Desarrollo económico y libertad: El legado de Peter Bauer

por James A.

Por James A. Dorn

Este ensayo fue publicado originalmente en el Cato Journal Vol. 22, N° 2 (otoño 2002). También puede leer este documento en formato PDF aquí.


Un Héroe de la Revolución de Mercado

La muerte de Peter Bauer el 2 de mayo del 2002 a la edad de 86 año marcó el deceso de un excelente economista y un héroe de la revolución de mercado que ha barrido el globo. En reconocimiento por su trabajo pionero en la economía de desarrollo y su compromiso vitalicio a los principios de una sociedad libre, Bauer fue la primera persona en ser galardonada con el Premio Milton Friedman al Avance de la Libertad, un premio de $500.000 presentado cada dos años por el Cato Institute. Bauer recibió el premio de manera póstuma el 9 de mayo durante la celebración del XXV aniversario del Cato Institute. En la ceremonia, Milton Friedman expresó su admiración por Bauer con estas palabras: "Hay pocas cosas más importantes que honrar a quienes han promovido la libertad alrededor del mundo, y Peter se merecía ese premio. Amigo mío durante 50 años, fue siempre consistente y persistente en la presentación de ideas que no eran populares, pero sí correctas".

Durante años, Bauer luchó en contra de los llamados expertos en desarrollo que veían a la planificación centralizada, al proteccionismo y a la ayuda externa como prerrequisitos para el avance económico. El colapso del comunismo en los países del bloque soviético en 1989 y en la Unión Soviética en 1991, y el fin de la planificación centralizada en China y otros países en vías de desarrollo, fueron los momentos definitivos del siglo XX desde una perspectiva de libre mercado. Esos eventos, en parte, han vindicado el trabajo de vida de Bauer.

Pieter Tamas Bauer nació en Budapest el 6 de noviembre de 1915. Asistió a la famosa Scholae Piae y luego estudió derecho en la Universidad de Budapest. En 1934 partió hacia Inglaterra y fue admitido a Gonville and Caius College, Cambridge, donde estudió economía y se graduó en 1937. Bauer entonces regresó a Hungría para completar sus estudios de derecho y servir en el ejército. En 1939 volvió a Inglaterra para trabajar en Londres con Guthrie & Company, una casa mercantil que tenía negocios en el Lejano Oriente. Bauer empezó su carrera académica en 1943 en la Universidad de Londres, en donde primero fue investigador y luego catedrático de economía agrícola. En 1948 se trasladó a Cambridge University y permaneció ahí hasta 1960; el resto de su distinguida carrera académica lo pasó como profesor en el London School of Economics. En 1982 recibió de manera vitalicia el título nobiliario de Lord Bauer of Market Ward. También fue nombrado miembro de la Academia Británica y de la Mont Pélerin Society.[1]


El Fin y el Criterio del Desarrollo: Extendiendo las Opciones del Individuo

Para Bauer, la esencia del desarrollo es la expansión de las opciones individuales y el papel del Estado es proteger la vida, libertad y propiedad para que los individuos puedan seguir sus propios deseos y metas. Gobierno limitado, no planificación centralizada, fue siempre su lema. En 1957, Bauer escribió lo siguiente en Economic Analysis and Policy in Underdeveloped Countries (Análisis y Política Económica en los Países Subdesarrollados):

Yo veo la extensión del rango de opciones, es decir, el incremento en el rango de alternativas efectivas abiertas a la gente, como el principal objetivo y criterio del desarrollo económico; y juzgo una medida basándome primordialmente en sus efectos probables sobre el rango de alternativas que presenta a los individuos... La acogida de este objetivo significa que le doy importancia, significado, y valor a los actos individuales de tomar decisiones y valoraciones, incluyendo la preferencia individual entre el tiempo futuro y el presente. (Bauer 1957: 113).

Luego dijo que su posición "ha sido influenciada en gran parte por mi aversión a políticas o medidas que probablemente incrementen el poder del hombre sobre el hombre; es decir, que incrementen el control de grupos o de individuos sobre su prójimo".

La visión de Bauer del desarrollo económico como un proceso consistente con, y dependiente de, la propiedad privada y la libertad de hacer contratos lo colocó firmemente en la tradición de los liberales clásicos. Su adherencia a los principios de libre comercio y pueblos libres reflejó su profundo respeto por la dignidad, racionalidad y capacidad de la gente pobre alrededor del mundo.

Si el desarrollo económico ha de ser maximizado, entonces la libertad debe ser maximizada, lo cual significa que la coerción debe ser minimizada. Para lograrlo, los poderes del gobierno deben limitarse a la protección de las personas y la propiedad. Entonces la gente será libre de escoger y expandir sus opciones, siempre y cuando respeten los derechos iguales de otros. Las reglas del juego eran importantes para Bauer porque ayudan a definir las opciones presentadas ante los individuos. Mucho antes de que se pusiera de moda, Bauer aplicó la teoría de derechos de propiedad y opción pública al campo del desarrollo económico.

El orden espontáneo del mercado es consistente con la libertad. Cualquier incremento en el alcance del intercambio del mercado naturalmente incrementa el rango efectivo de las alternativas abiertas a los individuos. De igual forma, cualquier restricción a la libertad económica reduce el rango efectivo de alternativas abiertas a los individuos e impide el desarrollo, como era entendido por Bauer. Tanto ricos como pobres se benefician de la libertad económica. Cuando la ley resguarda los derechos de propiedad privada, la gente se especializará en el manejo de sus posesiones y en la propensión al riesgo, los mercados florecerán y los intercambios voluntarios serán mutuamente beneficiosos.

En su ensayo titulado "El Orden del Mercado y la Planificación Estatal," Bauer (1984: 25) escribe que:

El orden del mercado minimiza el poder de los individuos y grupos para restringir forzosamente las opciones de otra gente. La restricción forzosa de las opciones de otros es lo que se define como coerción. La posesión de riqueza no confiere por sí sola el poder a los ricos. De hecho, en las economías modernas de mercado, los ricos—especialmente los muy ricos—usualmente deben su prosperidad a actividades que han ampliado las opciones de su prójimo, incluyendo las de los pobres.

Según Bauer, los pobres se benefician de la libertad de escoger para quién y dónde trabajar, a diferencia de las economías planificadas en donde los trabajadores no tienen esa libertad. El poder en manos de autoridades del gobierno es más peligroso que el dinero en manos de gente rica. La restricción del flujo de capitales y de transporte también daña a los pobres. Es por eso que Bauer (1984: 26-27) enfatiza que "en el Tercer Mundo, al igual que en Occidente, la extensión de las oportunidades presentadas por el mercado ha sido y es de gran importancia para los pobres"; "la pobreza no es lo mismo que la falta de libertad en el sentido de estar sujeto a la coerción de otros"; y "un orden de mercado es una condición necesaria para la libertad personal".

Bauer se enfoca en el proceso del desarrollo, medido por la extensión de la libertad económica, no en el crecimiento del ingreso nacional. Claro que ambos están relacionados, pero hay diferencias importantes. Una economía planificada centralmente puede tener una tasa alta de crecimiento económico (ignorando problemas de medición), pero la gente no es libre de escoger; un gobierno opresivo limita su rango de alternativas efectivas. Ese aspecto del desarrollo no puede ignorarse, afirma Bauer (1957: 125-26).

En resumen, lo que realmente le importa a Bauer es la libertad de escoger, incluyendo la libertad de decidir cuánto ahorrar e invertir: "El derecho de alguna gente de forzar a otros a que se desarrollen no es evidente por sí mismo, particularmente cuando un rango creciente de opciones, de acceso a alternativas, es visto como el principal beneficio del desarrollo económico". (1957: 122).

Si a la gente se le respeta su libertad de escoger, sus derechos de propiedad deben ser protegidos por la ley. Bauer hizo mucho énfasis en la primacía de la propiedad en un orden liberal de mercado y en el proceso de desarrollo. La transición de la subsistencia al intercambio requiere de un sistema legal que provea títulos de propiedad seguros, haga cumplir contratos, y adjudique justa y eficientemente las disputas. Bauer tenía claro que las restricciones a la propiedad privada erosionan no sólo la libertad económica, sino también la libertad personal.

En su estudio de la industria del caucho malayo en 1948, Bauer criticó las prácticas restrictivas del gobierno colonial que evitaban la adquisición de tierra por parte de productores pequeños. Veía la negativa a alienar tierra para la producción de caucho como algo particularmente dañino para el productor pequeño y disruptivo socialmente:

La producción de caucho es una industria en donde aparte de la restricción estatutaria, el hombre pequeño podía hasta hace poco empezar por su propia cuenta y asegurarse un ingreso decente e independiente, con la posibilidad de subir a niveles más altos; antes de la prohibición a las nuevas plantaciones y a la alienación de la tierra para el cultivo del caucho, estos peones agrícolas frecuentemente llegaban a ser productores de mediana y pequeña escala. Si no fuera por la restricción casi ininterrumpida de los últimos veinticinco años, hoy habría menos trabajadores sin tierra en Malaya y muchos más dueños de pequeñas plantaciones. Esto conduciría a la estabilidad social del país. La política actual de dar apoyo a la producción basada en grandes fuerzas laborales extranjeras y de prevenir la extensión de la posesión privada de la tierra por parte de individuos está fomentando directamente el crecimiento de movimientos políticos extremistas. (Bauer 1948a: 87).[2]

En una época en la que la mayoría de los "expertos" en desarrollo apoyaban medidas anti-mercado y estatales, Bauer se encontraba muy por delante de su tiempo en el reconocimiento de la importancia de la libertad económica—especialmente derechos de propiedad—como un determinante clave del desarrollo económico así como de la libertad personal.


La Quimera del Desarrollo Guiado por el Estado

El desarrollo guiado por el Estado es una fantasía imposible o ilusa, una quimera. Una vez que el poder del gobierno va más allá de su papel legítimo de proteger a las personas y a la propiedad, la libertad perderá terreno. Las alternativas abiertas a los individuos estarán considerablemente restringidas en comparación con un orden liberal constitucional basado en el gobierno limitado y los derechos privados de propiedad. Lo que importa para Bauer (1957: 113) es "el proceso por el cual el desarrollo es promovido". Un proceso espontáneo de libre mercado que amplía la opción individual es el verdadero significado del desarrollo. Una política de desarrollo guiada por el Estado que niega a los individuos la libertad de tomar sus propias decisiones es tan sólo un seudo desarrollo.

Dada su visión de lo deben ser que el fin y el criterio del desarrollo, Bauer reaccionó fuertemente ante los promotores de la planificación centralizada. Estudió minuciosamente los argumentos de la planificación y expuso las falacias de los expertos en desarrollo que argumentaban que los pobres eran incapaces de salir por sí mismos de la pobreza debido a fallas del mercado.


El Atractivo de la Planificación Centralizada

Bajo la planificación económica centralizada, la toma de decisiones por parte del gobierno desplaza la toma de decisiones privada. Por esa razón, dice Bauer (1978: 185), "la planificación es especialmente atractiva para políticos, intelectuales y administradores, ya que crea posiciones de poder que miembros de estos grupos esperan ocupar, con las ventajas políticas, emocionales y financieras que implican". Más aún, la planificación atrae a la gente porque equivocadamente perciben el sistema de mercado como "irracional y confuso", mientras que la planificación aparenta estar "basada en la metodología, la razón y la ciencia." La tercer razón que Bauer da sobre el atractivo de la planificación es su unión al "todo poderoso y mesiánico credo del marxismo-leninismo".

La idea de que planificadores socialistas pueden solucionar el problema de la pobreza mejor que el libre mercado fue generalmente aceptada en el Tercer Mundo hasta hace poco. Y los principales promotores de la idea fueron los expertos Occidentales en desarrollo. En 1957, Paul A. Baran, un respetado economista de Stanford University escribió que "El establecimiento de una economía socialista planificada es una condición esencial, de hecho indispensable, para el alcance del progreso económico y social en los países subdesarrollados" (Baran 1957: 261). Un año antes, Gunnar Myrdal había escrito que "los asesores especiales de los países subdesarrollados que se han tomado el tiempo para conocer el problema... han recomendado la planificación centralizada como la primera condición para el progreso" (Myrdal 1956a: 201). Esa mentalidad socialista y la visión de desarrollo guiado por el Estado estaban tan integradas que en 1985, tras años de fracaso, el Primer Ministro de la India, Rajiv Gandhi, escribió:

Aunque existe un problema en la colección, coordinación, clasificación y análisis de la tremenda cantidad de información necesaria para la planificación del desarrollo en el ámbito nacional, la solución tal vez yace en mejorar las herramientas de colección y análisis de los datos, y no en el abandono de los esfuerzos de planificación.[3]

Hoy, incluso el Banco Mundial (1997: 1-2) admite que la noción de que "buenos asesores y expertos técnicos formularían buenas políticas, que podrían ser luego implementadas por buenos gobiernos para el bien de la sociedad" era ingenua. "Los gobiernos se embarcaron en planes caprichosos. Los inversionistas privados, al carecer de confianza en las políticas públicas o en la integridad de los líderes, se abstuvieron. Los gobernantes poderosos actuaron arbitrariamente. La corrupción se volvió endémica. El desarrollo fracasó y la pobreza perduró". Tal y como Bauer lo había predicho.


Planificación Centralizada y Libertad

La planificación centralizada extiende el poder del Estado al convertir al gobierno en el supervisor que dicta todo aspecto de la vida económica. Cuando la gente sólo tiene un empleador, cuando carece de derechos de propiedad y no tiene mercados privados para intercambiar bienes y servicios, cuando no tiene opciones para invertir, y cuando el libre comercio es un crimen, el espacio para el desarrollo humano es minúsculo. Todas las decisiones económicas se politizan y la corrupción se vuelve común. Como dijo Bauer (1976: 84), "Al continuar y extender el control estatal sobre las vidas de la población, la planificación centralizada refuerza la sumisión del individuo a las autoridades. Tal desarrollo desmotiva la autosuficiencia, la previsión personal para el futuro, la curiosidad sostenida y un marco mental propenso a la experimentación".

El objetivo de los planificadores de desarrollo no era sólo controlar la economía sino controlar a la gente y rehacer la sociedad. De hecho, Bauer nos dice (1976:188) que la tesis principal de Myrdal era que "la conducta personal y las actitudes sociales han de ser reestructuradas en el interés, o al menos el interés declarado, de ingresos per cápita más altos". A los pobres no se les podía confiar la libertad: se asume que el futuro les es indiferente y que no responden a los precios del mercado. Por lo tanto, por su bien, hay que tratarlos como peones en un tablero de ajedrez con el que juegan los iluminados planificadores. Esa mentalidad anti-mercado perturbó a Bauer. Él no veía a los pobres como "ladrillos sin vida que han de ser movidos por un constructor maestro" (Bauer 1984: 5). Los pobres no son indiferentes hacia su futuro ni apáticos a los incentivos del mercado. Si se les da libertad y responsabilidad, la gente pobre es muy capaz de sacarse a sí misma y a sus familias de la pobreza.


La Mentalidad Anti-Mercado de los Expertos de Desarrollo

La letanía de los expertos de desarrollo era "el círculo vicioso de pobreza", del cual los pobres no podían escapar sin la asistencia de planificadores centrales y ayuda externa. El ahorro obligatorio, políticas comerciales proteccionistas, agencias oficiales de mercadeo, producción e inversión dirigidas por el Estado, y transferencias de gobierno a gobierno eran la norma. Bauer (2000: 6) argumentó lo contrario: "Tener dinero es el resultado de los logros económicos, no su precondición... La verdad es que si la noción del círculo vicioso de pobreza fuese cierta, la humanidad jamás hubiese salido de la Edad de Piedra".

La experiencia de Bauer en Malaya (hoy Malasia) a finales de los cuarenta y en África Occidental lo llevó a reconocer la importancia de los esfuerzos individuales por parte de pequeños terratenientes y comerciantes en la transición de la subsistencia a niveles de vida más altos. Como escribió en The Development Frontier (La Frontera del Desarrollo),

Una infraestructura desarrollada no fue una precondición para el surgimiento de grandes cosechas rentables en el Sureste de Asia y en África Occidental. Como ha sido a menudo el caso en otros lugares, las facilidades conocidas como infraestructura fueron desarrolladas a medida que la economía se expandió... Lo sucedido fue en gran medida el resultado de respuestas voluntarias individuales de millones de personas a oportunidades emergentes creadas en gran parte por contactos externos, y que fueron puestas a su atención de maneras variadas, primariamente a través de la operación del mercado. Estos avances fueron posibles gracias a gobiernos firmes pero limitados, sin grandes gastos de fondos públicos y sin recibir grandes donaciones externas (Bauer 1991: 190-91).

Bauer fue uno de los primeros en ver claramente que el verdadero problema de los países subdesarrollados no es un fracaso del mercado sino del gobierno—es decir, el fracaso del gobierno en la protección de los derechos de propiedad, cumplimiento de contratos y en dejar a los mercados funcionar libremente:

La literatura del fracaso del mercado ha sido usada en gran parte como una colección de palos con la cual se golpea al sistema de mercado. Los críticos que proponen reemplazar el sistema de mercado con decisiones políticas rara vez consideran temas cruciales como la concentración del poder económico en manos políticas, las implicaciones de la restricción de opciones, los objetivos de los políticos y administradores, y la calidad y extensión del conocimiento en una sociedad y sus métodos de transmisión. (Bauer 1984: 30).

La politización de la vida económica, la pérdida de libertad, y el daño hecho a la sociedad civil bajo la planificación económica son ahora bien conocidos. Por esta razón finalmente se está prestando atención a la naturaleza de las instituciones y al papel del gobierno en la fomentación de procesos espontáneos de mercado. Como notó el Banco Mundial (1997: 1), "La intervención dirigida por el Estado enfatizó fallas del mercado y le asignó al Estado un papel central en su corrección. Pero las suposiciones institucionales implícitas en esta cosmovisión fueron, como podemos darnos cuenta hoy, demasiado simplistas".

Bauer (1978: 184) apunta a "la creencia de que los controles económicos son necesarios para proteger a la gente de los riesgos del mercado, especialmente de las fluctuaciones de precios de las cosechas de exportación". Para reducir ese riesgo, muchos países menos desarrollados (PMDs) en Asia y África establecieron monopolios gubernamentales con el derecho exclusivo de comprar cosechas para la exportación. Los agricultores recibían precios menores a los del mercado por sus cosechas y los monopolios estatales de exportación capturaban las ganancias. El gravamen resultante sobre los ingresos de los agricultores "retardó la expansión de la economía de intercambio y restringió el volumen de ahorro privado, inhibiendo la emergencia de una clase capitalista local". En vez de reducir los riesgos para los agricultores, los controles incrementaron el riesgo al politizar la vida:

Los controles estatales no han asegurado la estabilidad en un sentido significativo para los agricultores o para otros agentes económicos sujetos a ellos. Tanto los controles y la consecuente politización de la vida involucran peligros mucho más severos y menos predecibles que los de los mercados. Después de todo, si los precios agrícolas fluctúan, es posible para los productores (o, en tal caso para los gobiernos) hacer a un lado reservas. Ante la revocación de una licencia, la confiscación del ingreso o la propiedad, o la deportación, no existe tal protección. (Bauer 1978: 185).

Quienes critican al mercado por sus imperfecciones no consideran que "los participantes del mercado son personas. Los seres humanos y sus arreglos no pueden ser infalibles" (Bauer 1984: 29). La suposición implícita de los pesimistas del mercado es que la gente en el gobierno es de alguna manera mejor que la gente que participa dentro del mercado. Sin embargo, como advierte Bauer, la gente en el gobierno tiene el poder de coercer, algo que los participantes del mercado no tienen: "En años recientes los detractores del orden del mercado han hecho un gran escándalo de los casos de presión política o fraude por parte de los participantes del mercado. ¿Tendríamos una mejor sociedad si más gente con esos hábitos estuviese en el gobierno y por lo tanto contara con el poder coercitivo que éste implica?"

Algunos critican al mercado porque no trae el progreso material tan rápido como ellos quisieran. Pero Bauer (1984: 29) enfatiza que:

El no garantizar el progreso material no es un defecto del mercado, mucho menos el que no garantice satisfacción o felicidad. Un corolario de los arreglos voluntarios es que le permiten a la gente permanecer sin ambiciones o considerar que el costo de la mejoría económica es excesivo, si así lo desean. El orden de mercado les permite dedicarse a lo que ellos quieran.

La mayor crítica al mercado es que conlleva a desigualdades en la distribución del ingreso y de la riqueza. Bauer respondió de frente a esas críticas. Primero, hizo una distinción entre "desigualdad" y "diferencias", dando preferencia al último término ya que es más analítico y menos emotivo. La gente difiere con respecto a sus habilidades, carácter y conducta; estas diferencias resultan en ingresos y niveles de riqueza distintos. Segundo, en el orden del mercado uno se hace rico sirviendo las necesidades de otros—es decir, satisfaciendo las preferencias de los consumidores. Usualmente le va mejor a los individuos que dirigen recursos a usos más valorados que a quienes hacen lo contrario.

Tercero, hay dos maneras para alcanzar ingresos más altos: a la fuerza o a través de intercambios voluntarios. El orden del mercado se respalda sobre la igualdad ante la ley y el gobierno limitado; al usar al gobierno para realizar transferencias forzosas se violan los derechos de propiedad y se atenúa la libertad económica. La justicia, entendida propiamente, requiere de un gobierno limitado, no de un Estado redistribuidor. Por lo tanto, los críticos del mercado ponen de cabeza la justicia. No son los empresarios exitosos en las economías Occidentales de mercado quienes explotan a los pobres del Tercer Mundo, sino sus propios gobiernos corruptos.[4]

Dado que los intentos de los gobiernos por eliminar las diferencias en el ingreso ("desigualdad") necesariamente requieren del uso de la fuerza, Bauer (1981: 8) vio "una contradicción subyacente en el igualitarismo en las sociedades abiertas". De hecho,

En una sociedad abierta y libre, la acción política que deliberadamente se dirige a la minimización o eliminación de las diferencias económicas (es decir, diferencias en el ingreso y la riqueza) requeriría una coerción tan amplia que la sociedad dejaría de ser libre y abierta. La búsqueda exitosa del Grial Impío de la igualdad económica cambiaría la prometida reducción o eliminación de las diferencias de ingreso y riqueza por una verdadera y mucho mayor desigualdad de poder entre gobernantes y gobernados.

Al dictar la igualdad de resultados no sólo se destruye la libertad, discriminando contra individuos o grupos que son exitosos, sino que también se destruyen las facultades creadoras de riqueza del proceso competitivo del mercado—un proceso que se apoya en la inviolabilidad de la propiedad privada y en la libertad de contratación. Bauer, como los grandes liberales clásicos del siglo XVIII, reconoció el importante vínculo entre el marco institucional de los derechos de propiedad y la creación de riqueza. Los críticos del mercado que ignoran ese vínculo desprecian la realidad.


Sobre los Determinantes del Desarrollo Económico

Luego de estudiar una cantidad de PMDs, Bauer concluyó que el desarrollo económico depende de las instituciones, la cultura, y la conducta, no de la planificación, la inversión estatal de gran escala, o los recursos naturales:

El desempeño económico depende de factores personales, culturales y políticos, de las aptitudes y motivaciones de las personas, y de instituciones políticas y sociales. En donde éstas son favorables, el capital va a generarse localmente o será atraído del extranjero, y si la tierra es escasa, la comida se obtendrá a través de la agricultura intensiva o de la exportación de otros bienes (Bauer 2000: 29).

Una población grande y creciente no es un detrimento para el progreso económico, al igual que no lo es una alta densidad poblacional, siempre y cuando el escenario institucional sea favorable a la libertad y la responsabilidad. De manera que, para Bauer, "el éxito económico y el progreso depende de la conducta de la gente, no de su número". Criticó el uso del ingreso nacional per cápita como medida del bienestar personal, ya que "ignora la satisfacción que la gente deriva de tener hijos o vivir más tiempo... Irónicamente, el nacimiento de un niño se registra como una reducción en el ingreso nacional por cabeza, mientras que el nacimiento de un ternero figura como una mejoría". (Bauer 2000: 30-31).


El Fetichismo de la Inversión y el Ahorro Obligatorio

Bauer fue especialmente crítico del argumento, ampliamente aceptado por expertos en desarrollo, de que las inversiones gubernamentales a gran escala eran necesarias para aliviar la pobreza. Primero, la inversión en sí es solo un factor que influye en el crecimiento económico:

Es engañoso pensar que la inversión es el único o principal determinante del desarrollo. Otros factores e influencias, tales como las fuerzas institucionales y políticas, las cualidades y actitudes de la población, y la provisión de recursos complementarios son a menudo de igual, o incluso mayor, importancia... Es más significativo decir que el capital es creado en el proceso de desarrollo, y no que el desarrollo es una función del capital. (Bauer 1957: 119).

Segundo, cuando el Estado usa impuestos y otras medidas para reducir el consumo privado, se puede en realidad empeorar la situación de la gente: la inversión privada se reduce y como consecuencia se restringe el crecimiento del sector del mercado; y el ahorro obligatorio reduce la libertad individual. Es erróneo, dice Bauer, ver "al total de los réditos del ahorro obligatorio... como una adición neta a los recursos". Hay un costo involucrado, es decir, el ingreso neto perdido que se habría podido crear si esos fondos se hubiesen dirigido a la creación privada de capital. Más aún, "la imposición de gravámenes para el desarrollo [es decir, ahorro obligatorio] normalmente recae sobre actividades en el sector comercial, y es muy probable que tome formas que retrasen el crecimiento de la producción para mayor intercambio". Finalmente, la inversión dirigida por el Estado y el ahorro obligatorio tienen un impacto negativo sobre la libertad: típicamente llevan a una gran desigualdad en la distribución del poder dentro del país", lo cual "implica una restricción en el rango de alternativas de quienes están sujetos al poder" (Bauer 1957: 116-17, 124). En respuesta a la noción de que "la austeridad forzada es... necesaria para un incremento en la producción", Bauer (1981: 254) pregunta, "¿Qué derecho tienen los gobernantes para coercer a sus sujetos con este propósito?"[5]

Tercero, la inversión dirigida por el Estado es notablemente ineficiente puesto que es guiada por consideraciones políticas, no económicas. El llamado fetichismo de inversión de los expertos de desarrollo resultó en numerosos proyectos de gran escala que fueron monumentos para la elite gobernante a expensas de los pobres (Bauer 1981: cap. 14). Más aún, la carencia de derechos privados de propiedad en esas inversiones llevó a mal manejo y poco mantenimiento. Uno sólo necesita ver al vertedero de la antigua Unión Soviética y sus países clientes.

Pensar que los pobres son incapaces de ahorrar e invertir para el futuro es ignorar las lecciones de la historia, dice Bauer. Los pequeños terratenientes de Malaya y los comerciantes de pequeña escala de África Occidental claramente tenían la visión y el incentivo para posponer el consumo actual y plantar cultivos (árboles de caucho en Malaya y de cacao en África Occidental) que requerían de varios años antes de estar listos para ser cosechados y vendidos en el mercado (Bauer 1948a, 1948b, 1954). La coerción no fue necesaria.

En resumen, "Salir de la pobreza... no requiere de la formación de capital a gran escala. Requiere cambios en actitudes y costumbres adversas a la mejoría material, disposición de producir para el mercado en vez de la subsistencia, y la búsqueda de políticas gubernamentales apropiadas. Mucha de la formación de capital no es una precondición del avance material, sino su consecuencia" (Bauer 1981: 248). Esos cambios son más fáciles de alcanzar al avanzar hacia una sociedad abierta y políticas comerciales liberales, y no a través de la coerción gubernamental, el proteccionismo y la ayuda externa.


Las Ganancias Dinámicas del Comercio

Bauer criticó a los economistas de desarrollo convencionales por descuidar el papel de los comerciantes en la transición de una economía de subsistencia a una de intercambio. El comercio interno, en particular, es una fuente importante de crecimiento para los PMDs, como descubrió Bauer en su estudio del comercio de África Occidental. El surgimiento de una clase mercantil—una clase de pequeños comerciantes y tenderos—ayuda "a crear las instituciones y prácticas comerciales y a elevar el nivel del capital humano" (Bauer 2000: 4). Los comerciantes pequeños proveen tanto servicios de mercadeo como crédito para sus clientes. Este crédito es el último enlace en una larga cadena que empieza con grandes instituciones financieras en los mercados mundiales de capital. Consecuentemente, "hay un... proceso de división en el mercado financiero; y el campesino en la región más remota tiene de este modo acceso indirecto al mercado mundial de capitales" (Bauer 2000: 10). Los expertos que estaban casados a la idea de que solo la inversión de capital a gran escala podría terminar con la pobreza en los PMDs ignoraron esos vínculos informales y los proyectos capitalistas de pequeña escala.

La teoría convencional de desarrollo pasó por alto las ganancias dinámicas de la liberalización del comercio: "Los contactos a través de comerciantes y del comercio en sí son los principales agentes en la diseminación de nuevas ideas, formas de conducta y métodos de producción. Frecuentemente, los contactos comerciales externos son los primeros en sugerir la posibilidad de cambio, incluyendo el progreso económico" (Bauer 2000: 8). La disponibilidad de bienes Occidentales provee un incentivo para que la gente de los PMDs trabajen duro, ahorren, e inviertan para poder comprar los nuevos bienes de lujo: "No es un accidente que a través del Tercer Mundo las regiones más avanzadas son las que tienen más contactos comerciales con Occidente; y, por el otro lado, las más atrasadas y pobres son las que tienen menos de esos contactos" (Bauer 2000: 5).

Los países que se aíslan a sí mismos de los beneficios de la división internacional del trabajo pagan un precio muy alto: "La ausencia de vínculos comerciales con el exterior y la carencia de reservas de bienes hacen que infortunios como el mal clima se conviertan en desastres; la gente pasa de apretarse el cinturón a morir de hambre... Hay una verdad elemental en el cruel dicho de que el clima suele ser malo en las economías controladas" (Bauer 2000: 7-8).

Al abrir los mercados internos y externos a la competencia, los gobiernos pueden proveer una base sana para el progreso material. El problema es que los intereses establecidos en muchos países del Tercer Mundo desean mantener el estatus quo. La disolución de los monopolios gubernamentales y la liberalización del comercio ayudaría a los pobres pero lastimaría políticamente a grupos poderosos, de manera que el cambio es difícil. Las políticas proteccionistas retrasan el crecimiento económico y por lo tanto los gobiernos tercermundistas buscan ayuda externa como una fuente alternativa de ayudar a los pobres. Bauer veía ese enfoque como un desvío peligroso y un callejón sin salida. Los pobres son doblemente lastimados: primero por los efectos anticompetitivos de los monopolios estatales y los aranceles y segundo por la influencia corruptora de las transferencias de gobierno a gobierno.


Ayuda Externa y la Politización de la Vida Económica

A pesar de que el comercio incrementa el rango de alternativas para los pobres, la ayuda externa los hace depender más del gobierno y politiza la vida económica. La ayuda oficial es mejor vista como un subsidio a gobiernos corruptos, dijo Bauer, que como un beneficio a los pobres. Desde su punto de vista, la ayuda externa no es necesaria ni suficiente para el desarrollo económico—y es probable que sea dañina (Bauer 1976: 95-136). Los tecnócratas que arguyen que los PMDs no pueden crecer sin ayuda externa y que la pobreza se auto-perpetúa ignoran el hecho de que "tener dinero es el resultado del avance económico, no su precondición. La veracidad de esto puede comprobarse con tan sólo ver que existen países ricos, los cuales originalmente tuvieron que ser subdesarrollados y sin embargo progresaron sin donaciones externas" (Bauer 2000: 6).

La historia comprueba que los subsidios externos politizan la vida económica y retrasan la reforma real.[6] Bauer reconoció que, al hacer la transición de la planificación al mercado en los antiguos países comunistas es esencial crear una infraestructura institucional amiga del mercado. En vez de hacer que la gente del Este dependa de la ayuda gubernamental, los gobiernos Occidentales deben demostrar su propia adherencia al orden liberal de mercado, abriendo los mercados al Este y liberalizando las relaciones comerciales (Bauer 1998).

La ayuda externa ha sido utilizada frecuentemente para incrementar la riqueza de los gobernantes del Tercer Mundo y para apoyar sus ambiciones políticas, no para promover economías sanas a largo plazo e independencia de los individuos dentro de los PMDs. Esta ayuda ha servido también para beneficiar a productores domésticos en los países donantes. Por esas y otras razones, Bauer (1984: 40) sostuvo que sin ayuda externa no habría un Tercer Mundo: "El concepto del Tercer Mundo y de la ayuda externa son inseparables. El uno no podría existir sin el otro... Así que el Tercer Mundo es un concepto político, no económico".

Bauer veía a las transferencias de gobierno a gobierno como "una fuente independiente de hostilidad al mercado". Los líderes del Tercer Mundo tienen un incentivo para usar la ayuda externa para ganar más control sobre la vida económica: "Dado que la ayuda se da a los gobiernos, refuerza la posición del Estado y lo agranda en comparación con el sector privado". Más aún, Bauer argumentó que la ayuda externa "provoca y exacerba la tensión política, lo cual eleva de nuevo la hostilidad al mercado, sobre todo en sociedades multirraciales". De modo que para Bauer, "la ayuda oficial es, en la práctica, una fuerza anti-mercado importante" (Bauer 1978: 182-83).

Hoy en día se enfatiza el ligar la ayuda externa con la liberalización del mercado. Pero si la ayuda no es necesaria ni suficiente para el desarrollo económico, el caso actual para transferencias de gobierno a gobierno es sospechoso. Los mercados privados de capitales son capaces de proveer fondos suficientes para el desarrollo económico, dado que esos fondos se usen productivamente en el Tercer Mundo.


El Futuro del Liberalismo de Mercado

El fracaso masivo de la planificación centralizada significa que ya no hay una amenaza importante al orden del mercado. El verdadero peligro es la idea de que la desigualdad de ingreso y riqueza requiere de una acción gubernamental correctiva y que Occidente es responsable o culpable de la pobreza del Tercer Mundo (Bauer 1981: cap 4). De hecho, se cree ampliamente que la justicia social requiere de más igualdad en la distribución de la riqueza, lo cual implica que las diferencias significativas en el ingreso y la riqueza (determinadas por alguna norma social arbitraria) se deben a "la explotación, opresión, discriminación o privilegios inapropiados; y que la redistribución organizada políticamente es deseable" (Bauer 1984: 73). Esta "legitimación de la envidia" es una gran amenaza a la sociedad abierta, desde el punto de vista de Bauer. La igualdad, entendida adecuadamente como igualdad ante la ley, en donde las reglas justas proveen igual protección a las personas y propiedades, es uno de los principios básicos de un orden liberal de mercado y es completamente compatible con la libertad individual. Bauer no se opone al uso de la fuerza para salvaguardar los derechos de propiedad sino al uso del poder del gobierno para tomar la propiedad privada sin el consentimiento del dueño con tal de alcanzar una equidad en el ingreso dictada políticamente. Mientras más avanza un país en el camino hacia el Estado redistribuidor o de beneficencia, mayor es la desigualdad de poder que resultará a medida que las decisiones políticas entorpezcan las decisiones del mercado.[7]

Si hay personas que creen que la riqueza de Occidente es el resultado de la explotación de los recursos del Tercer Mundo y que el comercio hace a los ricos más ricos a costa de los pobres, entonces habrá más presión internacional para que los gobiernos Occidentales exploten a los ricos en nombre de la justicia social. Cuando esa mentalidad prevalece, la democracia constitucional, el gobierno limitado y el orden espontáneo del mercado cederán para dar lugar a un mayoritarismo crudo y a un socialismo de mercado. Ese proceso es aparente hoy en el crecimiento del Estado paternalista y el movimiento anti-globalización.

Bauer (1984: 35) claramente entendía que el "reemplazo de los procesos del mercado por decisiones políticas da poder, influencia, empleos y dinero a políticos y burócratas". El reto es limitar el poder del gobierno por medio de una "constitución de libertad", como la que Hayek (1960) describió para que la gente sea libre de escoger. Para lograrlo, sin embargo, debe haber un rasgo de libertad en la sociedad. La persistencia y el valor de Bauer en la defensa de los principios de una sociedad libre deben ser continuados hoy si es que el liberalismo de mercado ha de sobrevivir y florecer en el siglo XXI. El primer paso es reconocer la necesidad de pensar claramente. Como señaló Bauer (1984: 37), "a pesar de su productividad, el orden del mercado puede derrumbarse a menos que sus participantes y partidarios tengan la claridad de pensamiento y la voluntad y valor para trabajar por su supervivencia". Bauer (1984: 89) solía decir que "hay una verdad profunda en la máxima de Pascal de que trabajar duro para pensar claro es el principio de la conducta moral". Cuando recibió el título nobiliario en 1982, Lord Bauer escogió el lema "Seamos libres de sesgo" para su escudo de armas.

El legado de Bauer es que a través de su persistencia y claridad de pensamiento nos ayudó a entender mejor las fuerzas que dan forma al desarrollo económico, especialmente las instituciones de propiedad privada, moneda estable, libre comercio, y gobierno limitado—las cuales sostienen el orden liberal del mercado. Su "discrepancia con el desarrollo", con la cual derribó casi por sí solo el modelo de desarrollo estatista, garantiza que será recordado como uno de los grandes campeones de la libertad del siglo XX.

Notas

[1] Para más referencias biográficas de Bauer, ver Harris (2002). Basil Yamey (1987) presenta un excelente resumen de la obra de Bauer.

[2] En su primer libro, The Rubber Industry (La Industria del Caucho), Bauer (1948b: 348) sostuvo, "Con el fin de hacer que las nuevas plantaciones sean viables, debe haber una alienación liberal (y bajo condiciones fáciles) de la tierra... Se le debe dar particular atención a la pequeña propiedad".

[3] Tomado de una carta enviada por el Primer Ministro al presidente del Cato Institute, Edward H. Crane, luego de que Gandhi recibiera una copia del libro de Don Lavoie, National Economic Planning: What is Left? (1985).

[4] Para una discusión sobre igualitarismo entre Amartya Sen y Bauer, ver New York Review of Books (1982).

[5] El Premio Nóbel en Economía Gunnar Myrdal (1956b: 64) argumentó en sus conferencias de Cairo que "no hay otro camino hacia el desarrollo económico que un incremento forzoso de una parte del ingreso nacional que es retenido del consumo y dedicado a inversiones, y esto implica una política de extrema austeridad".

[6] La ayuda externa ha fracasado porque es la libertad económica, no la ayuda externa, el principal ingrediente para fomentar el avance material. Bauer repitió ese punto constantemente y estudios recientes apoyan sus premisas. Bryan Johnson y Thomas Sheehy (1996: 2) encontraron que "de los 34 beneficiarios a largo plazo de ayuda estadounidense incluidos en el Índice [de Libertad Económica Global] como carentes de libertad, 26 siguen igual de mal que hace tres décadas". Ian Vásquez examinó 73 países a lo largo del período 1971-95 y no encontró una correlación positiva entre ayuda externa y crecimiento económico. De hecho, había una mínima correlación negativa. También encontró que dentro de un grupo de 20 países cuyo ranking de libertad permaneció constante o bajó durante 1985-90, 19 habían recibido más ayuda como porcentaje del PIB (Vásquez 1998: 276, 279).

[7] Bauer advierte la confusión en el pensamiento de que las diferencias de riqueza implican naturalmente diferencias de poder, en el sentido de "la habilidad de algunos individuos de controlar a otros". En realidad, "la libertad del control o mandato es una función del acceso a alternativas independientes, y no de igualdad de riqueza o ingresos medidos convencionalmente" (Bauer 1957: 125, n. 21).


Referencias

Baran, P. A. (1957) The Political Economy of Growth. New York: Monthly Review Press.

Bauer, P. T. (1948a) Report on a Visit to the Rubber Growing Smallholdings of Malaya, July-September 1946. London: His Majesty's Stationery Office.

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_________ (1976) Dissent on Development. Edición revisada. Cambridge, Mass.: Harvard University Press.

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Dorn, J. A.; Hanke, S. H.; y Walters, A. A., eds. (1998) The Revolution in Development Economics. Washington: Cato Institute.

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Hayek, F. A. (1960) The Constitution of Liberty. Chicago: University of Chicago Press.

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Lavoie, D. (1985) National Economic Planning: What Is Left? Cambridge, Mass.: Ballinger.

Myrdal, G. (1956a) An International Economy: Problems and Prospects. New York: Harper.

_________ (1956b) Development and Underdevelopment. Cairo: National Bank of Egypt.

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Vásquez, I. (1998) "Official Assistance, Economic Freedom, and Policy Change: Is Foreign Aid Like Champagne?" Cato Journal 18 (2): 275-86.

World Bank (1997) World Development Report 1997: The State in a Changing World. New York: Oxford University Press for the World Bank.

Yamey, B. S. (1987) "Peter Bauer: Economist and Scholar." Cato Journal 7 (1): 21-27.

 

Traducido por Constantino Díaz-Durán para el Cato Institute.