Ahora la Fed

Iván Alonso dice que la independencia del banco central no depende tanto de lo que diga la ley, sino de quién esté al frente de la institución.

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Por Iván Alonso

No es inusual que los gobiernos quieran tener a los bancos centrales de sus países de su lado para acomodar la política monetaria a sus intereses políticos inmediatos. Richard Nixon presionó a Arthur Burns, entonces presidente de la Fed (o Federal Reserve Board, el banco central estadounidense), para que bajara la tasa de interés antes de su reelección; y Burns, que era un académico reputado, un querido profesor de Milton Friedman para más señas, lamentablemente cedió.

La independencia de los bancos centrales ha sido uno de los grandes cambios institucionales de los últimos 30 o 40 años. Explica, en gran parte, el largo período de baja inflación alrededor del mundo, que fue solamente interrumpido por la pandemia y la guerra. Los bancos centrales no son infalibles, pero los grandes errores de política monetaria, aquellos que han llevado a las grandes inflaciones e hiperinflaciones, han sido generalmente consecuencia de la presión política; de la “dominancia” de la política fiscal sobre la monetaria, como se dice en el lenguaje aséptico de la academia.

Hay ahora cierta preocupación por el futuro de la Fed. El presidente Donald Trump se ha referido a Jerome Powell, presidente de la Fed, como “Too Slow” Powell, como quien lo acusa de demorarse en bajar la tasa de interés para estimular la economía. Comentarios de este tipo no son nuevos, pero esta vez se da en un momento en que la Corte Suprema tiene en sus manos el caso de dos comisionados de otras agencias federales que han sido cesados en sus cargos, a pesar de estar supuestamente protegidos por un precedente judicial conocido como Humphrey’s Executor (el albacea de un funcionario que había sido despedido por Franklin Roosevelt).

Powell, según la ley de creación de la Reserva Federal, no puede ser despedido sin causa justificada. Quizás esta ley prevalezca, aun si el precedente se revierte. Pero el mandato de Powell termina en mayo del año entrante, y el presidente Trump puede ratificarlo o, lo que parece más probable a estas alturas, reemplazarlo por alguien más flexible.

Eso, en realidad, es un riesgo latente, y no solamente en Estados Unidos, porque los presidentes de los bancos centrales no son eternos. Cada cierto tiempo el gobierno de turno tiene que nombrar uno nuevo. Y, al final, la independencia del banco central no depende tanto de lo que diga la ley, sino de quién esté al frente de la institución.

Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 18 de abril de 2025.