Cruzada contra los niños
por Carlos Ball
Carlos Ball es Periodista venezolano, director de la agencia de prensa AIPE (www.aipenet.com) y académico asociado del Cato Institute.
El mundo está dividido básicamente en dos bandos: unas personas creen en la libertad individual, mientras que los demás piensan que una elite política está mejor capacitada para tomar las decisiones cotidianas más importantes en nombre y en beneficio del populacho. Tanto la izquierda socialista como la derecha estatista están convencidas que las decisiones trascendentales deben estar en manos de ciertos y determinados grupos y jamás dejadas al libre albedrío de la ciudadanía.
Por Carlos A. Ball
El mundo está dividido básicamente en dos bandos: unas personas creen en la libertad individual, mientras que los demás piensan que una elite política está mejor capacitada para tomar las decisiones cotidianas más importantes en nombre y en beneficio del populacho. Tanto la izquierda socialista como la derecha estatista están convencidas que las decisiones trascendentales deben estar en manos de ciertos y determinados grupos y jamás dejadas al libre albedrío de la ciudadanía.
Esta división radical en la manera de pensar se manifiesta en todos los grandes debates y, actualmente, en uno de los más importantes para el bienestar de futuras generaciones: los vales y la educación pública.
Si un determinado grupo logra controlar la educación –como ha sido el caso de los sindicatos de maestros y de la burocracia escolar estadounidense- en parte logrará también afectar los resultados electorales dentro de 10 o 15 años. Esto que planteo era algo totalmente inconcebible una generación atrás, pero entonces las escuelas del gobierno se concentraban en educar a los muchachos en las materias básicas como el lenguaje, las matemáticas, las ciencias y la historia. Hoy en día, no es así. Un creciente número de cursos tiene poco o nada que ver con esa educación básica y mucho que ver con el adoctrinamiento en los temas que actualmente están de moda: la sexualidad, el medio ambiente, las culturas étnicas, la adoración del sector público y desconfianza hacia todo lo que es privado.
El joven puede perfectamente graduarse de bachillerato sin haber leído un solo libro completo ni ser capaz de expresar sus ideas lógicamente por escrito ni de efectuar un simple cálculo aritmético, pero sí sabe muy bien cuáles son los mejores métodos anticonceptivos, sabe que las mujeres no son campeonas en levantamiento de pesas porque han sido tradicionalmente discriminadas, que ningún escritor piel roja ha tenido el éxito de Shakespeare o Cervantes debido a la discriminación racial rampante y sabe que malignos empresarios trataron de convertirlo en adicto de por vida al cigarrillo, desde que estaba en primer grado.
Por más de un siglo, la escuela pública fue la gran niveladora hacia arriba, pero en las últimas décadas la tendencia ha sido en sentido contrario. La familia que no puede pagar dos veces por la educación de sus hijos -la primera a través de los impuestos y la segunda inscribiéndolos en un colegio privado- tiende entonces a perder su potencial de movilidad social, especialmente en una época cuando el capital más importante es el conocimiento, ahora llamado capital humano.
En 1955, Milton Friedman se dio cuenta que el principal obstáculo a la excelencia y a la competencia en la educación es el interés personal de la burocracia y sugirió que el gobierno le permitiera a los padres elegir libremente dónde educar a sus hijos. En lugar de que los niños fuesen asignados como ganado a determinada escuela del gobierno, los padres recibirían un vale con el cual pagar total o parcialmente la inscripción en el colegio de su preferencia. Esto es ahora más factible que nunca por haberse disparado el costo de la educación pública, muy por encima del costo de los colegios católicos y de la gran mayoría de los demás colegios privados.
El gobernador de Florida, Jeb Bush, valientemente decidió el año pasado ofrecerle esa alternativa a los niños en las peores escuela públicas del estado, pero el 14 de marzo un juez determinó que los vales escolares contrariaban la constitución estatal. Actualmente apenas 56 niños de Florida participan en el programa de vales del estado, pero debido al fracaso escolar público, 60 mil estudiantes podrían participar el año que viene, lo cual el juez y grupos de presión quieren impedir a como dé lugar.
También ha surgido una solución privada a la decadencia de la calidad de la enseñanza: Ted Fortsmann y John Walton, dos exitosos empresarios, fundaron el Fondo de Becas para Niños (Children’s Scholarship Fund), poniendo 100 millones de dólares de sus bolsillos para que niños de familias de bajos ingresos no siguiesen condenados a recibir una pésima educación. A pesar de que estas familias pobres tienen que contribuir cada una con mil dólares, el Fondo recibió 1.250.000 aplicaciones, para optar a las primeras 40 mil becas. Estos vales privados son la respuesta a la fuerte y politizada oposición al libre albedrío familiar en la educación de los niños. ©
Artículo de la Agencia Interamericana de Prensa Económica (AIPE)
© Todos los derechos reservados. Para mayor información dirigirse a: AIPEnet