Cuba: Era de esperarse

Por Álvaro Yero Felipe

Varios sectores de la sociedad cubana recibieron con alegría y sorpresa las nuevas medidas hechas por el presidente Raúl Castro Ruz que liberan las restricciones absurdas que impedían que el ciudadano cubano pudiera comprar desde un reproductor de DVD hasta alojarse en un hotel. Sin embargo, estas liberalizaciones fueron llevadas a cabo con un objetivo claro y todas las personas que, con acceso a las divisas o no, se abalanzan a comprar muchos de estos equipos, deben tenerlo muy claro.

Con estas medidas, Raúl está empleando una estrategia de monitoreo de las personas que por una vía u otra tienen un nivel económico medio o alto. Recordemos que en Cuba desde los inicios de la revolución el gobierno siempre ha mantenido un estricto control de la economía. En este caso, no estar prohibido no significa que lo puedas comprar.

El pasado 9 de abril el noticiero de la televisión cubana mostró el caso de la primera persona que compró una bicicleta eléctrica a un valor de 990 CUC (pesos cubanos convertibles), unos $1.070. Este hombre claramente no trabajaba para ninguna empresa estatal ya que el salario que pagan no suple las necesidades básicas. Él tenía una pequeña empresa que producía mantequilla, la cual vendía a un precio inferior a la producida por el Estado, esto a pesar de que las empresas pequeñas están prohibidas en Cuba. Como se reportó en el noticiero, la compra de la bicicleta llevó a que los órganos del Departamento Técnico de Investigaciones (DTI) llevaran a cabo una verificación el origen del dinero que usó para comprar algo de tanto valor. En la primera visita a su domicilio, el DTI encontró la fábrica clandestina de mantequilla, lo que produjo que se efectuara un registro que desembocó en la confiscación por parte de las autoridades de todo lo que había dentro del inmueble, incluyendo la bicicleta eléctrica.

Cuando se difundió por los medios de comunicación internacional que la nueva administración en la isla había liberado la compra de equipos electrodomésticos, los hospedajes en lugares reservados para extranjeros y el acceso a la telefonía celular, muchos cubanos se apresuraron a comprar sin medir las consecuencias que esto podría les podría traer. Pero el gobierno no pretendía darle más libertades al pueblo cubano, todo lo contrario. La historia del señor del noticiero demuestra que los cubanos somos muy ingenuos, y lo peor de todo es que nos contentamos en muchas ocasiones con muy poco.

De nada vale que liberen la venta de equipos electrodomésticos, que podamos hospedarnos en hoteles o que podamos comprar un teléfono celular cuando en realidad no contamos con el dinero para obtener o disfrutar de estas cosas. Se habla de cambios, pero sabemos de sobra que todo sigue igual. No olvidemos que todavía hay casi 300 personas sufriendo penas injustas en las cárceles, que no tenemos un salario decoroso que nos permita la adquisición de estos productos, que no hay libertad económica, ni se respetan los derechos elementales, y sobre todo, aún no hay libertad. Piensen en eso.