Debacle monetaria: Una amenaza a la libertad económica
por Judy Shelton
Judy Shelton es Directora de Empower America y miembro del Consejo Editorial del Cato Journal.
¿Hasta cuándo? Un mercado emergente abre sus puertas al capitalismo e invita a inversionistas extranjeros a compartir su despegue económico, para luego venirse abajo ante el colapso de su moneda. El repentino éxodo de los inversionistas desata, entonces, un caos financiero. Los problemas de liquidez crecen y se convierten en insolvencia y quiebras. Los sueños de prosperidad global se esfuman a medida que dinámicas economías quedan en ruinas. Cuando los representantes del Fondo Monetario Internacional llegan, más que asesores financieros parecen empleados de la funeraria.
Por Judy Shelton
¿Hasta cuándo? Un mercado emergente abre sus puertas al capitalismo e invita a inversionistas extranjeros a compartir su despegue económico, para luego venirse abajo ante el colapso de su moneda. El repentino éxodo de los inversionistas desata, entonces, un caos financiero. Los problemas de liquidez crecen y se convierten en insolvencia y quiebras. Los sueños de prosperidad global se esfuman a medida que dinámicas economías quedan en ruinas. Cuando los representantes del Fondo Monetario Internacional llegan, más que asesores financieros parecen empleados de la funeraria.
¿Tiene que ser así? ¿Pueden los países en vías de desarrollo defenderse de las repercusiones negativas del capital golondrina sin congelar las inversiones extranjeras? La imposición de controles no es la solución. Los gobiernos no pueden exigir que se demuestren intenciones honorables con respecto a las inexpertas economías nacionales.
El problema no es que la inversión extranjera es caprichosa sino que es racional y calculadora. Los inversionistas buscan el máximo rendimiento a cambio de exponer sus capitales a cierto riesgo. Si el rendimiento aumenta debido a un alza en las tasas de interés en un intento desesperado por mantener la moneda atractiva o si el riesgo se ve temporalmente reducido por una paridad fija artificial con el dólar, los inversionistas se apresuran a aprovechar esa oportunidad. Si los rendimientos son el resultado de inversiones productivas que generan sólidas utilidades a futuro como recompensa de la inversión el ejemplo clásico o si se logran por medio de hábiles operadores de arbitraje en el mundo electrónico del mercado global de capitales, es poco relevante. Los filósofos de la economía y los especialistas en ética empresarial tal vez harían una distinción en términos de la "calidad" de los rendimientos de las inversiones, pero la mayoría de los inversionistas internacionales simplemente les interesan los resultados.
No vale la pena perder el tiempo quejándose que las cosas son así. La moralidad del mercado no depende de las motivaciones de los individuos sino de la integridad en las operaciones. Si los precios funcionan como señales certeras proporcionando información vital sobre la oferta y la demanda de bienes y servicios o el atractivo relativo de las oportunidades de inversión no importa que los participantes en los mercados estén buscando su propio beneficio. La sociedad deriva un beneficio colectivo al mismo tiempo. Como nos enseñó Adam Smith, "la mano invisible" del mercado promueve el bienestar general, aun si los individuos actuando en interés propio buscan dirigir los recursos adonde pueden obtener la máxima utilidad.
Pero es clave que el dinero cumpla confiablemente con esta, su función más básica: como indicador de precios. Y es allí precisamente donde el sistema monetario global está fallando.
Actualmente, las monedas distorsionan los precios en otros países; un producto o una oportunidad financiera pueden volverse "competitivos" porque la moneda del país ha sido devaluada. Algunas veces la devaluación es parte de una estrategia deliberada de los funcionarios del gobierno para lograr una ventaja en precios, una política comercial basada en hacer trampas. Otras veces, especuladores obligan al país a devaluar. Después del primer ataque, la víctima se estremece y la sangre atrae a otros. Un ataque generalizado puede afectar a los mercados de valores de la región y causar repercusiones en el resto del mundo.
Es trágico que el futuro del capitalismo y el destino de la economía global dependan del ineficaz sistema monetario actual, restos de un sistema monetario internacional que perdió su integridad hace tres décadas, cuando el dólar dejó de estar atado al oro. La manera actual de considerar las tasas de cambio como un arma comercial y como palancas para la política es una traición a los que están dispuestos a cumplir con las reglas legítimas del mercado. Las monedas baratas son una burla a la competencia genuina puesto que sacan a competidores del mercado internacional y destruyen el poder adquisitivo de su gente.
Los países industrializados también sufren pérdidas como resultado de las distorsiones en los precios causadas por tasas de cambio artificiales. ¿Hasta cuando podrán los fabricantes estadounidenses de autos continuar compitiendo con vehículos importados de Japón ahora que el yen ha caído a su nivel más bajo contra el dólar en ocho años? Hace apenas tres años, el dólar valía 80 yen; hoy el dólar vale 146 yen. ¿Acaso alguien cree que el valor real de los productos de Estados Unidos haya cambiado 82% con respecto a los japoneses desde 1995?
Si dos de las economías más avanzadas del mundo no pueden resolver tan tremendas fluctuaciones monetarias, ¿qué esperanza hay para el futuro del capitalismo? ¿Es acaso necesario que la miseria sufrida por el sudeste asiático sea acompañada de un caos en Rusia ó Brasil antes de que se reconozca la amenaza de una debacle monetaria global?
Los gobiernos no han actuado responsablemente al promover el desarrollo de mercados globales sin asegurar el necesario ambiente de estabilidad monetaria en que se basaría una competencia global honesta. Para que la mano invisible del mercado tenga éxito y sobreviva el capitalismo, las señales de precios e inversiones deben reflejar el verdadero valor de los activos y de las oportunidades. Las motivaciones económicas de los individuos promueven el bienestar general mientras se permite a los mercados operar sin las trabas gubernamentales. Pero un sistema irracional y poco confiable de relaciones monetarias globales menoscaba la idea misma del libre mercado.
Si los gobiernos no pueden ofrecer una estabilidad monetaria internacional, debería cederse a la iniciativa privada la oportunidad de diseñar la solución. Los avances en el comercio en Internet sugieren que algún tipo de moneda electrónica alterna podría ser viable en el futuro. Entonces los gobiernos deberían estar dispuestos a revocar las leyes que hoy en día les dan un monopolio sobre la emisión de dinero.
Los empresarios ya conocen el reto. La economía global necesita una unidad contable que sirva de medida confiable en todas partes, un verdadero estándar monetario.
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
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