado de intervención para promover determinadas industrias. Pero su riqueza se logró a pesar de ellas. Por ejemplo, las cuotas para la importación de acero establecidas en EE.UU. en marzo de 2001, mientras que protegieron 3.700 empleos en la industria de acero, se estima que causaron la pérdida de 19.000 a 30.000 empleos en las industrias que utilizan acero.
Varios funcionarios del gobierno hablan como si la política industrial y el uso de restricciones comerciales es algo indiscutiblemente positivo. Estos representantes del gobierno suelen hablarnos desde las alturas de un pedestal en el que ellos mismos se han puesto porque creen que se lo merecen por haber aprendido a hablar con expresiones rebuscadas, repetir clichés de vieja data, y todo lo demás que ellos creen que los hace merecedores del membrete “académico” o “experto”. Pero una característica de la academia es saber que nunca hay últimas palabras. Existe una voluminosa bibliografía que apunta a que lo que están haciendo en materia de política comercial e industrial no tiene sentido.
Este artículo fue publicado originalmente en El Universo (Ecuador) el 18 de marzo de 2014.
Referencias:
1. Lal, Deepak. Poverty and Progress. 2013. Cato Institute.
Lal, Deepak. Reviving The Invisible Hand: The Case for Classical Liberalism in the Twenty-First Century. 2006. Princeton University Press.