¿Dolarizar o privatizar la moneda en Argentina?

por George A. Selgin

George A. Selgin es Profesor de Economía de la Universidad de Georgia y, Académico del Cato Institute.

Argentina está en apuros, y si no escapa de la recesión actual sus finanzas se seguirán deteriorando, obligando al gobierno a incurrir en el incumplimiento de sus deudas. Pero las altas tasas de interés impiden la recuperación la prima de la tasa comercial se encuentra en 25 por ciento para préstamos en dólares y en 41 por ciento para pesos.

Por George A. Selgin

Argentina está en apuros, y si no escapa de la recesión actual sus finanzas se seguirán deteriorando, obligando al gobierno a incurrir en el incumplimiento de sus deudas. Pero las altas tasas de interés impiden la recuperación la prima de la tasa comercial se encuentra en 25 por ciento para préstamos en dólares y en 41 por ciento para pesos.

La escasez general de crédito en el país, y la prima de las tasas en pesos, reflejan el miedo de los inversionistas de que Argentina devalúe el peso. A pesar de que Argentina tiene una caja de conversión que amarra el peso al dólar a un cambio de uno a uno, y tiene más reservas de dólares que los pesos que hay en circulación, la devaluación sigue siendo una seria amenaza. Esto no se debe a que el Banco Central Argentino se pueda quedar sin reservas, sino a que el gobierno puede ceder a la tentación de ir más allá con sus recientes esfuerzos por subsidiar a exportadores con una tasa preferencial y abandonar intencionalmente su sistema de convertibilidad. Dado que las autoridades monetarias gubernamentales no pueden ser demandadas, no sufren las mismas consecuencias que los bancos comerciales sufren cuando rompen sus promesas.

La dolarización oficial se desharía completamente de los pesos, reduciendo substancialmente las tasas activas de los bancos y la falta de crédito, ayudando a resucitar su economía. Por supuesto, el gobierno argentino todavía podría caer en mora con sus préstamos en dólares, pero un sistema financiero dolarizado desenredaría la credibilidad del gobierno de la de los prestamistas privados, permitiendo que éstos se beneficien de su buen crédito. Esta es la razón por la que el incumplimiento del gobierno panameño durante la crisis latinoamericana de principios de los 1980 no llevó las tasas de préstamos en la economía dolarizada de panamá a niveles demasiado altos.

Pero la dolarización tiene sus desventajas. Privaría a la economía argentina del señoreaje (la ganancia que obtienen los bancos centrales al usar sus propias notas impresas debido a la diferencia entre el valor y el costo de producción de un billete), al comprar activos que paguen intereses; el gobierno argentino recibe aproximadamente US $600 millones emitiendo pesos. La dolarización transferiría ese señoreaje a la Reserva Federal estadounidense. Aunque US $600 millones parezca poco comparado con la economía argentina de US $265 millones, todavía es un precio alto para una importación-papel moneda-que puede producirse en casa, y a un precio que quienes se oponen a la dolarización enfatizan. Además, la oferta de dólares sólo respondería imperfectamente a cambios rutinarios en la demanda, pues la moneda extra tendría que venir de las reservas limitadas de los bancos.

¿Podría Argentina disfrutar de los beneficios de la dolarización sin estos costos? Si, permitiendo que los bancos privados del país emitan sus propias notas denominadas en dólares. Los bancos tendrían que redimir, a la vista, sus billetes en dólares de la Reserva Federal, y eso sería suficiente para hacer que las notas fueran tan seguras como depósitos en dólares. Y, Argentina no tendría que ceder su señoreaje a la Fed; aunque el Banco Central Argentino no recibiría las ganancias, éstas permanecerían en el país. Los primeros beneficiarios serían los bancos, pero gracias a la competencia pasarían en última instancia a los clientes a través de préstamos más baratos y mejores servicios. Incluso, los bancos podrían ofrecer pagar intereses a los portadores de sus notas en la forma de billetes "premiados".

De acuerdo con algunas estimaciones, el público argentino ya tiene cerca de US $17 billones en notas de la Reserva Federal, lo que hace un total de más de US $30 billones entre pesos y dólares. Si los bancos comerciales de mayor importancia en Argentina persuadieran al público a usar US $30 billones de sus propias notas circulantes en lugar de los papeles extranjeros o domésticos, podrían expandir sus préstamos e inversiones casi en la misma cantidad (permitiendo que se mantengan reservas en dólares). Las tasas, por lo tanto, bajarían considerablemente.

Permitir que los bancos emitan su propia moneda puede parecer extremista, o al menos novedoso, pero no lo es. Muchas firmas financieras ya emiten cheques de viajero, que se asemejan a la moneda aunque no pueden pasar de mano a mano sin ser endosados. En Escocia y Hong Kong, los bancos comerciales de hecho emiten papel moneda y lo han hecho durante un siglo o incluso más, manteniendo registros implacables de honrar sus promesas. ¿Cuántos de los bancos centrales alrededor del mundo pueden decir lo mismo?

Antes del siglo XX, los bancos comerciales emitían sus propias notas en la mayoría de los países. En muchos casos los gobiernos interfirieron en el sector privado porque querían parte de las ganancias, no porque el sector privado estuviese trabajando mal. Sistemas fuertes de moneda privada como el canadiense o el escocés sufrieron muy pocas caídas que lastimaran a los depositantes o portadores de notas. Otros sistemas eran menos confiables, no porque fueran privados son por malas regulaciones. Por ejemplo, antes de la Guerra Civil en los Estados Unidos, las restricciones en contra de sucursales evitaron que los bancos se diversificaran y se capitalizaran, provocando que notas emitidas en una parte del país tuvieran menos valor nominal en otras regiones. Aún así, los registros de los sistemas débiles de moneda privada se ven bien comparados con los de la mayoría de los monopolios gubernamentales que los reemplazaron.

Muchos de los bancos comerciales de Argentina son fuertes, gracias a una política que permite la libre entrada de firmas bancarias globales; pero incluso los bancos fuertes de Argentina están sufriendo por los temores de una devaluación. Si no existiera un peso que devaluar, es decir, si el Banco Central de Argentina redimiera todos los pesos circulantes haciendo uso de sus reservas de dólares, se aliviaría a los bancos de esta debilidad. Los más fuertes debieran ser capaces de hacer circular sus notas, así como han logrado convencer a la gente de que confíe en ellos sus depósitos en dólares. Es del Banco Central de quien desconfía la gente, no del papel moneda en sí.

Si las autoridades argentinas dudaran de esto, podrían permitir que su banco central siga emitiendo sus propias notas denominadas en dólares, pero sin carácter oficial, para que el público no esté obligado a recibirlo y los bancos no puedan usarlas como reservas. De esta manera, el público podría decidir por sí mismo si confía más en el papel emitido por el gobierno que en el del Citibank, el Deutsche Bank o el HSBC.