Dependiendo de Washington

por Walter Williams

Walter Williams es profesor de economía en la Universidad George Mason y académico asociado del Cato Institute.

"Dependiendo de Washington" es el título del recién publicado libro de la profesora Charlotte Twight, el cual comienza así: "El cambio de una autonomía individual a depender del gobierno quizás es la característica que define la política moderna americana. En el lapso de apenas una generación, una nación que se fundamentaba en los ideales de la libertad individual ha sido transformada en otra diferente, donde hasta las decisiones personales sobre la atención médica que adquirimos son controladas por el gobierno federal; una nación tan atada a leyes y regulaciones que nadie puede conocerlas todas y mucho menos cumplirlas".

Por Walter E. Williams

"Dependiendo de Washington" es el título del recién publicado libro de la profesora Charlotte Twight, el cual comienza así: "El cambio de una autonomía individual a depender del gobierno quizás es la característica que define la política moderna americana. En el lapso de apenas una generación, una nación que se fundamentaba en los ideales de la libertad individual ha sido transformada en otra diferente, donde hasta las decisiones personales sobre la atención médica que adquirimos son controladas por el gobierno federal; una nación tan atada a leyes y regulaciones que nadie puede conocerlas todas y mucho menos cumplirlas".

¿Cuál es la razón de un cambio tan monumental en el carácter distintivo de los americanos? La profesora Twight mantiene que la respuesta la encontramos en el libro "Democracia en América" de Alexis de Tocqueville, en una sección titulada "qué tipo de despotismo las naciones democráticas deben temer". De Tocqueville visualizaba "especies de opresión" que jamás habían ocurrido en el mundo: un gobierno de "guardianes" en lugar de tiranos.

Twight nos muestra cómo nos convertimos en una nación de corderos. Primero ocurrió un despiadado y exitoso ataque contra el imperio de la ley. El imperio de la ley significa que el gobierno aplica reglas conocidas y generales, que hay igualdad ante la ley, que la estructura legal es permanente, que hay certeza en la aplicación de las leyes y que las decisiones gubernamentales están sujetas a una revisión judicial independiente.

Ese imperio de la ley ha sido castrado. Absolutamente nadie puede saber el contenido de miles de reglas del impuesto sobre la renta y ni hablar de cientos de miles de páginas de leyes que rigen los servicios de salud, la banca, la educación, las pensiones, la agricultura... ad infinitum. Sufrimos de un poder discrecional arbitrario que va desde la necesidad de un permiso gubernamental para desconectar la bolsa de aire de nuestro automóvil hasta subsidios agrícolas al azúcar o a los productos lácteos que dependen de las contribuciones que hacen los cabilderos del azúcar o de la leche a las campañas políticas.

Twight explica que la Corte Suprema, cuya función es proteger la Constitución, ahora forma parte de una poblada empeñada en destruirla. Por ejemplo, la Corte ha facilitado el uso de la "cláusula comercial" por parte del Congreso para abusar contra la libertad. La decisión del año 1942 en Wickard vs. Filburn le concedió al Congreso el poder de regular cualquier cosa.

Este interesante libro nos muestra cómo las crisis reales o inventadas son utilizadas para aumentar el poder y la autoridad gubernamental, algo especialmente relevante ahora que el Congreso y el presidente utilizan la guerra contra el terrorismo para aumentar su control sobre nuestras vidas y propiedades.

El control gubernamental de la educación ha creado un "despotismo sobre las mentes". El gobierno ha procedido a expropiar a nuestros hijos para enseñarles lo que le parece conveniente, al mismo tiempo que expropian el dinero de los padres para financiar ese procedimiento. No hay duda que la educación gubernamental enseña a los niños a bajar la cabeza frente a la autoridad gubernamental, "por el bien de todos".

Twight termina su libro diciendo que para recobrar nuestra libertad tendremos, lo mismo que los firmantes de la Declaración de Independencia, dedicar "nuestras vidas, nuestra fortuna y nuestro sagrado honor" a ese esfuerzo mancomunado.

Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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